Oíd mortales el grito sagrado: ¡GOOOOOL!
Mural de Lionel Messi en Bolívar al 900 – Foto: Imaretta Hermosilla
Cuando la adrenalina bajó, cuando los cánticos se acallaron, cuando la fiesta inconmensurable de la victoria está apagando -de a poco- sus enormes reflectores que pusieron el foco en Argentina por la victoria inapelable de nuestro seleccionado, comencé a recordar y analizar detalladamente los momentos que tuvieron que vivir para lograr ser Campeón del Mundo de Fútbol.
¿Por qué digo esto? Porque hubo análisis referidos al desempeño del seleccionado argentino que sonaban a derrota cuando lamentaban no haber ganado la Copa en los 90 minutos, siendo que hasta los 79 iban 2-0, jugando un fútbol deslumbrante. Seguramente hacían estos comentarios porque les hubiera gustado que nuestros muchachos “pasaran por arriba” al seleccionado francés.
Pero se olvidaban de que no jugaban solos, que el otro equipo era el que estaba defendiendo su título y al ver “pisoteados” sus pergaminos, se rebeló a perder “por paliza”, reaccionó como un león herido y en dos zarpazos fulminantes los albicelestes recibieron el impacto y aturdidos, pero no vencidos, se dieron cuenta que cuando uno cree que todo lo puede hacer “de taquito” muchas veces la vida nos da un sacudón, para ubicarnos.
Eso pasó una y otra vez y también una y otra vez el seleccionado argentino al verse acorralado, pero sabiéndose superior tanto en el juego como en su carácter y condición de equipo, desde los jugadores hasta su cuerpo técnico, nunca se rindió ante las adversidades que iban surgiendo y de la mano del mejor jugador del mundo sin duda alguna -por su trayectoria de casi 20 años en el candelero mundial, sus indiscutibles reconocimientos dados por sus pares, su hambre de gloria a los 35 años donde solo algunos pocos llegan a competir eficientemente en ese nivel de élite- logró ser un contundente ganador.
En resumen, el seleccionado argentino en un partido insuperable dio, primero, una clínica “a la argentina” de cómo se juega a ese maravilloso juego llamado fútbol, luego una muestra acabada y contundente de carácter frente a las adversidades que sufrió y, por último, sacó a relucir su eficiencia y templanza para afrontar la enorme presión del final y coronarse como un GRAN CAMPEÓN.
Desde San Telmo… ¡GRACIAS! Por habernos brindado un inolvidable partido de fútbol y poder mostrarle al mundo que en la República Argentina ese deporte es -literalmente- una pasión inexplicable de multitudes.
Isabel Bláser