Mitos y verdades

Alguien dijo que prefería los mitos a la verdad ya que los primeros, con el tiempo, se transformaban en verdad mientras que las verdades aceptadas, podrían llegar a ser falsas con el transcurso de los años.

Ese análisis tan irónico de la historia no siempre es correcto pero es cierto que la mitología suele ser, a veces, más entretenida que la simple realidad.

Los libros de divulgación, las visitas guiadas y las notas en los medios, frecuentemente están adornados con historias de fantasmas que merodean por los edificios de la ciudad y sucesos e ignotos personajes que la historia nunca ha registrado.

El Casco Histórico no escapa a la imaginación de los porteños, que repiten historias inverosímiles sin ningún rigor histórico.

La llamada Casa Mínima es uno de ellos, cuando en realidad forma parte del edificio que vemos aún en la esquina de las calles Defensa y San Lorenzo -CABA-. La casa fue construida a principios del siglo XIX, cuyo plano existe y he visto oportunamente, pero fue modificada en los primeros años del siguiente siglo.

Por una razón que no conocemos, un sector de la fachada sobre el Pasaje San Lorenzo se dejó sin modificar y eso se tradujo en el error que se repite hasta hoy, a pesar de las desmentidas que frecuentemente aparecen sobre este mito urbano.

La Epidemia de Fiebre Amarilla que en el año 1871 asoló a Buenos Aires, el barrio sur fue el más afectado, provocó numerosas muertes entre sus pobladores y el éxodo de otros tantos vecinos. Este hecho llevó a creer que San Telmo se transformó en un páramo desolado solo habitado por la gente de menos recursos, ya que las clases acomodadas se mudaron en lo que hoy llamamos Barrio Norte.

Esto no es exacto pues desde mucho antes la ciudad se había extendido hacia Catedral al Norte, recordemos que la vivienda de Mariquita Sánchez de Thompson estaba ubicada en lo que actualmente es la calle Florida 200. Pocos años después de la epidemia se construyeron edificios muy importantes en los barrios afectados, como por ejemplo la casa de los Ezeiza, ubicada en Defensa 1179, hoy transformada en una galería comercial.

Es también frecuente encontrar errores de información. Hace poco un diario importante publicó un artículo sobre las esculturas repuestas en la Pirámide de Mayo informando que pertenecieron a la fachada del primer edificio del Banco de la Provincia, lo que es correcto. Pero en el epígrafe de una fotografía que ilustra el artículo, atribuyen la autoría de las mismas al escultor francés Louis Joseph Dubourdieu quien había realizado las anteriores colocadas en la reforma de la Pirámide de Mayo, según el proyecto de Prilidiano Pueyrredón de 1856 que debieron ser sustituidas en el año 1878 por las que -restauradas- vemos hoy en la base de nuestro primer monumento público. No solamente demuestra una contradicción, sino también una falta de revisión del texto.

Para concluir, tengamos en cuenta que la historia puede ser entretenida e interesante sin necesidad de adornarla con mitos y leyendas.

Eduardo Vázquez

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