“Lucy en el infierno”
Ernesto Aguilar, justo antes del estreno de su película
En 1967 salió a la luz “Lucy en el cielo con diamantes”, la canción grabada por Los Beatles en su etapa psicodélica. Cincuenta y un años después, se estrenará en Buenos Aires lapelícula surrealista “Lucy en el infierno”, escrita y dirigida por Ernesto Aguilar.
Seguidor de Ed Wood y de las películas clase B, Aguilar (46) lleva dieciocho films estrenados, entre ellos “La jactancia de los tontos” (2010), “La cumbia de los dioses” (2010) y Lisa (2016). Egresado de la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica (ENERC), el director se caracteriza por crear un universo personal -generalmente grotesco- que le vale adhesiones y rechazos.
Así como su film “Caro verde” (2008) recibió varios premios en el IV Festival de Cine Inusual de Buenos Aires, en general transita un género subestimado por la crítica.
En este caso, “Lucy en el infierno” propone una vuelta de tuerca sobre la violencia de género. Horacio (interpretado por Emiliano Díaz) es un empresario misógino y machista, atraído por las mujeres, especialmente las embarazadas. Tiene en su haber una larga lista de ex parejas, muchas de ellas empleadas suyas, de las que se deshizo luego de “usarlas”. Su vida cambia totalmente a partir de cruzarse con Olga (Romina Richi), una médica feminista que pergeña un plan macabro como venganza por el comportamiento de Horacio. El hecho de que el tema –tan en boga en la actualidad- sea tratado en tono de comedia negra puede llegar a herir susceptibilidades.
“Lucy en el infierno” es un grotesco en el que los personajes están exagerados pero que funcionan dentro de un contexto de una película que no pretende ser una bajada de línea. Es solo una visión de una historia con elementos surrealistas. “No pretendo otra cosa que contar una historia en esta clave que podría calificarse como ‘bizarro social´”, explica Ernesto.
El Sol: ¿Se puede hacer humor con cualquier tema?
E.A.: Absolutamente. Es un síntoma que vivimos en una sociedad abierta donde se puede opinar. En un país totalitario no se podría. La violencia de género es un tema complejo, no da para sentencias apresuradas. Todos coincidimos en que la violencia que se vive hoy es deplorable y tenemos que colaborar para que esto pare. Hay varias cuestiones debatibles: qué hacer frente a este terrible cuadro de situaciones. Todos los días hay una chica abusada e incluso asesinada ¿Cómo evitamos que esto pase? Es algo que antes estaba oculto y que depende de muchos factores culturales.
Vale la pena recordar el revuelo que ocasionó el estreno de “La vida es bella” (1997), cuando Roberto Benigni -su guionista, director y protagonista-, se atrevió a mezclar la comedia con los campos de concentración nazis.
“Me interesa construir un universo que sea propio de la película. Creo que hay un prejuicio sobre mi persona. No sé hasta qué punto el cine que salga de una forma determinada, sea considerado como ‘bizarro’. Con ese criterio, Buñuel, Almodóvar o Woody Allen serían bizarros, porque han construido un universo propio.
¿Esos directores que nombraste son tus referentes a la hora de filmar?
No necesariamente. Me gusta ver distintos tipos de cine, pero sobre todo, prefiero las películas de los años setenta y ochenta, cuando los directores y guionistas tenían la ambición de modificar cuestiones reales. Me gustan mucho Bergman, Fassbinder, Carpenter, Kubrick. Entre los argentinos, prefiero a Favio y Agresti. Yo mismo, pasé por varias etapas. No es lo mismo filmar a los 20 años, que a los 30 o a los 40: dirigí mí opera prima a los 22. Por entonces lo hacía para demostrarme mí mismo que podía hacerlo. Después, lo hice para atraer al público. Luego para ganar plata. Y ahora, hago cine a pesar de mí mismo porque siento la necesidad poderosa de contar una historia, que si no lo hago, no saldría a la luz.
No es casual que su productora se llame “Margen cine”, donde todos -incluyendo a su socio Juan Martín Stoffa y a su mujer, Marcela Suppicich- cumplen varias funciones como productores, editores y guionistas. De hecho, luego del estreno de “Lucy…” (el 15 de marzo), se viene “Ivy” -otra película en la que también actúa Emiliano Díaz- donde habrá una referencia más concreta al tema de la violencia de género, especialmente psicológica. El título proviene de Ivana, el personaje femenino interpretado por Paula Stephanus y será la segunda película que se estrenará en 2018.
Prolífero como pocos, Ernesto tiene varios proyectos entre manos. Mientras toma un té nos cuenta sobre “De despojos y costillas”, otra película que tiene “en la gatera”. En este caso, se trata de un drama familiar sobre tres hermanas que se reúnen en la casa de la madre para arreglar la venta del hogar. Ese día es un reencuentro, donde se evidencia la distancia que hay entre ellas, los temas ocultos que salen a la luz, una especie de nuevo comienzo. “Es muy realista, todo lo contrario a Lucy”, comenta Ernesto. También verá la luz “El secreto de Julia”, la más grande que haya hecho hasta el momento, en relación al presupuesto.
Cuenta que en septiembre se estrenará su largometraje número 60 (contando los cortometrajes y las películas en las que intervino solo como guionista o productor).
“Me siento con ganas de producir más tranquilo y enfocarme en historias, sin la premura de tener que estar en todas las funciones”, afirma.
Volviendo a “Lucy…, está convencido de que “la crítica nos va a destruir”.
¿Por qué?
Porque se cree que es solo para el público del Festival Buenos Aires Rojo Sangre, que es muy particular. En general, las críticas son bastante impiadosas con las películas que salen de la norma. Por otro lado, hay filmes que tienen buenas críticas y son un bodrio.
¿Hay mucho ego en el medio cinematográfico?
Sí, nunca me sentí cómodo con eso, tuve que luchar contra el mío y el de los demás. Es un medio muy individualista. Pero, por otro lado, todos luchamos con los egos para hacer algo. Eso hizo que eligiera el camino del cine independiente. Poder llegar a un rodaje y disfrutarlo, que no sea una competencia de egos. Yo prefiero el trabajo en equipo.
Hace tres meses nació su primer hijo, Leonardo. “La paternidad sin duda hace que uno cambie y eso se traslada a todo lo que uno haga. Me gustaría tener más tiempo para disfrutarlo y escribir tranquilo o producir a otros. La vida es cambio. Todos crecemos biológicamente, pero los cambios espirituales son los más importantes”, concluye.
Texto y foto: Diana Rodríguez