Los espacios verdes y no tan verdes del barrio

Por Isabel Bláser

Los que vivimos en la ciudad necesitamos tener algún oasis cerca para no mimetizarnos del todo con el gris del cemento. Por eso sacamos a relucir, en los balcones; patios; terrazas; cocinas; algún rincón del cuarto o cualquier lugarcito que encontremos, una planta o algo que se le parezca de color verde para reconfortarnos con la naturaleza y no sentirnos tan desamparados por ella.
San Telmo tiene, entre otras cosas, el encanto de las callecitas y veredas angostas, las casas con arquitectura antigua, los cafés amigables con pisos de madera que rechinan por añejos, pero (y cuando uno pone “pero”… cerremos los ojos porque viene lo peor) pocas o casi ninguna calle con árboles y pocos espacios verdes en general.
Me propuse revalorizar nuestro barrio y sus alrededores en ese sentido, a fin de refutar esa supuesta verdad. Para ver con mis ojos si era tan así, salí a buscar espacios verdes.

El Parque Lezama, Monumento Histórico. Foto: Edgardo "Super 8" Gherbesi.

El Parque Lezama, Monumento Histórico. Foto: Edgardo "Super 8" Gherbesi.


Les pido que me acompañen en este recorrido porque, créase o no, descubrí algunos lugares que nunca había registrado en mis incursiones santelmeñas y que me sorprendieron gratamente.
No puedo dejar de invitarlos a caminar por el Parque Lezama, que se encuentra sobre una de las pocas barrancas naturales de la ciudad, entre las calles Brasil y Defensa, y las avenidas Martín García y Paseo Colón. Él forma parte de nuestros orígenes, cuando mucha de la actividad social pasaba por sus canteros sembrados con plantas exóticas y árboles de todo el mundo logrando así una riqueza y variedad que -junto con sus esculturas y monumentos- lo han ubicado en uno de los lugares más atractivos de Buenos Aires. El enorme paisajista Carlos Thays -en 1904- renovó sus plantaciones y le dio su impronta con un estilo francés creando sectores sombreados, agregando fuentes de agua, una pérgola y poniéndole a cada avenida interna un nombre que tenía que ver con lo sembrado a ambos lados, por ejemplo: Avenida de los Paraísos, de las Tipas, de los Jacarandaes, de las Palmeras (que aún se conserva junto con sus jarrones originales), etc.
El Lezama es un símbolo de nuestra ciudad y tanto es así que Sábato en su obra cumbre -Sobre Héroes y Tumbas- ubica a su personaje Martín, en uno de sus bancos. También Estanislao del Campo lo nombra en Fausto y Baldomero Fernández Moreno -en 1941- le escribe un poema que lleva su nombre. Pienso que todo esto no es casualidad, cuando lo recuerdo en mi caminata por sus senderos.
Si nombramos San Telmo, inmediatamente lo relacionamos con la Plaza Dorrego que es el lugar verde más antiguo de la ciudad después de la Plaza de Mayo. Las calles que la circundan son: Defensa, Humberto Primo, Anselmo Aieta y Bethlem. Actualmente es una plaza “seca”, sin pasto y con pocos árboles, ya que en 1931, cuando se retiró de allí la escultura “Canto al trabajo” para colocarla en Plaza Colón, se transformó en un potrero y entonces la Cía. Argentina de Electricidad -que tenía su sede enfrente- consiguió el permiso para cementarla. Por ella pasa la vida del barrio, se ha transformado en el centro de atracción de los vecinos y los visitantes -cualquiera sea su origen- sobre todo los domingos cuando despliega sus «luces» encandilando a todos los que la transitan por su famosa Feria de Antigüedades llena de puestos armados para la ocasión y rodeada de artistas callejeros que contagian su creatividad a los transeúntes, a los que no les alcanzan los ojos para ver todo y, entonces, usan sus cámaras de fotos continuamente a fin de que esa magia perdure -de alguna manera- en sus recuerdos. Para «sentirla» hay que «vivirla», por lo tanto, les dejo la inquietud.

La Plaza Dorrego. Foto: Edgardo "Super 8" Gherbesi.

La Plaza Dorrego. Foto: Edgardo "Super 8" Gherbesi.

Salgo del «centro» del barrio y encuentro sobre la Av. San Juan, entre Chacabuco y Piedras, la Plazoleta Rosario Vera Peñalosa, en honor a la maestra del mismo nombre. Hace alrededor de 10 años la llenaron de árboles y arbustos nuevos y unos vecinos jubilados comenzaron a jugar a las bochas, sobre la tierra, en un sector que da a la calle Chacabuco. Hace un tiempo la cercaron, pusieron mesa y sillas, un horno de barro e hicieron un lugarcito de esparcimiento para un Centro de Jubilados que la disfrutan. El Gobierno de la Ciudad la enrejó, como a tantas otras, renovó los juegos para los chicos (aunque muy pocos para mi gusto), lo mismo que el arenero, los bancos y las partes de cemento.

La Plaza Rosario Vera Peñalosa. Foto: Edgardo "Super 8" Gherbesi.

La Plaza Rosario Vera Peñalosa. Foto: Edgardo "Super 8" Gherbesi.

Sigo por San Juan para el lado del Paseo Colón y a la altura del 600, frente al San Juan Tenis Club, está la plaza Cecilia Grierson. En realidad digo plaza, pero ahora es un terreno tomado por alguien a quien las autoridades parecen no ver. Los vecinos seguramente no tendríamos ningún problema que viviera en las instalaciones de la plaza si la cuidara, la vigilara y respetara que es un espacio para la recreación de todos. A esa plaza yo llevaba a mis dos hijos desde que se inauguró. Me paro en la vereda a mirarla, como otras veces, y no puedo creer lo que observo. Está toda sucia, con una empalizada que cerca parte de ella. No entiendo. Me pregunto: “¿Qué pasó? ¿Por qué lo dejan? ¿Quién es el que la habita que tiene tanto poder?”.

La Plaza Cecilia Grierson, en semi-abandono. Foto: Edgardo "Super 8" Gherbesi.

La Plaza Cecilia Grierson, en semi-abandono. Foto: Edgardo "Super 8" Gherbesi.

Pero no me detengo, porque prefiero siempre mirar el «vaso medio lleno» y camino hasta la Av. Juan de Garay y Bolívar, donde encuentro «la otra cara de la moneda». La plazoleta Juan Carlos Castagnino, donde un grupo de vecinos creativos, optimistas y con inquietudes sociales hicieron de un baldío un oasis. Entro en la plazoleta porque su puerta enrejada está abierta, me siento en un banco debajo de uno de los árboles plantados por ellos y observo a una mamá que enseña a su niña a andar en patines mientras ella toma mate. Me acerco, me presento, cruzamos unas palabras y me atrevo a pedirle un mate. Ella me mira, levanta el termo, pone el agua y me convida. En este momento siento que los vecinos que idearon ese espacio barrial cumplieron con su objetivo. Es un lugar digno de conocer, todo es amigable, el verde de las plantas, el colorido de sus flores y la gente que la frecuenta. No se la pierdan.

La Plazoleta Castagnino.

La Plazoleta Castagnino.

Sigo viaje, doblo por Bolívar hasta Independencia y de allí a la esquina con Perú. Me encuentro con un terreno cercado… miro bien porque pensé que me había equivocado de esquina, pero no… hasta hace poco ahí mismo estaba la Plazoleta Néstor Kirchner, donde algunos vecinos los sábados se sentaban al borde del cantero, con plantas cuidadas por ellos, a tomar unos mates mientras eran testigos privilegiados de un buen partido de ping pong, que se jugaba en una mesa aportada por uno de ellos. Me paro frente a la empalizada llena de carteles de propaganda y maldigo a esa pala mecánica que -sin ton ni son- volteó un pedazo del pequeño mural de venecitas realizado por la artista plástica Nushi Muntaabski y deshizo parte de los grafitis -obras irreproducibles- creados por nuestros artistas callejeros.

La Plazoleta Nestor Kirchner (antes que fue demolida).

La Plazoleta Nestor Kirchner (antes que fue demolida).

Pero como lo oí decir en una conferencia al Arquitecto Peña: «si no hubiera obstáculos, dónde estaría la gracia». Entonces, más que lamentarnos, vecinos, busquemos otro lugar para que una idea se transforme en convicción y ese otro lugar puede ser la plazoleta Rodolfo Walsh, que desde el año 2009 está en la esquina de Perú y Chile, donde hay un mural de la agrupación HIJOS, un banco de cemento y un pequeño arbolito que sobrevive aún a la inclemencia de los transeúntes y automotores que circulan por esa esquina. Los vecinos más cercanos están preocupados porque está sucia, la usan -como a otras tantas- de baño público y de encuentro barrial -o no tanto- regado de vino, cerveza o lo que quieran imaginarse. Sé que algunos vecinos se están organizando para hacer de ese espacio público un lindo lugar de descanso y disfrute. Mientras tanto, Walsh -desde el balcón del mural- parece decirnos: “mírenme a los ojos a ver si puedo transmitirles el coraje para seguir la lucha hacia un mundo mejor o, en este caso, un espacio público mejor”.

Parte del mural de la Plazoleta Rodolfo Walsh.

Parte del mural de la Plazoleta Rodolfo Walsh.

Ya voy dando la vuelta y, aunque parezca mentira, en las dimensiones del barrio más pequeño (en tamaño, obviamente) de la ciudad y sus aledaños me quedan por recorrer: la plazoleta 30.000 Compañeros -Paseo Colón y Cochabamba-; la Joaquín S. De Anchorena -Av. Belgrano y Piedras-; la Alfonso Castelao -Bernardo de Irigoyen e Independencia-; entre otras.
Las plazas, parques y plazoletas no solo son para el recreo, descanso o paseo de los vecinos, además, -algunas- simbolizan el homenaje que los habitantes les hacemos a quienes están cerca de nuestros corazones y queremos dejar plasmado ese sentimiento en nuestro hábitat. Por eso, sería bueno que las autoridades y los mismos vecinos las conociéramos, respetáramos y ayudáramos a cuidarlas.

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1 respuesta

  1. Laila dice:

    Muy interesante la nota. Reconozco que todos esos lugares existen y que cada uno tiene lo suyo; lamento tambien muchismo la destruccion, no solo de las obras artisticas de la esquina de Peru e Independencia, sino tambien la de todas las plantas que fueron arrancadas de cuajo y tiradas a la calle sin mas. Soy una vecina del barrio y me pregunto de que manera puede uno proponer que todos los espacios baldios y/o abandonados de la zona sean transformados en espacios verdes, aunque mas no fuera a modo de concesion temporaria u otra forma similar. Tanto en San Telmo como en Monserrat abundan los terrenos abandonados y repletos de basura y ratas grandes como gatos. A donde habria que recurrir? Desde ya muchas gracias y los felicito por el diario.

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