Matute, el “guardián” de la Plaza Dorrego

MatutePor Isabel Bláser

Cuando los vecinos nos paramos a conversar en cualquier esquina o negocio del barrio, hablamos sobre los personajes que lo habitan, como para que no se pierda la memoria histórica.

Por eso, para nosotros, la Plaza Dorrego no es solamente la Feria de Antigüedades de los domingos. También pertenece a ella un personaje que apareció en los años 70’, haciendo de esas cuadras “su” lugar.

Cada uno de los que pasábamos por allí, lo observábamos e íbamos viendo cómo fue transformando su imagen primero desalineada, descuidada, para luego -quizás con la finalidad de sentirse identificado con algo o con alguien- semejarse, con su vestimenta, a un militar camuflado incluso con charreteras, gorra, bastón y esposas.

Los policías de la Federal, que ya lo reconocen como parte del paisaje de la Plaza, lo saludan pero no burlonamente sino con un cierto respeto ganado por su constante presencia en el lugar y porque saben que no es una persona “peligrosa” para la comunidad, sino un habitante más del barrio.

Años atrás se lo vio en pareja con una mujer de rasgos orientales con quien tuvo dos hijos, un varón y una mujer. Pero con el tiempo se fue, dejándolo solo con ellos. El los crió a su manera y con sus “armas”, pero siempre los protegió y nunca los abandonó. Se los veía -hace muchos años- viviendo dentro de una carpa donde los chicos jugaban con juguetes que él les conseguía o que los vecinos le daban, acompañados de un perro que formaba parte de esa familia que Matute -así se lo conoce- defendía “con uñas y dientes” contra la adversidad que la vida le iba presentando y que él desafiaba, día tras día, con la convicción de saber que sus hijos dependían de él.

Pasó el tiempo, la niña se casó y le dio dos nietos que cada tanto lo visitan y el muchacho, a veces, recorre las calles con él. En una oportunidad se lo vio quitándose la bufanda para ponérsela en el cuello a su padre y así protegerlo del frio. Todo un mensaje afectivo para aquellos que creen que la calle solo trae miserias humanas y malas conductas.

Matute es parte de nuestro paisaje barrial que queremos rescatar y por ese mismo motivo es que desde El Sol saludamos su presencia y lo reconocemos como un santelmeño más.

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