Liliana Herrero: activa en el mundo, anclada en el barrio
Por Diana Rodríguez
Las canciones que canta Liliana Herrero parecen no brotar de su garganta sino más bien de la profundidad de sus entrañas. Artista comprometida con la búsqueda de la identidad cultural, acaba de publicar su disco número 15, llamado “Este tiempo”. El repertorio está integrado por temas de diversos autores, como Luis Alberto Spinetta, Hugo Fattoruso, Juan Falú, Jaime Roos, Ramón Ayala y Rubén Rada.
Siguiendo la huella de su admirada Mercedes Sosa, Herrero lleva con orgullo el título de “intérprete”: “Me gusta reversionar las canciones que elijo para interpretar. Para mí, interpretar es intervenir e interrogar esas canciones y ver qué otras cosas se pueden hacer con ellas, además de lo que ya se ha hecho”, explica desde el living de su casa, rodeada de cientos de libros y discos.
La biblioteca ocupa dos paredes completas, del suelo al techo. “San Telmo, y sobre todo el Parque Lezama, están muy ligados a la literatura”, sostiene la cantante, que vive a metros del parque, en Brasil y Defensa. “No viviría en otro lugar de Buenos Aires. Otros barrios, como Palermo, son más escenográficos. Esa parte de la ciudad es una extraordinaria metáfora de los 90, del neoliberalismo”, sentencia. Varias veces, durante la charla con TELMA, Liliana menciona a su marido (el sociólogo y profesor de la UBA Horacio González, actual director de la Biblioteca Nacional): “Leer el diario con él, los domingos en El Británico, es como una religión”.
Ganadora del prestigioso Premio Konex de Platino, como una de las cinco mejores cantantes de la década 1995-2005, Herrero nació en Villaguay, Entre Ríos. Empezó a bucear en las raíces folklóricas argentinas en los 60 y trabajó en la docencia desde 1973. Entre 1990 y 1994 fue Directora de la Carrera de Filosofía en la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario. Vecina y amiga de Fito Páez, fue él quien la incentivó a grabar sus primeros discos.
Durante el transcurso de 2010, realizó conferencias en el Centro Pablo de la Torriente Brau en La Habana (Cuba), cantó en la apertura de la 10ª edición del Foro Social Mundial en San Leopoldo (Brasil) y fue representante de la Argentina en la Expo Shanghai junto al músico Juan Falú. Además, fue invitada del pianista Guillermo Klein para actuar durante una semana de agosto en el mítico club de jazz Village Vanguard de la ciudad de Nueva York.
Además de sus actuaciones y participación en eventos musicales internacionales, tiene una trayectoria académica importante. Ha organizado numerosos paneles, conferencias, cursos y seminarios en los que se han tratado los conceptos de identidad y de tradición, así como el tema de la voz como metáfora e inflexión cultural. Sobre estos temas realizó exposiciones en instituciones universitarias en Chile, Francia (París), Alemania y Noruega.
A pesar de su impresionante background académico, Herrero se muestra como una persona muy sencilla. “Me gusta recorrer la calle Defensa. Si uno quisiera recorrer la historia argentina puede hacerlo perfectamente caminando esas quince cuadras entre Brasil y la Plaza de Mayo. Siempre me pareció muy interesante. Me gusta a veces ir al Museo Histórico o caminar por Caseros”, explica.
Al mismo tiempo dice que le desagrada Puerto Madero por ser “un barrio emblemático del menemismo. Creo que Buenos Aires es una de las ciudades que más emblemáticamente se ha construido de espaldas al río. Por más que hagan los puentes y barrios modernos que quieran hacer, el río se ha transformado prácticamente en una propiedad privada”.
Una y otra vez se nota su predilección por los ríos: “Para mí, el río es muy importante. Rosario no es una ciudad que dé la espalda al río. En Entre Ríos no hay ninguna ciudad que no esté cerca de un arroyo, de una laguna o de un río”, explica.
A propósito, uno de sus trabajos preferidos es “El Litoral” (2005), el disco doble que incluye uno dedicado al “Paraná” y otro al “Uruguay”.
En la música, dice: “No tengo prejuicios respecto de los géneros, todo lo contrario, soy bastante libre en ese sentido, y eso me alegra. Las formas de la música tienen caminos infinitos”, concluye. Igual que los ríos argentinos.
Anclada en el barrio
“Es muy interesante la vida del barrio. Tengo buena relación con los vecinos, voy siempre a la misma carnicería, a la misma verdulería, al kiosco. La verdulera es una peruana magnífica. Conversamos mientras elijo las frutas y las verduras. Ella me pregunta sobre mi música, y yo la interrogo por su familia. La farmacéutica de abajo siempre está muy enterada de lo que hago, a veces me cuenta sobre notas mías que han salido en los diarios, que yo ni me entero. Hay una relación muy cordial, cierta familiaridad, cierta contención, también. Cuando bajo rápido a buscar un remedio, Mónica (la señora de la farmacia) siempre está dispuesta a tomarme la presión o aconsejarme cuando me siento mal. También tengo una relación estrecha con la gente del lavadero, que siempre está atenta a lo que necesito. Es como un sistema de familiaridad y de solidaridad. Eso es un barrio. Estamos siempre hablando de las cosas que suceden. Es como una especie de familia, con sus conflictos, sus tensiones y sus cordialidades”.