Las “dos ruedas”

Pasó el Día del Niño y recordando el juguete más preciado al que uno podía aspirar, creo no equivocarme, era la bicicleta.

Hemos tomado toda la sopa que nos pedían nuestros padres, nos portamos más que bien, hicimos todos los deberes en tiempo y forma, accedimos a bañarnos sin chistar cuando nuestra mamá nos convocaba y todo por qué… Porque los Reyes nos estaban mirando y si no lo hacíamos… no nos traían la ¡BICICLETA!

Cuando lo lográbamos, nuestros vecinitos nos miraban extasiados y un poco envidiosos, hasta que los invitábamos a dar una vuelta en ella. Pero en realidad no lo hacíamos porque éramos buenos (ya que estamos digamos la verdad), simplemente porque papá y mamá nos “obligaban” a prestarla para sentirse orgullosos de sus solidarios y “encantadores” hijos que estaban bien educados y así aprendían a compartir sus juguetes más queridos. En fin, mal o bien lo hacíamos aunque sea refunfuñando.

El origen de la bicicleta es parisino y fue alrededor de fines del siglo XVIII. Era una estructura maciza de madera en forma de joroba animal con dos ruedas e iba solo en línea recta. Luego, el conde Mede de Sivrac modificó el lugar de las ruedas, en vez de ponerlas una paralela a la otra las colocó adelante y atrás, pero la dirección no se podía cambiar hasta que los ingleses intervinieron agregándole un mecanismo para hacerlo.

Pero el que realizó modificaciones contundentes, a principios del siglo XIX, fue el ingeniero alemán Karl Von Drais que -tomando la mecánica de los vehículos- instrumentó lo necesario para modificar la dirección, aunque se manejaba como una patineta. Luego de más de 20 años, el ingenio del escocés Kirkpatrick Macmillán le incorporó cigüeñales, los que -a través de bielas- permitían girar las ruedas rudimentariamente.

Lo que llevó a que la bicicleta sea un objeto para poder desplazarse, fue la transmisión por cadena entre dos engranajes (el plato y el piñón) y esto lo realizaron el francés Guilmet y el británico Harry John Lawson en 1879. Aunque aparecerá como modelo en 1884, cuando también lo hace la primera bicicleta con transmisión a cadena con las dos ruedas iguales, obra de John Kemp Starley conocida como Rover Safety Bicycle que es considerada el origen de la actual y se llamó “bicicleta segura”.

En el llamado país de las bicicletas -China- la Flying Pigeon -“Paloma Voladora”- es la que más se usa, desde 1950.

Actualmente la moda de la bicicleta se ha impuesto, entre otras cosas, por lo ecológico y porque el valor económico del transporte la ha transformado en una forma de paliar ese gasto. Por tal motivo, hay que mantenerla en buenas condiciones de uso.

Para conocer más sobre el oficio de bicicletero, hablamos con Ramón Soto que trabaja en Bicicletas “Mila” -Av. Caseros 402, CABA- hace muchos años y ejerce esa profesión desde 1982, cuando vino de Corrientes.

El Sol: ¿Siempre arreglaste bicicletas?

Ramón Soto: Cuando vine a Buenos Aires, mi cuñado -que trabajaba acá- me trajo y me enseñó el oficio de bicicletero. En aquel tiempo se aprendía mirando o como aprendiz, ahora se modernizó y por internet se puede aprender el oficio.

El dueño era Carlos Milasanaskas y las hijas -Sandra y Silvia- que ahora están a cargo del negocio porque siguieron el oficio del padre- eran chiquitas. Estuve mucho tiempo, después me fui para trabajar en otros oficios un par de veces pero hace más o menos seis años volví.

¿Uno puede arreglar su propia bici o es difícil la mecánica?

Se pueden hacer las cosas simples como un ajuste de frenos o un parche, pero hoy en día tiene sus complicaciones porque no es como antes que tenía un piñón y un solo plato. Ahora vienen con tres platos de varias velocidades y otras cosas que les han agregado. Siempre es preferible que las reparaciones las haga alguien que sabe, porque a veces en vez de arreglarla terminan rompiendo alguna pieza que luego hay que cambiarla cuando podría haber sido reparada.

¿Cómo sabemos que está bien armada?

No solo hay que armarla sino ajustar bien los rayos y centrarla, porque si una rueda no está bien armada se nota: los frenos tocan o zigzaguea al girar la rueda y eso indica que está descentrada. Las piezas de las ruedas vienen separadas: la masa, la llanta y los rayos y se arman a mano porque no hay una máquina que lo haga. Siempre se hizo así.

¿Hay distintos tipos de bicicletas?

Hay de todo tipo, de aluminio, de caña y de madera que tienen un sistema antiguo. Están las de ruedas finitas que se utilizan para la ruta, para competir; las de ruedas anchas con cubiertas diferentes -todo terreno- para montaña. También las que tenían un motorcito a combustible, pero ahora salieron las eléctricas con una batería que se recarga y la usan mucho la gente que no puede hacer fuerza en el pedaleo. Para andar en la ciudad la mejor es la que tiene cubiertas lisas que son las de paseo o playeras. Hay mucha gente joven que prefiere las bicicletas de aluminio con más cambios; yo prefiero la tradicional, porque me gusta pedalear.

No se ven tantos pibes andando en bicicleta…

Cuando éramos chicos era un juguete para niños ricos, contrastando con la actualidad que su tenencia se ha popularizado. A los chicos le gusta andar en bicicleta, pero es cierto, no hay tantos como antes que también se veían con triciclos o karting. Ahora se ven más a los grandes usándolas.

¿Te hubiera gustado tener tu propia bicicletería?

Me gusta estar rodeado de la mecánica de bicicletas. Tuve oportunidades pero por diferentes circunstancias no pude, ya que mis padres se enfermaron y estaban a mi cargo.

 ¿Vos andás en bici o de tanto verlas no querés saber nada?

Vivo en Glew con mi señora y cuatro hijos -tres mujeres y un varón más chiquito-, me levanto a las 6 de la mañana para estar acá a las 9 y a veces vengo y vuelvo en bicicleta. Tardo más o menos dos horas y media pedaleando tranquilo y lo disfruto.

¿Alguna vez viviste en San Telmo? ¿Los clientes ya te conocen?

Cuando vine de Corrientes viví un tiempo acá al lado, sobre la calle Defensa, donde ahora hay un baldío. Estuve hasta que me fui a vivir a la provincia. Sí, hay muchos clientes que me conocen también porque es la única bicicletería que queda en la zona. Había una frente a la calesita y otra al lado y ya no están. Después está la sucursal de Mila en Garay y Tacuarí.

¿Cómo ves al barrio?

Muy cambiado. Están los turistas que recorren el parque con guías, hay mucha gente nueva, negocios de comida. Lo veo bien. Siempre me gustó San Telmo, especialmente este lugar que es el parque Lezama, mis hijos lo conocen y también a su calesita.

Texto y foto: Isabel Bláser

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