Las casas viejas
La Editorial Estrada tuvo su sede en el edificio de la calle Bolívar 465 -CABA-, en donde hoy se encuentra instalada la Dirección General de Patrimonio, Museos y Casco Histórico del Gobierno de la Ciudad.
Este edificio se encuentra comunicado con la vivienda construida a fines del siglo XVIII y ubicada en la calle Venezuela 469 -CABA-, que perteneció a Martín Simón de Sarratea quien tuvo gran participación en la vida pública desde la Revolución de Mayo. Su hija Martina fue la esposa de Santiago de Liniers.
Si bien al inmueble de la calle Venezuela se lo conoce como la Casa del Virrey Liniers, este vivió muy poco tiempo en ella, solamente entre los años 1808 y 1809.
Este preámbulo, que evoca los convulsionados años previos a la Independencia de nuestro país, en los que Sarratea y Liniers tuvieron gran participación, surge luego de haber leído hace unos días un hermoso libro de lectura editado en el año 1925 por la citada Editorial Estrada.
Héctor Pedro Blomberg es el autor de los textos ilustrados con excelentes dibujos. Al leerlos hoy, permiten reflexionar sobre la educación de aquellos años basada en conceptos altruistas, respeto por los mayores, amor a la patria y a los deberes esenciales que harían de los alumnos hombres y mujeres dignos.
Me llamó la atención una lectura en particular, pensemos en los años en que fue escrita, época en que Buenos Aires seguía su impetuoso proceso de transformación con los nuevos conceptos urbanísticos, la apertura de calles, avenidas, diagonales, edificios en altura y la desaparición de los antiguos, considerados una rémora del pasado.
Blomberg la titula “Las casas viejas” y comienza haciendo esta pregunta: “Niños de la ciudad, ¿habéis visto alguna vez unas casas muy viejas, unas casas muy antiguas, en las calles de Buenos Aires?
¡Qué pobres y tristes parecen al lado de esos edificios de muchos pisos con balcones llenos de flores!
Después de hacer una defensa de esas casas concluye diciendo: “Cada vez que paséis ante una de ellas, niños de la ciudad, miradlas con respeto. Fueron los hogares del pasado” (1).
Debieron pasar muchos años para que las simples frases de la lectura tuvieran algún efecto. A pesar de los problemas e intereses encontrados, las zonas de protección histórica han crecido y muchos edificios dejaron de tener el triste destino de la demolición. En el Casco Histórico, si no tenemos en cuenta el abandono en que las autoridades parecen haberlo dejado, las normas vigentes y la decisión de muchos vecinos nos permiten tener esperanzas.
Pero si volvemos a la casa que habitó Liniers, es preciso decir que de ella solamente queda en pie la fachada y algunos muros interiores pues el resto fue demolido hace ya muchos años.
La casa de Juan Bautista Elorriaga, Defensa 183 -CABA-, fue restaurada luego de un largo proceso, mientras que su vecina inmediata sobre la misma calle está intrusada desde hace décadas. Su deterioro y destrucción son considerables. Por si esto fuera poco dicha casa es de propiedad municipal y una de las sedes del Museo de la Ciudad, entidad que durante años solicitó la regularización de su estado sin haber podido lograrlo hasta hoy.
Algo parecido sucede con la casa que perteneció a María Josefa Ezcurra, que se comenzó a restaurar hace mucho tiempo pero que debido a problemas entre las empresas a cargo de los trabajos permanece sin terminar, lo que agrava día a día su estado.
Hace poco tiempo se descubrió una antigua cisterna en la casa de la familia Ezcurra, Moreno 550 -CABA-, que luego perteneció a Juan Manuel de Rosas. El edificio desapareció mucho antes de que existiera la normativa actual de protección histórica. En la mencionada cisterna y en las excavaciones que se realizaron durante los trabajos para el nuevo edificio en construcción, se encontraron restos de vajilla, utensilios y objetos diversos de la vida de las personas que habitaron el antiguo inmueble; muy valiosos por cierto, pero no deja de ser paradójico que de la casa solo quede lo que sus habitantes tiraron a la basura.
- Pensamiento, libro de lectura por Héctor Pedro Blomberg – Editorial Estrada y Cia Editores – Marzo de 1925.
Eduardo Vázquez