Las escuelas patrimoniales del Casco Histórico
Por Clara Rosselli
Muchas veces hemos pasado delante de sus fachadas sin darle importancia a su arquitectura. Las consideramos esencialmente lugares donde los niños asisten para aprender, sin percatarnos de que la mayoría de las escuelas fueron construidas reivindicando diferentes ideales de una nación que se construye con cultura y educación.
Estos ideales –en el caso de las escuelas- se sostenían simbólicamente con una infraestructura que le servía como medio de expresión e identificación.
En nuestro recorrido por San Telmo, distinguimos estas disímiles líneas de pensamiento que están infaliblemente ligadas a ciertas épocas y visiones.
A simple vista descubrimos las escuelas “más antiguas”. Estás probablemente hayan sido erigidas entre las tres últimas décadas del siglo XIX y la primera del XX, cuando en Argentina se llevó a cabo un proyecto de país en el que la educación fue un eje de importancia en los planes políticos. La arquitectura de la educación se tornó monumental y ornamentada y pasó de ser un simple espacio de aprendizaje a convertirse en una herramienta pedagógica que transmitía valores. Y como tal, su diseño, dimensiones, materiales y presencia debían representar el significado de la educación.
De esta manera muchas escuelas, no solo del Casco Histórico, presentan ciertas características generales que las identifica. Algunos las han llamado escuelas-palacios, por sus rasgos más evidentes: fachadas colosales; pasillos y galerías anchos; aulas amplias con un pizarrón al frente; una puerta lateral y grandes ventanales verticales hacia el otro lateral; generosos patios cubiertos y descubiertos; escaleras de mármol con barandas de bronce o de madera; salón de actos debidamente decorado o sala de música y un jardín. Cada espacio es distinto al otro evidenciando la actividad que en ellos se realiza. En las fachadas aparecen uno o varios de los elementos de la arquitectura neoclásica: simetría; columnas simples o apareadas; pilastras; ornamentos; frontis rematando los accesos; un basamento en toda la parte inferior del edificio; cornisas pronunciadas en los remates superiores; almohadillado en el dibujo de los revoques exteriores; entre otras cosas. Muchos de estos edificios han sido protegidos como patrimonio a conservar.
Paseando por el barrio, en la esquina de Perú y Av. Independencia, distinguimos a la actualmente renovada Escuela Hipólito Vieytes. La misma es de 1884 y pertenece al Plan Benjamín Zorrilla, quien en ese entonces presidía el Consejo Nacional de Educación (CNE). Durante su gestión se diseñaron una gran cantidad de escuelas que se encuentran distribuidas por todo el país. Los arquitectos encargados fueron Raimundo Battle y Carlos Morra.
También encontramos -con las mismas características- a la Escuela Normal N° 3 Bernardino Rivadavia, sita en Bolívar 1235. El edificio es de 1901 y pertenece al plan ya referido del Consejo Nacional de Educación. El arquitecto fue Carlos Morra y, como era de esperar, su estilo es neoclásico.
El edificio original de la Escuela Dean Funes, sita en Defensa 1431, perteneció al Plan Benjamín Zorrilla. Se construyó en 1884 y su arquitecto fue Carlos Altgelt. Pero más tarde fue demolida y se reconstruyó de la manera que hoy la conocemos.
El Colegio Otto Krause, enclavado en Paseo Colón 650, se “desprendió” como un área pedagógica de la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini. Es la primera Escuela Industrial de la Nación. Su erección estuvo a cargo del ingeniero Otto Krause. El diseño es de 1898 y la construcción se extendió desde 1903 a 1908, durante la segunda presidencia de Roca. Actualmente es Monumento Histórico.
Alejándonos unas cuadras hacia Monserrat, en Bolívar 263 nos encontramos con el Colegio Nacional Buenos Aires que también es Monumento Histórico Nacional. El edificio que hoy vemos es de 1908/18, momento de grandes transformaciones en la ciudad. El proyecto perteneció al arquitecto Norberto Maillart quien también diseño el Palacio de Tribunales y el Correo Central. La empresa constructora fue GEOPE, que tuvo a su cargo muchas grandes obras de esta época.
Durante el mismo período, principios de siglo XX, edificios de toda índole y función fueron levantados con los mismos criterios de líneas neoclásicas y luego fueron adaptados como escuelas. Es el caso de la antigua casa del Dr Juárez Celman, en Chacabuco 922. Hoy es el Colegio Nacional N°7 Juan Martín de Pueyrredón. Para su nueva función como escuela se techó el primero de los tres patios con una franja aventanada de vitraux de colores que recorre el perímetro de la galería del patio.
El Instituto Privado Simón Bolívar, sito en Bolívar 1163, corrió la misma suerte: originalmente era una residencia privada, encargada -en los primeros años de 1900- por la señora Irene T. de Martinez de Hoz. Más tarde, en 1926, la vivienda se amplió y modificó para albergar al colegio Dolores Lavalle de Lavalle y más tarde pasó a ser el actual Instituto Simón Bolívar.
Idéntico destino tuvieron los depósitos y dependencias de la Compañía de Electricidad con respecto a su edificio de Azopardo 1181 que hoy es el Instituto de Formación Técnica.
Hacia la década del 20 se extendió en el país una corriente nacionalista reaccionaria al eclecticismo de la época a la cual se adhirieron importantes arquitectos. Edificios públicos y privados se diseñaron y construyeron con un estilo neocolonial. Influencias del barroco hispanoamericano: paredes modestas y blancas; uso del arco escarciano; rejas de hierro -entre otras características-, distinguen este estilo más “modesto”.
Con estos conceptos el arquitecto Alberto Gelly Cantilo modificó en 1926 el edificio diseñado por Benoit en la calle Humberto Primo 343, que desde 1910 pertenece a la Escuela Guillermo Rawson. El primer edificio de 1858 albergó a la Facultad de Medicina y a partir de 1887, comenzó a funcionar como escuela.
Probablemente falten nombrar en este recorrido muchas escuelas del Casco Histórico, motivo que tal vez ustedes encuentren como excusa para preguntarse e indagar cómo fue la historia de las aulas de esos edificios donde hoy estudian nuestros niños.