Lidia Borda / Arcángel
Piel blanco de zinc, labios color membrillo, manos de hilandera furtiva.
Lidia Borda es un arcángel con el don del bel canto que, con su arte, se elevó al olimpo de las grandes damas del tango de todos los tiempos.
Nació en los arrabales arbolados del conurbano, que recorría en largas caminatas sin destino cierto. “Mi infancia la pasé en una ciudad chica con todos los códigos de lo urbano; mi madre había venido del interior, tenía esa cosa sencilla de lo criollo, que tiene tanto que ver con lo mío” recuerda, como una forma de religar lo terrenal de su origen con lo trascendente de su arte.
Entre la cocina de su casa y los deberes de la escuela, un Wincofon la conectaba con el canto de los juglares que acercaban, en forma de disco, sus hermanos mayores. Allí encuentra Lidia su pasión por el canto, que va a estudiar con ahínco.
La praxis vendrá con el rock y el blues en los sótanos de la Buenos Aires posmoderna de los años noventa.
En 1995 su hermano Luis Borda -guitarrista de culto- la vincula con el tango a través de Elvio Vitale, quien le otorga un lugar en el escenario del mítico Gandhi de la calle Corrientes, junto a Luis Cardei.
Ese encuentro la marcó a fuego. Luisito, elgnomo que sacudió al tango desde lo simple, hizo entender a Lidia que podía abordar su canto sin tener que ponerse pantalones por encima de la pollera.
«Cuando empecé a cantar la gente decía que no tenía voz para el tango. Y era porque no recordaban que había minas que lo habían cantado con un estilo bien delicado, con toda la sobriedad que puede tener una mujer. Busqué en las cantantes de las décadas del veinte y el treinta: yo trataba de rescatar, pero también de inventar, una estética con una sensibilidad definida de ser mujer”, decía la Borda.
Lidia aportó al tango tradición y originalidad a la vez. Su canto se vuelve decisivo y la cátedra la pondrá en un lugar elevado entre sus cultoras: María de la Fuente, Mercedes Simone, Azucena Maizani, Rosita Quiroga.
Su diáfana voz, formada en el rigor del bel canto, se junta con la “mugre” de la calle plena de nocturnidad, en la amargura del dolor del hombre común.
“En mis clases de canto aprendí a aceptar mi propia voz. Escucharla, reconocerla, aceptarla. Tu voz tiene que ver con tu geografía y con tu entorno histórico y social. Eso es identidad”, dice nuestro arcángel.
El arcángel vive en estado de gracia re-ligando lo terrenal con lo trascendente. Tal vez será su voz… seguramente será su dulce voz que va a resonar y sobresalir en todos los escenarios de la ciudad.
Participa en el Festival Internacional del Tango y será la voz de la orquesta El Arranque. También va a cantar en grandes escenarios del mundo: Festival Grec en Barcelona; Outono – Japón; Extremo Do Mundo, Portugal; Cité de la Musique – Palacio de Chaillot en Francia; Romaeuropa Festival, Italia; Goethe–Institut – Múnich; Festival de Dresden, Alemania y el Bergen International Festival – Noruega.
En 2002 su voz y su canto llegarán a lo sublime, interpretando “Será una noche” en la ceremonia de apertura de la Biblioteca de Alejandría, Egipto.
«Lo que más me gusta de las giras es volver» dice.
Lidia Borda, con la dirección -desde el piano- de Daniel Godfrid, realizó “Manzi, caminos de barro y pampa”, un disco donde aborda el cancionero atípico de Homero. “Me gusta ese registro, percibí que su poesía tiene límites muy imprecisos. Él viene del campo y descubre la ciudad, desde una mirada, para adentro”.
Manzi enlaza la ciudad con el campo, como Lidia Borda lo vino haciendo con su canto.
Consolidada como la gran cantante del tango de su tiempo, asume el riesgo de grabar un disco de música nativa con obras de Atahualpa Yupanqui, a quien dice admirar desde siempre, pero que también inspira un respeto frente al que pocos se atreven. Lidia se atrevió y ahí nació su Atahualpa, que fue presentado en el Salón del Libro de París.
“Me animé a hacer algunas cosas que yo habitualmente no cantaba, chacareras o canciones no identificadas con el tango”. Con el mismo espíritu aborda al Tata Cedrón en obras inéditas del mismo Manzi, Celedonio Flores y García Tuñón musicalizados por El Tata.
“Cuando empecé a cantar nunca pensé que iba a ser cantante, porque lo hacía naturalmente, no lo pensaba como una profesión. Creo que lo mejor que puedo hacer es cantar, no como un mérito, sino como lo que me tocó hacer. Como un destino”, dice nuestro arcángel del tango.
Archángelos, en griego, refiere a un espíritu celestial, elevado de y entre los ángeles.
En 2011 Lidia Borda llega a la gloria del premio Gardel, por su disco en vivo en el teatro Coliseo.
En 2019, siempre con Daniel Godfrid en el piano, presentan “Caramelos Surtidos”; desde lo sublime interpretan a Charly García, al flaco Spinetta, a Chico Buarque. Ese año, en la ciudad de Mendoza, recibirá nuevamente el premio Gardel y el reconocimiento como Ciudadana Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires y Personalidad destacada de la cultura de la Provincia de Bs. As.
Lidia Borda está por mérito y valores en la monarquía del arte, pero rechaza las alfombras rojas del poder para estar con la gente de su pueblo, unida por un hilo invisible.
“El hilo invisible” es el disco que publicó -vía Acqua Records- el gran músico Luis Borda junto a su hermana Lidia y que presentaron en el Centro Cultural Kirchner, en diciembre 2022.
“El hilo expresa esa red que se va armando en las relaciones humanas y que logra tejer una especie de urdimbre que trasciende al tiempo y a la muerte”, explica Lidia.
La muerte específica a la que alude es la de Alejandro Borda, hermano de ambos, que partió en 2020 y a quien dedican el disco. “Teníamos un lazo entre los tres, muy fuerte y también con nuestra madre, que era modista y fue cosiendo el vínculo, la trama amorosa con hilo invisible entre los hermanos”.
Luis vive en Berlín y sufre el desarraigo que vuelca en su música y letra en una obra de ocho piezas eclécticas que Lidia canta con dolor ancestral.
Los Borda cantan “Vuelvo al sur” de Piazzolla y Solanas y encuentran en San Telmo el nudo gordiano de su hilo invisible.
Vivo en San Telmo, en Buenos Aires / va recorriendo lunas y calles / buscando amores, mugres, coraje. Vivo en San Telmo.
Texto e ilustración: Horacio -“Indio”- Cacciabue