OTTO KRAUSE

El orgullo de pertenecer

Quizás porque es la primera escuela industrial de la Nación, tanto las autoridades, como los docentes y los alumnos sienten un especial orgullo por formar parte de la institución centenaria que prepara “a técnicos creativos, capaces de hallar nuevas soluciones a los problemas tecnológicos y de enfrentar con idoneidad los cambios que se produzcan en su campo profesional, ponderando su compromiso con el medio ambiente y el aprovechamiento racional de los recursos naturales que aseguran una mejor calidad de vida”, según reza el ideario de la Escuela Técnica N° 1, Otto Krause, ubicada en Paseo Colón 650.

“Por ser esta una escuela de larga tradición, se desarrolla el sentido de pertenencia y el legítimo orgullo de formar parte de una entidad que procura la excelencia, donde se estimula la sana competencia a través de la participación de los alumnos en actividades diversas, dentro y fuera del ámbito escolar”, explica el ingeniero Alejandro Yaya quien nos invita a recorrer sus instalaciones. Más de 20.000 m2 en sus tres plantas, que reciben 1890 alumnos y 700 personas que trabajan en ella (docentes, personal administrativo y de maestranza).

Durante la visita, Yaya nos muestra obras hechas por Quinquela Martín -que utilizaba el taller de cerámica para hornear sus piezas-, el busto de Otto Krause hecho por el escultor Luis Perlotti, mientras comenta que “casi todas las personalidades destacadas de la ingeniería argentina salieron de esta escuela, que siempre fue pionera y vanguardista”. Por ejemplo, el Ingeniero Jorge Newbery, personaje único, fundador del Aero Club Argentino, entre otras importantes obras y hazañas, fue docente en ella y creó la especialidad técnica. Hoy en día bautizaron con su nombre al proyecto de Usina de Innovaciones Tecnológicas, donde concurren docentes y alumnos -por la noche- como voluntarios.

“Dos chicos egresados en 2012, ganaron premios en el concurso de Ciencia y Tecnología INNOVAT. Y así logramos colocar una escuela técnica, en investigación aplicada. Tuvieron el coraje de poner a prueba y defender lo que estaban presentando. Hoy ese proyecto está concursando en la NASA”, sostiene Yaya, quien es docente de Cálculo de Estructuras e Instalaciones Térmicas (en el departamento de Construcciones) y Organización Industrial (en Electrónica).

“La Usina de Innovación Tecnológica tiene dos patas: la institucional -la escuela Otto Krause- y la extra institucional -la Fundación Otto Krause, formada por egresados del colegio con más de 25 años de antigüedad, que trabaja apoyando y financiando distintos proyectos de la educación técnica en general y de esta escuela en particular-”, continúa el profesor, que formó parte del equipo que se hizo famoso por lanzar tres cohetes al espacio.

La hazaña de los cohetes

Un grupo de estudiantes, egresados y profesores del Otto Krause pusieron en juego ideas de la física, la computación, la matemática, la química y la electrónica y construyeron tres cohetes, que fueron lanzados este año, desde el campo de vuelo de la Agrupación Aeromodelista Libertad, en Berisso. Fue la primera vez que estudiantes secundarios de la Argentina consiguen lanzar cohetes, que están hechos parcialmente con una impresora 3D.

“El entusiasmo por ver el lanzamiento de nuestros propios cohetes hizo que estuvieran listos muy rápido”, comenta Yaya y agrega: “En menos de seis meses, el grupo -integrado por doce alumnos (once varones y una mujer, que cursa cuarto año de la especialidad electrónica), varios egresados y algunos profesores- construyó los tres cohetes, que midieron entre 40 y 60 centímetros”.

Los lanzaron con éxito y todos los aparatos regresaron a la superficie terrestre, con un sistema de recuperación por paracaídas. El cohete más grande superó el kilómetro de altura. Mucho más de lo que sus hacedores esperaban.

“Superó nuestras expectativas”, señala Yaya. “Los cohetes fueron hechos con estructuras de materiales plásticos con fibras de vidrio y se fabricaron, en parte, con una impresora 3D, que se compró con apoyo del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación y la Fundación Otto Krause. El objetivo del lanzamiento de los cohetes fue -fundamentalmente- didáctico. Además, se ensayaron la aplicación de principios físicos al direccionamiento de los cohetes y los sistemas electrónicos de recuperación de cargas y separación de etapas. Apuntamos a capacitar y entrenar a los jóvenes, en las disciplinas que hacen a la investigación espacial”, dice el docente.

“Los dos cohetes más chicos tuvieron una función educativa para los estudiantes, pero el tercero fue un escalón hacia un objetivo mayor que los seduce mucho. El más grande fue un cohete de motivación, porque al hacerlo nos hemos entrenado y ganamos experiencia para otro objetivo: desarrollar un cohete antigranizo, especialmente para la zona de Mendoza, que deberá alcanzar los 10 kilómetros de altura”, agrega.

“Con el lanzamiento de los cohetes hemos demostrado que se pueden hacer desarrollos de tecnología aeroespacial dentro de las escuelas técnicas argentinas”, dice el profesor con una sonrisa de satisfacción.

Es que, tanto los docentes como los alumnos están llevando a cabo el objetivo primordial de la escuela que, recordando su ideario, es “colaborar con la familia – primera educadora – en la formación integral de los jóvenes, para que éstos alcancen la plenitud física, intelectual, espiritual y emocional, propia de su edad. Desarrollar en los alumnos el amor a la Patria y a la justicia, a la verdad y a la belleza, así como el comportamiento ético y responsable, la capacidad reflexiva y el juicio crítico, para que puedan ser protagonistas de su crecimiento autónomo”.

Diana Rodríguez – Foto: Damián Sergio

 

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