“Los tambores hipnotizan… no es ruido, es dignidad”

Así, con esa frase contundente, Hugo Fattoruso, el notable músico uruguayo, “sacudió” la conversación que tuvo hace unos días con El Sol.

Otra vez el escenario de la Usina del Arte lo tuvo como protagonista, pero -ahora- de la mano de la Orquesta Nacional de Música Argentina “Juan de Dios Filiberto” (fundada en 1932 por el gran compositor argentino con el nombre: Orquesta Porteña), dirigida por el Maestro Luis Gorelik.

El Sol: ¿Conocías la Orquesta?

Hugo Fattoruso: Fuimos invitados por su Director, hace aproximadamente tres meses. En ese momento me comentó que la Orquesta había estado dando conciertos con compositores y actores argentinos y, para este año, la idea era sumar artistas de otros países. Fue una muy agradable sorpresa -dada la categoría de la invitación que va de la mano con la categoría de la Orquesta que ya conocía cuando, en Montevideo, hicieron una presentación con Carlos Aguirre e Ignacio Montoya Carlotto y me convocaron para tocar el acordeón-.

E.S.: ¿Cómo se concretó?

H.F.: Después de eso, me mandó un mail y le propuse venir con nuestro Quinteto Barrio Sur (integrado, además, por Albana Barrocas -percusión y melódica-, Wellington Silva -tambor repique-, Mathías Silva -tambor piano- y Guillermo Dias Silva -tambor chico-). La participación de los tambores de candombe -que es descollante- es en tres temas y los tocan unos chiquilines -comparados conmigo, que tengo 74 años-.

E.S: ¿Cuál es el repertorio, teniendo en cuenta que se ensamblan con una orquesta de música argentina?

H.F.: El maestro Gorelik me sugirió interpretar algunos tangos. Toco a compositores argentinos, pero no en ritmo de tango: “Piedra y camino” de Atahualpa Yupanqui; “Mano a mano” de Gardel y Razzano y “Adiós pampa mía” de Canaro, Mores y Pelay. El resto son siete piezas con música mía y arreglos de “Popi” Spatocco. Por otro lado, le pedí al Director unos minutos del recital para que la platea se deleite con el toque de los tres tambores.

E.S.: ¿Creés en el concepto de música rioplatense o cada orilla debe conservar su idiosincrasia, para sumar sus características?

H.F.: No pienso que la propuesta y los temas elegidos sean urbano Montevideo, porque traemos el candombe y, de aires locales, un valsecito que tiene reminiscencias del campo, una melodía que se parece al malambo, otra netamente sudamericana y una sola pieza muy particular que tiene “aire de Júpiter”. Pero todo es rioplatense.

E.S.: ¿Qué música influyó en tu formación?

H.F.: El chamamé, la chacarera y el tango me tocan el alma permanentemente desde que tengo conciencia; la conmueven. Existe en mi alma el sentimiento tanguero, los tangos canción de Gardel, los de Salgan, Troilo, Leopoldo Federico y Piazzola. Todo eso vive en mi alma.

E.S.: ¿Anterior a Los Shakers?

H.F.: De niño, porque mi tío era gardeliano. Los Shakers fue cuando era adolecente, aunque todavía lo soy pero ya con otro acercamiento a la apreciación musical. Escuchar cuando tenía 18 o 20 años a Piazzola, Troilo y Salgan, eso lo deja a uno tendido en el suelo. Es una aplanadora.

E.S.: ¿La primera vez que viniste con Los Shakers, te sorprendiste por la aceptación o la esperabas? ¿Rompieron todo, como dice la canción?

H.F.: Realmente fue una gran sorpresa que ese tipo de propuesta haya tenido el imán que produjo. Muy raro, porque cantábamos en un idioma foráneo. Yo cantaba espantoso, Osvaldo (su hermano, el legendario baterista, fallecido en 2012) me ayudaba. Pero sí, fue una tremenda sorpresa.

E.S.: ¿Cómo fue la experiencia de tocar con Djavan (exquisito músico brasileño)?

H.F.: ¡Ahhh! Djavan es uno de los queridos de mi alma. Es un gran compositor, tan centrado, tiene sentido común, no “entra” en la palabra humilde. Es una persona muy agradable, su música muy buena. Lo mismo el “capo de los capos”, Chico Buarque, que está pasado de dosis de elegancia y de gracia; es un genio. Cómo maneja la guitarra… no es que la toca siempre, pero lo que construye musicalmente con sus seis cuerdas es un enigma para los estudiosos porque no pueden descifrarlo, porque no está basado en estrategias académicas. Otro músico increíble es Milton Nascimento. Viví ocho años en Brasil, un año y medio “corrí la coneja” y luego me fueron conociendo e invitando a tocar con esta gente. Imagínense la felicidad que puedo conservar de ese tiempo, absoluta.

E.S.: ¿Teniendo en cuenta que la tuya es una familia de músicos, podés decir que con la música se come, se cura y se educa, parafraseando al Dr. Raúl Alfonsín?

H.F.: Pienso que sí, ya que si no estuviera trabajando en este circuito voy con el acordeón a la esquina a tocar porque siempre me voy a ganar el pan tocando música. No tengo que tener un contrato como el de Michael Jackson. La música me salvó la vida, por eso también enseño gratis. A los chicos que se acercan y quieren saber de mi música, no les cobro. Primero, porque todavía puedo trabajar: mis manos se mueven, mis piernas se mueven y, además, antes de cobrar toco en la plaza el acordeón… juro que sí. Tengo esa visión, por eso creo que educa.

E.S.: Algunos se quejan de los músicos, porque prefieren el silencio, diciendo que invaden los espacios públicos ¿Te parece que esa actividad debe regularse o debe ser espontánea?

H.F.: ¡¡Ay!! Hay cosas mucho peores, no sé si es tan grave eso, no sé si hay tantos músicos invadiendo la privacidad… hay tendencia a quejarse por cualquier cosa.

E.S.: Seguramente recordarás la cultura de tu barrio ¿Qué rescatás de ella como conducta vecinal que quisieras que la historia no “borre”?

H.F.: La pulcritud. Hoy en día es un tema difícil porque muchos tiran las cosas en la calle, fuera del contenedor. Me lamento por los que necesitan buscar en la basura, pero después que agarraron lo que les sirve tendrían que volver a poner todo adentro. Mucha gente ha perdido la dignidad y eso hace que no les importe. Cuando era chico no existía esa mugre, además el servicio de limpieza es espantoso. Por otro lado, el maltrato está a la orden del día … ha cambiado mucho la sociedad.

E.S.: San Telmo y la Ciudad Vieja en Montevideo, tienen un “aire” ¿Qué te parece que los asemeja?

H.F.: Las casitas sencillas, las calles empedradas que aquí se mantienen. En Montevideo, en su gran mayoría, las asfaltaron. No tiene sentido, no conservaron a la Ciudad Vieja como era. En las aceras había unos rectángulos de granito de un metro por cincuenta y cuando paso con mis amigos por alguna donde los conservaron, les digo: “Caminá y fíjate cómo descansa el cuerpo al pisar”. No sé qué hicieron, vendieron los granitos, pusieron baldosas, estaban las vías de los tranvías ya colocadas, la red eléctrica para los trolebuses, los garajes para guardar los tranvías, los mecánicos que los arreglaban… sacaron todo eso que, incluso, era una atracción para el turismo. No se entiende por qué hicieron eso. Rompieron la ciudad ¡Cuando veo esas cosas, me enojo!

E.S.: Si te digo San Telmo ¿Qué rinconcito recordás?

H.F.: Los puestos ambulantes, los feriantes, porque he trabajado en feria con mi padre. Íbamos a vender discos de 78 y cuando se caía una caja y se rompían todos los discos, no sabíamos dónde poner la cara… Además, tengo un amigo que vende vinilos en un local de San Telmo. Me encantan también los que bailan tango y el empedrado, porque es lo que habla de la época del barrio.

E.S.: Los tambores africanos son bastante resistidos en nuestro barrio, dicen que “por el ruido”. Sin embargo, Uruguay profundizó esas raíces musicales y las potenció ¿Imaginás por qué esa diferencia?

H.F.: Idiosincrasia. Bien tocados, hipnotizan. Tienen mucha gracia, mucha elegancia, armonía, disciplina ¡No es ruido… no tiene nada que ver … es dignidad! Cuando hay un cumpleaños en el Barrio Sur, de repente a la una o dos de la mañana dicen: “Vamos a tocar” y sale una cuerda de siete u ocho tambores. Cuando están tocando, todo el vecindario está feliz porque saben que no va a pasar nada, no va a haber ladrones dando vueltas ni borrachines, porque están los tambores y todo el barrio se contagia. Es incomprensible que molesten, es una celebración. Además, quien vive en Montevideo, en el Barrio Sur y en Palermo, ya saben que es así porque existen hace 200 años.

Fattoruso es una marca registrada en la música, pero a eso él le agrega la sencillez que caracteriza a las buenas personas y que no puede ocultar.

                                                 

Hugo Fattoruso (Montevideo, 1943), compositor, arreglador, multiinstrumentista y vocalista uruguayo. Ha dado la vuelta al mundo varias veces con su música. De Montevideo a Japón, Brasil, USA, Europa. Integró la banda Los Shakers (1964-1969), precursores del rock en América Latina; luego, con su hermano Osvaldo y Ringo Thielmann se radicó en Estados Unidos y formaron OPA (una de las primeras bandas en fusionar rock, jazz y ritmos latinoamericanos -candombe- y ritmos brasileños); volvió a Uruguay en 1981 y formó el grupo Barcarola y luego de su separación y por la falta de trabajo se radicó en Brasil trabajando con Milton Nascimento, Djavan, Chico Buarque, Naná Vasconcelos, Geraldo Azevedo; entre otros. Su pasión por el candombe lo llevó a formar el grupo Rey Tambor con un repertorio de clásicos del género de diferentes autores uruguayos, composiciones propias y versiones de canciones conocidas llevadas a ese ritmo. En 2015 fue reconocido con el Premio Konex Mercosur en la actividad Música Popular, por su calidad de músico más relevante de Sudamérica en la última década. Compartió su música también con: Hermeto Pascoal, Fito Páez, Jaime Roos, Rubén Rada, Leny Andrade, Moris, Daniel Mazza y Tomohiro Yahiro.

                               Texto y fotos: Isabel Bláser

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