“Parece que no se dan cuenta que los árboles también son seres vivos”
Admiro a la gente que lucha “contra los molinos de viento”, porque aun sabiendo que están en inferioridad de condiciones frente al adversario, sostienen sus convicciones.
Este es el caso de María Angélica Di Giacomo, licenciada en química, profesora de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA quien, aunque dice que no es especialista en arbolado urbano, es una de las personas que más sabe del tema.
El Sol: ¿Qué te llevó a interiorizarte en esta materia?
María A. Di Giácomo: Todo lo que aprendí de los árboles lo hice porque me interesaba y por el destrozo sistemático que le está profiriendo el GCBA a nuestro patrimonio arbóreo. Aprendí leyendo, estudiando, hablando con gente que sabe, yendo a clases. Veo lo que les pasa a los árboles y me llama mucho la atención el tratamiento que le están dando, sobre todo desde 2008. Con tantos años de destrozo, nos estamos quedando sin árboles.
E.S.: ¿Qué se está destruyendo?
M.A.DG: Lo que está pasando, es que se convence a la gente que es necesario podar y no se hace de acuerdo a lo que se aconseja para mantener la salud de un árbol. Lo que ellos llaman poda, es mutilación. El arbolado que era nuestro orgullo, que llevó cien años construir por la gran labor de Carlos Thays (1949-1934), en siete años se destruyó y de manera irreversible. La lucha que mantenemos es para tratar que las generaciones futuras se sientan orgullosas, como nos pasó a nosotros con la arboleda que había en Buenos Aires.
E.S.: ¿Cómo debe cuidarse un árbol?
M.A.DG: Hay mitos contra los cuales tenemos que luchar. Uno es que el árbol crece más fuerte cuando es podado: Eso es un error que proviene de muchos años atrás, porque el estrés bioquímico que sufre frente a lo que se supone una muerte inminente, provoca que crezcan más frutos y por eso se usa en la producción de frutales. Al árbol mutilado se ve que le queda solo el tronco y su resiliencia hace que siga viviendo. Los brotes son el último esfuerzo que hace para poder respirar y vivir. Tiene que quedar claro que a los árboles no es necesario podarlos, salvo quitarles las ramas secas o dañadas o las que tienen superpuestas porque una de ellas debilita a la otra.
E.S.: ¿Otro mito?
M.A.DG: La época de poda. La gente cree que se realiza en los meses sin R. Si hay que hacer una poda -por ejemplo en los árboles de alineación, los de las veredas, que se llama poda de refaldado (elevación de la copa)- se recomienda a 2,50m de altura en la acera y 3,30m en la calzada y se está haciendo a 10/12m, con lo cual esa poda convierte a los árboles en un poste con un penacho arriba. Esto es peligroso en caso de tormenta. No es casual que se caigan más árboles y esto pasa porque lo que defiende a los árboles del viento son las copas colindantes (la proximidad de otro) y el hecho de tener un follaje importante, porque el viento se mete en él y llega al tronco más calmo.
E.S.: ¿Por qué se los poda así?
M.A.DG: Porque muchas veces interfieren en las actividades humanas. Se privilegia un poste que hay que colocar o el paso del bus turístico -como en Figueroa Alcorta que se mutilaron los árboles por el supuesto peligro de las ramas, en vez de hacerlo circular por otro carril-, antes que la vida del árbol. Él siempre pierde.
E.S.: En realidad perdemos nosotros…
M.A.DG: Cuando uno corta una rama corta el tejido que seguía hacia adentro y formaba parte del tronco; luego de la herida aparece un brote que es superficial, nunca va a ser una rama. Por eso es irreversible. A veces salen unas ramitas largas, suelen ser brotes de corteza del árbol. Es un esfuerzo que hace para mantener viva esa parte, para tomar oxigeno por las hojas. Un “manotazo de ahogado”.
E.S.: ¿Cuándo no hay que podarlos?
M.A.DG: Cuando el árbol está amarillento, porque no hay casi comunicación entre la rama y la hoja ya que no tiene energía suficiente para superar el estrés que le provoca. Y cuando está brotando, porque la energía está puesta en la producción de las hojas. Existe la poda de verano, pero se debe reconocer cuál rama está seca y cortar solo esa que no brotó. La gente que hace ese trabajo no es especialista, solo hacen un curso para usar la motosierra y para que no se corten ellos.
E.S.: ¿Eso provoca su muerte?
M.A.DG: El árbol se muere por dos razones: Los cortes que le hacen son muy grandes, no llega a compartimentalizar esa herida por la cual entra agua, microbios, bacterias y hongos que pasan hacia el tronco, lo van deteriorando y luego se verá un agujero en su base. La otra razón es que al ser organismos heterótrofos, fabrican su alimento o sea que con la fotosíntesis -que por un lado produce el oxígeno y por otro absorbe el dióxido de carbono- el árbol elabora glucosa, que es un alimento que necesita para vivir y que además fabrica celulosa que forma parte de su follaje, con lo cual el árbol al no poseer follaje suficiente no puede elaborar su alimento y muere. Esto no lo vemos inmediatamente, pero es irremediable.
E.S.: ¿Y esa nueva onda de “vestirlos”?
M.A.DG: Un disparate. Se privilegia la labor humana por sobre la naturaleza. Las telas que se les ponen o las cintas pegadas con un cartel, hacen que debajo se junte humedad y se formen plagas de todo tipo o sea, se los daña.
E.S.: ¿Qué no hay que hacer?
M.A.DG: No hay que tapar las planteras (donde está la base) con cemento porque las raíces, además de absorber la lluvia, no pueden respirar y salen para arriba lo que provoca que levanten la vereda y al cortarlas el árbol termina cayéndose. Eso pasó con la tipa que cayó sobre un muchacho que pasaba en su moto, en la calle Entre Ríos. Este accidente fue porque habían cortado sus raíces y, además, un caño roto hizo que se aflojara el resto, todo lo cual produjo su caída. Entonces talaron todas las tipas de la cuadra, sin tener en cuenta el por qué sucedió el accidente.
E.S.: Dicen que plantarán un árbol por cada uno que sacan
M.A.DG: En los países más civilizados, la indemnización que debe abonarse por extraer o por dañar un árbol es enorme. Se basa en normas internacionales y en categorías de sustituible e insustituible según cuánto mida la circunferencia a 1m del cuello. Si es insustituible el precio es aún mayor. Propuse que cuando se destruya un árbol no se pague en dinero, sino calculándose la capacidad fotosintética. Por ejemplo, se puede calcular qué fotosíntesis produce un plátano de ochenta años y luego cuántos árboles deberían plantarse para suplirlo, así tendremos en cuenta lo que hemos perdido por su fotosíntesis.
E.S.: ¿Aun con toda la conciencia ecológica que se promueve?
M.A.DG: La ecología, la naturaleza, las plantas, son un “pour la galerie” como diría mi padre. Creo que luchamos contra un aparato poderoso que tiene, no solo el poder sino los medios económicos para mantener esta actitud. Vieron el negocio donde nadie lo había visto antes. Los árboles nunca habían sido objeto de negocio. Los presupuestos más altos de cada comuna son los de poda y de vereda. Es muy caro. El año pasado estaban cobrando entre $ 5.000/$ 8.000 la mutilación de cada árbol y $ 15.000 la extracción y este año debe ser más por la inflación.
E.S.: ¿Las comunas avalan esa actividad?
M.A.DG: Cuando se le pregunta al encargado de una comuna si sabe cuánto se paga por una mutilación, dice que no. Esto no tiene sentido, porque si llamás a un carpintero para hacer un arreglo tenés que saber cuánto le vas a pagar. En este caso, como el dinero no sale de su propio bolsillo sino del de todos, no sabe. En la ciudad, hay cinco empresas que realizan la poda, extracción y plantación. Una es Mantelectric -que, además, hace tareas de alumbrado, veredas y refacciones en colegios o lugares públicos- y la mutilación que realizan es sistemática, sostenida en el tiempo, destruyendo -irreversiblemente- el patrimonio arbóreo de la ciudad.
E.S.: ¿Cuáles son los beneficios del cuidado de la arbolada?
M.A.DG: Las copas, si son continuadas en una cuadra, retienen el agua de lluvia. Si uno se cobija debajo del árbol llueve menos y las gotas siguen cayendo una o dos horas después de terminada la lluvia, retienen el agua y ayuda a evitar inundaciones.
Otro beneficio que no se tiene en cuenta es el sosiego espiritual, lo que produce la baja en la agresividad del ser humano. Aunque la gente no sea consciente de eso, como somos seres biológicos, el verde nos produce sensación de cobijo y de comida. Si te imaginas un desierto y para un lado hay verde y para el otro ves solo árido, vas hacia el verde. Y esta comunicación con la naturaleza se está destruyendo. Estamos quitando nuestra parte biológica del ser. Además, las hojas absorben sustancias contaminantes del aire, las raíces del agua y de la tierra y también evitan la contaminación visual y sonora.
E.S.: ¿Qué deberían hacer las autoridades para que esto no suceda?
M.A.DG: Es obligación que la ley 3263 se respete y educar a la población sobre los beneficios del arbolado. Debe mantenerlos saludables porque los beneficios son del follaje, no del tronco. No debe podarse más del 25% del árbol y la realidad es que los podan hasta el 80%. Toda la plata que se destina a maltratarlos, debería destinarse a cuidarlos. Por ejemplo, inspeccionar, observar si hay ramas peligrosas y si está obstruyendo el semáforo cortar esa rama pero no las de toda la cuadra, para hacer economía de recursos y no tener que volver. La ley 3263 debería ser reglamentada y el árbol recuperar su status legal de bien común natural y patrimonial. Es tremendo, si sumamos a eso los mitos, la ignorancia de lo que significan en nuestra vida y el “verso” de ciudad verde, el cóctel es explosivo.
E.S.: Estamos destruyendo la poca vegetación que tenemos…
M.A.DG: De los 470.000 que teníamos en el 2011 no creo que tengamos más de 400.000 y además se necesitaría el doble. Porque el cálculo debe hacerse por la cantidad de habitantes que están en la ciudad todos los días y no solo los que viven en ella.
E.S.: Te traigo al barrio ¿Cómo ves su arboleda?
M.A.DG: Solo mirando el Parque Lezama puedo decir que está “a la buena de Dios”, aunque preferiría que dejaran que la naturaleza lo reconstruya por sí misma. Nadie se preocupa que los árboles sufren el estrés de la ciudad, el esmog les cae encima y hacer algo para ayudarlos a sobrevivir en este ambiente hostil. No es un tema puntual del barrio, sino de toda la ciudad.
E.S.: ¿Qué podemos hacer los vecinos?
M.A.DG: Pedir que reglamenten la ley 3263 de arbolado urbano y para ello consultar con arboristas como Carlos Anaya, mi maestro. Hay que involucrarse y preguntarle a los que están haciendo el trabajo si hay un experto de la comuna presente y si está documentada la causa del procedimiento, según figura en la ley 3263. Además lo que se necesita son jardineros que sepan respetar a los árboles y plantas como seres vivos y no hacerlos decorativos. Nada es más bello y más digno que lo que ha crecido naturalmente. Pero para todo eso la gente debe involucrarse. La sociedad lo hizo en el tema del respeto a los animales y lo logró. Parece que no se dan cuenta que los árboles también son seres vivos. Los que los amamos, entendemos que los necesitamos como comunidad, como seres humanos sociales y biológicos; creo que hay que ser la gota que horada la piedra.
Texto y fotos:Isabel Bláser