Nuestro lugar, nuestro compromiso

Pertenencia: hecho o circunstancia de formar parte de un conjunto, como una clase, un grupo, una comunidad, una institución, etc. Esta es la definición dada por la Real Academia Española para esta palabra y si de eso se trata, los que vivimos en San Telmo pertenecemos a este barrio. Pero lo más importante, según mi criterio, no es solo pertenecer, sino sentirlo nuestro.

Me siento santelmeña, este es mi lugar. Aquí nacieron mi madre y mis tíos, hijos de inmigrantes, una española y un italiano que -sin pensarlo- eligieron para vivir este barrio. Aquí se conocieron, se enamoraron y se casaron. Mi abuelo tenía un puesto de pescado en el antiguo Mercado Bullrich, que hoy ya no existe y que se encontraba en México y Paseo Colón. Mi padre nació en Palermo, pero para vivir eligió San Telmo. Pero no soy santelmeña solo por nacimiento y por mi historia, sino también porque lo elegí. Lo elijo todos los días.

Desde que nací  hasta hoy, anduve todos sus caminos, con abuelos, padres, sola y con amigos.

Quiero transitar sus calles por las que reí y lloré, ver sus edificios, disfrutar su arquitectura, saludar a mi paso a los vecinos y saber que, de alguna forma, recorro la historia.

Ya no es el mismo de antes cuando la Av. Paseo Colón no tenía semáforos. Entonces, había tiendas donde hoy están los anticuarios. Entre ellas la distinguida zapatería de don Andrés, que se encontraba ubicada en la calle Defensa entre Estados Unidos y Carlos Calvo, vereda par y a quien -de la mano de mi madre- le compré mis primeros zapatos de taco alto. También estaba, en la esquina de Carlos Calvo y Defensa donde en la actualidad hay un bar, la tienda que vendía telas y enfrente una gran lencería. Un poco más allá, entre Carlos Calvo y Humberto Primo, una tienda un poco más humilde de aspecto, que yo de chica identificaba como “la del señor de las bolsitas” porque tenía colgadas en los marcos de la puerta las típicas  bolsas para hacer las compras. Sí, la fisonomía del barrio y su ritmo han cambiado.

San Telmo ha recorrido un largo camino ya, como decía una antigua publicidad y, merecidamente, ha logrado que el turismo del mundo quiera conocerlo y por qué no, quedarse y habitarlo.

San Telmo ha crecido y nos muestra hoy dos caras, una festiva y otra triste. Él es quien nos acoge y necesita de nuestro compromiso, en la medida de lo que podamos, para ayudarlo a mantener su historia y lograr el futuro que nos merecemos todos los que lo habitamos.

                                                                                              Stella Maris Cambre

 

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