Monumentos y comunicación urbana

Por Clara Rosselli

Pintadas en las paredes

Pintadas en las paredes

Una primera reflexión sobre qué son los monumentos nos lleva a pensarlos como obras que rememoran a algún personaje o acontecimiento de la historia. Constructivamente tienen cierto tratamiento arquitectónico y escultural y poseen, per se, un fuerte valor artístico e histórico. Los monumentos apelan a la memoria del espectador o, mejor dicho, lo incitan a no olvidar el pasado.

San Telmo cuenta con algunos pocos monumentos y estatuas, lo cual podría parecer extraño para un barrio con tanta historia porteña. En una primera conjetura, me imagino dos posibles razones para dicha situación: Una de ellas es que probablemente las calles del barrio -urbanísticamente- son “ajustadas” para albergar monumentos, las veredas son angostas y los edificios terminan muy a filo con la línea municipal. Pensemos que estos “hitos” urbanos necesitan “aire” para ser vistos. No es casualidad que los dos con los que contamos en el barrio se ubiquen en el Parque Lezama, donde las perspectivas de contemplación de los mismos son amplias y variadas. Me estoy refiriendo al monumento a Pedro de Mendoza, del escultor Juan Carlos Oliva Navarro, sito en la esquina de Brasil y Defensa y el monumento a la Cordialidad Internacional, del escultor Antonio Navarro y el arquitecto Julio Villamajó, en Martín García e Irala.

Monumento Canto al trabajo de Yrurtia

Bajo el mismo concepto, pero perjudicado por la vía de circulación que lo rodea, está el  monumento Canto al Trabajo, del escultor Carlos Yrurtia. Las catorce figuras que jalan de una gran piedra, quedan prácticamente ocultas por la vegetación que lo rodea y los vehículos que circulan por Paseo Colón -frente a la Facultad de Ingeniería-. Al contrario de los del Parque Lezama, el contexto de continuo dinamismo de autos y colectivos pasando a su lado afecta la visión.


No falta manzana santelmeña que tenga en su tejido al menos una construcción añeja, que nos hable de la historia del barrio, de las costumbres, que contenga en su fachada y en sus plantas el mismo valor artístico, histórico y social que podría tener un monumento propiamente dicho.Otra explicación a la escasez de monumentos en San Telmo es justamente la consideración de lo contrario. Paradójicamente el barrio está repleto de ellos, son sus edificios antiguos.

Forma y contenido

Cada medio de expresión encierra un mensaje y la manera en que la información enviada es recibida depende de varios factores que el emisor debe tener en cuenta. El escultor hace a un Pedro de Mendoza en bronce y esculpe en bajo relieve sobre mármol a un aborigen con los brazos en alto. O elige entre sus personajes a mujeres que comparten junto a los hombres el gran esfuerzo de tirar de una piedra de dimensiones colosales. O piensa en un obelisco tan alto, que su fuerza simboliza los lazos de la Cordialidad Internacional con Uruguay.

Cada comunicador elige la forma que le da a su mensaje para que este sea recibido por el  receptor de una u otra manera. Tanto el formato (un monumento, un graffiti, un panfleto, etc.) como la ubicación (en la ciudad, en un medio gráfico, en una pared, etc.) cumplen un rol importante.

Se ha optado en el barrio, como en tantos otros, resguardar a los monumentos con rejas a fin de mantenerlos en buenas condiciones. Sin embargo algunos no tienen mantenimiento, como el de la Cordialidad Internacional en el Lezama. Y esta falta de cuidado implica también un mensaje.

Las pintadas en fachadas así como el vandalismo del equipamiento urbano, nos hablan de disconformidad y rebeldía.

Mensaje sí, mensaje no.

Sin embargo, existen, frecuentemente, “ruidos” de comunicación que pueden generarse ya sea porque el receptor desconoce parte de la información o bien porque las formas de comunicación elegidas van en detrimento de ciertos valores del receptor. En esos casos el mensaje se tergiversa. Una pegatina de afiches políticos en la fachada de una casa, puede querer decir para los seguidores de ese partido: “estamos en todo el barrio”, pero el vecino que habita la casa en cuestión puede sentir una falta de compromiso con la preservación del entorno urbano. Entonces, la comunicación falla.

En este caso y en todos los similares, tendríamos que plantearnos ciertos interrogantes: ¿Es acaso necesario que para expresarse unos se perjudiquen otros?. Al estropear un monumento ¿nos damos cuenta de que invalidamos su mensaje o que destruimos una obra de arte? La llegada al posible receptor, ¿no se ve acaso obstaculizada por esta falta de cuidado? ¿Existe una falla en la comunicación?.

En la ciudad y más específicamente en el barrio, los mensajes se superponen. Es una ´lucha´ donde gana el que más fuerte ´grita´. Y un ejemplo de ello es que, hasta donde mi incumbencia alcanza, se habla más del vandalismo de monumentos que de la conservación de los mismos. La información nos invade en todo momento. A veces es confusa, desordenada, impulsiva. Es sólo cuestión de prestar atención para entender lo que los otros nos quieren decir, no solo con palabras sino también con hechos.

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