Otra ausencia que se nota

Algunos observamos las calles, los edificios, los contrastes entre el pasado y el presente, otros ven el futuro e imaginan a nuestra ciudad con formas modernas. Pero aquellos que disfrutamos al mirar, que le damos algún tipo de valor a las formas, a la belleza aplicada a la arquitectura, no podemos obviar el hecho de la ausencia cuando detectamos que esos rasgos son quitados del tejido urbanístico que supimos construir.

Me llama profundamente la atención la demolición de bellas casas por parte de empresas privadas del negocio inmobiliario, pero mucho más impresionado quedo al ver que no se valora el rasgo del pasado. Me refiero con exactitud a las chapas o placas con los nombres de las calles.

Desde niño me encantaba leerlas, recordarlas, memorizarlas, jugar a acordarme que había permanecido en mi retina y verificar este ejercicio diario de letras en azul y blanco impoluto e inmortal. Chapas pintadas a mano por letristas hábiles que dibujaban los nombres al tamaño que les permitía equilibrar los carteles casi plásticamente. O sea que había variaciones casi imperceptibles, que libradas al descubrimiento del observador estimulaban las miradas de transeúntes peatones y motoristas.

Ahora bien, aquellos niños que fuimos, hoy ya no podemos volver a sentir como en aquellos días que aprendíamos a leer y escribir practicando con los nombres de las calles del barrio. Hoy, alguien muy egoísta se las llevó casi en su totalidad sin pedir permiso, sin tenernos en cuenta, sin pensar que son nuestro patrimonio, porque nuestros padres y abuelos y nosotros las pagamos con nuestros impuestos.

Alguien muy corto de ideas las reemplazó por plástico reforzado ¿Qué necesidad había de sacarlas? ¿No se podía incluir la chapa nueva sin excluir la antigua? Esta eliminación del pasado, del rasgo identificativo, no nos hace bien. Parece que todo lo que se ha hecho bien posiblemente se elimine, se borre o se comercie, ya que en algún lado están y poseen valor en el mercado “negro” como antigüedad; no nos engañemos.

¿Habrá llegado el tiempo de volver a leer las “chapas azules y blancas” de las calles, mirar y ver a los responsables elegidos por el pueblo, para que las devuelvan y reubiquen, enmarcando nuevamente aquellos nombres ilustres esmaltados a fuego?

Federico Poncerini

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