“Llegan a la peña y se olvidan de todo”.
Hace ya varios años que el barrio y sus alrededores son escenario de la “Movida Peñera”. En plazas, centros culturales, o en la calle misma suenan zambas y cualquiera puede acercarse a desenfundar el pañuelo. Lo cierto es que las peñas del sur porteño se han convertido en mucho más que un sitio onde suena música folklórica y solo los entendidos salen a bailar.
“Todo el tiempo nos pasan cosas fuertes con la gente, nos ha ocurrido con personas que con problemas serios de salud o de laburo, nos dicen que llegan a la peña y se olvidan de todo”; cuenta Pablo entre mate y mate. Marcelo Martín y Pablo Salinas organizan desde hace 4 años en Costanera Sur, la peña “Para seguir Bailando”. Es al aire libre, empieza a las 21 y termina a las 6 de la mañana y cada año recibe más gente.
¿Cómo empezaron con esta movida?
Pablo – En un viaje que hice a Santiago del Estero fui a una peña y no podía creer lo que sucedía con la gente. Ahí decidí que quería ser parte de eso. Empecé aprendiendo a bailar en el Centro Cultural Sur de la Boca, pero cuando a fin de año terminaron las clases nos quedamos con ganas de seguir. Después, nos enteramos de una movida que había surgido unos 10 años atrás en costanera, que originaron otros “locos lindos” -Daniel y Teresita Mirarchi-, ellos fueron los que llevaron el grabador y se dieron el gusto de “Seguir Bailando”. Así surge la peña que después se muda a un galpón del pasaje San Lorenzo y se convierte en La Encrucijada, que inauguraría el boom peñero de la zona y se convertiría en una de las más importantes de la Ciudad.
Después de tanto tiempo y con tanta gente que los sigue ¿Qué responsabilidad sienten que tienen?
Marcelo – La gente necesita cariño, se siente contenida y es lo que nosotros queremos. Yo empecé con esto porque estaba cansado del maltrato, de que te cobren y seas una entrada más y, como filosofía que aplico a todo en mi vida, cuando veo algo que no me gusta me pongo a trabajar para cambiarlo. A veces, en el medio de la noche, cuando estamos ocupados haciendo cosas para que todo salga bien, me doy vuelta y veo a ese mar de gente en un estado de felicidad pura y no lo puedo creer. Mucha gente espera ese día y nadie se va sin saludarnos con un abrazo. La responsabilidad es mucha pero es hermosa.
¿Qué anécdota recuerdan que refleje esa intensidad en la gente?
Pablo – Podríamos hablar horas, me acuerdo de una noche en la Costanera, que estaba horrible el clima y aún así vino mucha gente. Empezó a llover, me apuré a correr los equipos a un techito que encontré por casualidad. Estaba preocupado porque podía haber un problema con los cables ya que cada vez llovía más fuerte y teníamos que suspender; en eso, me doy vuelta y veo a todos bailando
bajo la lluvia. Un amigo me mira y dice: No cortes negro, seguí… y seguimos así, bajo la lluvia.
En el imaginario de mucha gente está la idea de que las peñas son para gente mayor ¿Quiénes van hoy?
Marcelo – Gente de 18 a 100 años. Vecinos, profes, músicos, estudiantes del IUNA. Ese es nuestro objetivo, que vengan todos. Por eso, para “Seguir Bailando” es gratis y en la peña “Que los Parió” cobramos un precio popular que nos alcanza para pagar el lugar y a los músicos. Nosotros no nos llevamos ni un mango de esto, pero lo que buscamos viene por otro lado y por suerte con cada peña y en cada demostración de amor de la gente, siento que la misión está cumplida.
Organizar un evento así no debe ser tarea fácil, debe implicar mucho tiempo y trabajo ¿Cuál es el esfuerzo que hay detrás de una peña?
Pablo – Mucho, desde llevar los equipos, hasta poner las mesas. Hacer la difusión, probar el sonido, preparar la música, organizar la comida, arreglar con los músicos, buscar el lugar en el caso de las que organizamos mensualmente. Es mucho esfuerzo pero también tenemos gente “de fierro”, amigos y colaboradores que nos ayudan y nos ofrecen su tiempo y su trabajo “de onda” para que esto siga y sea mejor.
Los chicos siguen contando anécdotas y se los escucha con una “polenta” inagotable para encarar el esfuerzo que requiere mantener vivos estos puntos de encuentro, estos lugares de pertenencia que hacen que mucha gente sea un poco más feliz. Tarea que no solo Pablo y Marcelo se “ponen al hombro”, son muchos los que, como ellos, “transpiran la camiseta” de lo nuestro.
Muchas veces presenciamos momentos impresionantes, sueños cumplidos, alegría que se hace presente y se comparte, lugares propios, encuentros de las almas y de los cuerpos, en la danza, en la risa, en el placer de la música. Lugares libres, que te dejan “ser” sin un precio en pesos. Pero esto no sucede como fenómeno fortuito, si bien está allí, hay quienes un día lo soñaron, lo pensaron, lo creyeron posible y lo “laburaron” para que sea. Nuestra única tarea entonces sería: Cuidar a los “guardianes”, que hacen posible una parte de nuestra felicidad.
Cecilia Calderón