Otros recuerdos de “Rosita”
Detrás de cada episodio vivido, hay una historia. Por ejemplo, una de las primeras inundaciones en el barrio de La Boca. Estoy recordando ese episodio porque fue la primera vez que veíamos las calles Almirante Brown y Patricios, desde el Riachuelo a Paseo Colón, convertidas en un verdadero río.
Sus habitantes llegaban en botes hasta la orilla de las barrancas del parque Lezama, venían como podían, algunas personas hasta nadando. Todo San Telmo estaba atento a este fenómeno de la naturaleza y desde el “mirador” (entonces había uno solo en el parque) se divisaba Alte. Brown, casi hasta el final, Caseros y Patricios; también desde los balcones de la fuente que está en Paseo Colón y Brasil, allí instalados, veíamos con mucha aflicción llegar a la gente.
Los hombres dejaban a sus familias en el parque y volvían a socorrer a los que habían quedado en los techos de sus casas. No existía Defensa Civil, solo vecinos solidarios y los bomberos voluntarios de La Boca “todos para uno y uno para todos”.
Cuando después de varios días el agua bajó, las familias pudieron volver a sus casas. No existían saqueadores ni dueños de lo ajeno; los comerciantes -que eran muchos- sacaban las mercaderías a las veredas para que el sol secara ropas, calzados y todo lo que se había mojado para vender a bajo costo lo que podían. Los vecinos de San Telmo, siempre solidarios, compraban esos enseres aún húmedos.
Los almaceneros sacaron mesas a las veredas y exponían los quesos; era lo único que les había quedado para vender. En un negocio de fiambrería mi papá compró dos hormas de roquefort que, como estaban cubiertas con papel plateado, se suponía que se podían comer pues solo el papel estaba húmedo. Ese tipo de queso siempre fue y sigue siendo un tanto prohibitivo para el común de la gente, por su alto precio, pero el pobre hombre con tal de vender su mercancía y resarcirse de tanta pérdida prácticamente los regalaba.
Esa fue la primera gran inundación que pude ver desde el mirador del parque Lezama, siendo niña.
En ese querido parque viví muchos episodios imborrables: Una vez -creo que fue la única- se retiraron las aguas del Rio de la Plata desde Brasil hasta Viamonte; caminábamos por una playa inmensa, pensando que el río se había secado. Era verano, la mayoría de los habitantes de la ciudad íbamos a disfrutar de sus aguas, aunque siempre marrones pero limpias, sin contaminación. Grandes y chicos nos bañábamos en ellas. En el Balneario Municipal había vestuarios, duchas y por solo 0.20 centavos pasábamos el día placenteramente; de ahí nuestra preocupación que el agua no retornara.
A raíz de ese fenómeno faltó el agua en algunas casas de San Telmo y los vecinos iban con recipientes a buscarla al parque. El monumento a Pedro de Mendoza, situado en Defensa y Brasil, tiene una fuente donde desde lo alto de sus paredes caía agua constantemente; por eso las familias, que en sus casas se quedaron sin ella, se proveían de allí.
Este fue otro hecho muy curioso vivido en mi infancia, hace ya mucho tiempo.
Elina Real (“Rosita”)
Agosto 2001