MALENA AL SUR

Frente alta, perfil de guerrero en trance, ojeras de noche tardía, manos de orfebre.

Tu canción tiene el frío del último encuentro. Tu canción se hace amarga en la sal del recuerdo

Lucio Demare nació en Buenos Aires un 6 de agosto de 1906. Su padre, violinista, lo inició en los estudios que prosiguió con Luis Ricciardi y Vicente Scaramuzza. Siendo casi un niño tocaba el piano en el “Vapor de la Carrera” que hacía el viaje Buenos Aires-Montevideo. A los once años acompañaba a una niña que, con los años, sería Imperio Argentina y, por las noches, musicalizaba en su piano películas del cine mudo.

Erroll Garner y Teddy Wilson serán sus referentes en el jazz. Su virtuosismo en el teclado lo lleva al Real Jazz dirigido por Nicolás Verona; comienza a alternar con orquestas de tango en las noches del Tabarís.

“Ya pisaba los dieciséis años y le dije a mi vieja que debía ponerme los pantalones largos”.

Lucio Demare compra su primer traje y con él comienza su frenesí por la pilcha, propia de un dandy.

“En el Tabarís estuve balbuceando mis primeros tangos romanza, ¨La comadrona¨ y ¨Río de oro¨”.

Ingresa en la orquesta de Francisco Canaro; allí conoce a Minotto Di Cicco… “Él fue quien me dijo lo que tenía que hacer, fue mi maestro en el tango”.

Tus tangos son criaturas abandonadas que cruzan sobre el barro del callejón

“Cuando Canaro se iba, a las tres de la mañana, yo comenzaba a estudiar los aspectos particulares del tango. Hasta que una noche le pedí que me llevara a Europa. ¨Usted no sabe tocar el tango¨, me contestó Canaro. Pero, a los pocos días, me preguntó si todavía andaba con ganas de ir a París”. 

Así es que se incorpora a una de las orquestas alternativas de Canaro, con Juan-bandoneonista- y Rafael -contrabajista- que la dirigía. En la Ciudad Luz, a los diecinueve años, Lucio Demare se convierte en gran pianista. Toca en el cabaret Les Ambassadeurs, donde brillaban Bing Crosby y Rodolfo Valentino. “Fue la primera vez que vi a una persona con un smoking blanco”; también recordaba cuando Lindbergh cruzó el “charco” con su avión. París no durmió esa noche, era una época increíble”, decía Lucio. “Un peso nuestro valía 10 francos, yo ganaba 600 francos por día ¡Una fortuna!”.

En París estrena “Mañanitas de Montmartre” y se transforma en un dandy irreverente. En esos años de oro, Demare llevó a sus padres a vivir a la Ciudad Luz; un día invitó a Carlos Gardel a comer unos ñoquis que había amasado su vieja. Carlitos amaba las pastas y disfrutó como nadie ese almuerzo; a los postres Lucio le acercó la letra de Irusta, gentilmente el troesma -en agradecimiento de la orgía culinaria- le grabó “Dandy”. “Un dandy es un arquetipo de persona muy refinada, un bon vivant que disfruta desde la alta cocina hasta los pequeños platos”.

En 1927, a instancias de Canaro, se forma el trío Irusta-Fugazot-Demare, que serán un suceso en París, el resto de Europa y el Caribe.  En Madrid, en 1933, filman Boliche, donde Demare interpreta a un pianista ciego y en 1934 “Ave de Paso”. 

En el teatro Maravillas se incorpora su hermano Lucas Demare -luego gran director de cine- como bandoneonista, formando la Orquesta Típica Argentina, con quien -después de largas y exitosas giras por países de Centro y Sudamérica- regresa definitivamente a Buenos Aires.

En 1938 Lucio une su nombre al de Elvino Vardaro para presentarse, en Radio Belgrano, con Juan Carlos Miranda como vocalista. En 1939 graba sesenta y dos versiones para la Odeón, con las voces de Horacio Quintana y Raúl Berón. En su orquesta estaban Joaquín Mauricio Mora y Héctor María Artola.

Tu canción se hace amarga en la sal del recuerdo

La obra de Demare, de exaltado lirismo y riqueza melódica, va a dimensionar el repertorio que perfiló al tango de los cuarenta. Compuso toda una serie de páginas antológicas con versos de Homero Manzi: “Telón”, “Hermana”, Mañana zarpa un barco”, “Malena”, “Solamente ella”, “Tal vez será tu voz”, “Negra María”.

Involucrado, por razones de íntima afinidad estética, con Cobián y Delfino en la escuela romántica y con Francisco y Julio De Caro y Agustín Bardi en páginas de exaltado lirismo y riqueza melódica intimista. Sus versiones de “Mañana zarpa un barco”, “La casita de mis viejos”, “Mi noche triste”, “Dandy”, “Mañanitas de Montmartre”,son complejas obras del más genuino tango-romanza.

Sus arreglos instrumentales y vocales llegan a la sublimación con Raúl Berón, registrados en los discos Odeón y son joyas para la historia de la música nacional: “El pescante”, “En un rincón”, “Qué solo estoy”, “Pena de amor”-con letra de “Katunga” Contursi- que parece un retrato de Lucio Demare. 

En mi lento divagar acrecienta mi dolor la tristeza de estar solo 

A la par de su hermano Lucas -cada cual en lo suyo- se incorporó al cine argentino en el que realizó una labor musical repetidamente laureada por la Academia de Artes y Ciencias. Inició su participación en 1936, con la musicalización de “Ya tiene comisario el pueblo”, a la que siguieron “Dos amigos y un amor” y “Prisioneros de la tierra” de Mario Soffici. Se vincula con Artistas Argentinos Asociados, con quienes musicaliza “La Guerra Gaucha”“El Viejo Hucha”, donde estrena “Malena”.

Su figura estuvo presente implícitamente en “Solamente ella” (1975) dirigida por Lucas, donde Aldo Barbero representa a un pianista bohemio y solitario, homenajeando a Lucio.

La obra de Lucio Demare se caracterizó por la solidez de su factura. Su innata facultad para la invención musical y delicado temperamento creador, se patentizan en la virtuosa interpretación de su grabación de solos de piano en “Mañana Zarpa un Barco”, “La casita de mis viejos”, “Mañanas de Montmartre”. 

Cuando todas las puertas están cerradas y ladran los fantasmas de la canción

Ejecutante de fraseo inconfundible en su piano, su trayectoria se vincula en sus últimos años a una destacada labor de solista en clubes nocturnos del centro de la ciudad y en su propio local, la “Tanguería de Lucio”, en la calle Cangallo (hoy Juan D. Perón).

En 1968 Demare va a encontrar en San Telmo su lugar en el mundo: “Malena al Sur”, un cálido y elegante local nocturno en la esquina de Balcarce y el Pje. San Lorenzo, donde recibía amigos y a un selecto público que se deleitaba con su música. Era el templo de un dandy.

Lucio era un bont vivant de fuerte personalidad y distinguida elegancia; desde el piano recordaba aquellas noches de la Belle Époque, el smoking blanco de Valentino, sus noches con Gardel y Bing Crosby. Frecuentemente hablaba de Homero: “Manzi era una personalidad de una gran perfección; era un músico escribiendo, primero escribía el título, después hacía el poema”.

A Malena, el mundo del tango la vinculó siempre con Nelly Omar, “cuya voz, perfumada a yuyo de suburbio, había cautivado el oído de los porteños” y con quien Homero vivió su apasionada historia de amor. 

Otros cuentan que Manzi escuchó a “Malena de Toledo” en un tugurio nocturnal de Porto Alegre, en la escala de un viaje a Estados Unidos. Le impresionó su voz y a bordo, en su camarote, compuso los versos y se los mandó a Demare.

“La música de Malena la hice en quince minutos. Manzi me había entregado los versos unos diez días atrás. Entonces me senté en una mesa del Guindado de Av. del Libertador y lo escribí de corrido, sin pulir y sin cambiar nada”.

“El Barba tenía esa cosa de ternura, de imagen cálida, es el hombre del tango que mejor embelesó a la mujer” recordaba Lucio Demare, mientras garabateaba en el teclado los primeros acordes de “Malena”.

Tus tangos son criaturas abandonadas

Que cruzan sobre el barro del callejón…

                                                           Texto e ilustración: Horacio -Indio- Cacciabue

Tanguería Malena al Sur.

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