Lo que nos hace diferentes también puede distinguirnos

Por Daiana Ducca – Foto Hugo M. Del Pozo

Al proponernos hablar sobre lo diferente y su integración en el barrio, quisimos tratar los  aspectos más variados posibles. Pero surgió el interrogante de ¿qué parámetros utilizar para saber qué es diferente y qué no?.

Si nos centramos en la lógica de la sociedad en la que vivimos, el cuerpo es el lugar de la diferencia. Y hay un único ideal de cuerpo que se impone como verdadero que es el que no tiene ningún problema físico. Pero ¿qué pasa con los que no coinciden con estos parámetros?

Dora Inés Monteagudo - Foto Hugo del Pozo

Dora Inés Monteagudo – Foto Hugo del Pozo

Dora Inés  Monteagudo o  “Dorita”, como la conocen  todos, es una mujer de 66 años que desde los 22 es maestra por oficio, ya que cuando estaba estudiando  en el Liceo 3el bachiller de docencia no la dejaron continuar por ser enana. Pero lejos de dejar que sus sueños se frustren Dorita si bien se dedicó a otras cosas por un tiempo, finalmente la docencia era su verdadera vocación. Así es que continúo ejerciéndola desde su casa, dando clases de apoyo a niños de distintos niveles.                                                                                                                                    Ella cuenta que  vivía en un conventillo en calle Carlos calvo al 300. Allí la gente que la conocía comenzó a insistirle para que comenzara a dar clases de apoyo. “Las mismas maestras de la escuela Rawson  me mandaban a sus alumnos, porque tenían mala conducta y para que les enseñara. Llegué a tener medio curso de un primer grado”, recuerda Dorita con una amplia sonrisa.

Al hablar con ella, se puede percibir “una persona con carácter firme pero alegre y dulce a la vez”, así fue como la describió su prima María Ángela Varela que es vecina y colaboradora del periódico, y creo que efectivamente esas cualidades la definen.

Con sus más de cuarenta años ejerciendo esta tarea, enseñando a dos generaciones ya que muchos de aquellos niños hoy son  profesionales que envían a sus  hijos a las clases de apoyo, Dorita ve en la educación un retroceso  y cuenta “yo hablo mucho con los chicos, a veces están un poco desorientados por la ausencia de los padres ya que hoy en día deben trabajar mucho para cubrir las necesidades de la familia”.

Ella afirma que el amor por los niños es una condición esencial para poder dedicarse a la docencia y agrega “estoy agradecida por el respeto que me tienen  los chicos y me llena de  alegría y satisfacción que me sigan recordando”.

Y es que Dorita forma parte de los recuerdos de la infancia de muchos adultos, como es el caso de una vecina del barrio dueña de una conocida pizzería,  Silvia “Pirila” Vizzari, quien fuera alumna suya. Silvia relata “Dorita fue mi maestra  de apoyo en la primaria. Tengo un lindo recuerdo de ella y de la familia. Como había diferentes grupos de estudio, mientras esperaba mi turno, me quedaba en la cocina con la madre. Dorita me dio un apoyo escolar fantástico”.

Lejos de la lógica del mundo actual, la experiencia y la vida de Dora ponen de manifiesto que su diferencia radica en realidad en la manera en que realiza a diario esa tarea tan difícil y valiosa, que es enseñar  Esto es  lo que la distingue y deja traslucir otra de las acepciones de la palabra “diferente”, muy lejana a  la connotación  negativa que se nos presenta en primera instancia al pensar en este término. Lo que nos diferencia son las características propias, distintivas y es también lo que nos hace especiales.

 

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