“Por amor al barrio”

Murales

Cuando salgo a caminar, una tarde cualquiera, el barrio me guiña un ojo y entonces mis pies se dejan llevar.

Así fue como dejé Perú, subí por Estados Unidos, tomé Chacabuco, bajé por Independencia y allí encontré a Diego Pazos restaurando el mural de “Los Dos Escudos”.

Entonces, comenzó la amable charla informal. Poco después llegó Alberto González, con pinceles y tarros de pintura.

Entre chiste y chiste quedamos en encontrarnos, para conversar tranquilos sobre la tarea que realizan.

Alberto González es instructor de ornamentación y frentes patrimoniales y trabaja, desde el año 2004, en la Escuela Taller del Casco Histórico y Diego Pazos, ex alumno de la misma escuela, es Auxiliar de Restauración de frentes antiguos.

Esto despierta mi curiosidad y pregunto si hay mucha gente que estudia pintura en la escuela. Alberto dice que no se estudia exactamente pintura sino esgrafiado, que es una técnica que tiene más de doscientos años y se basa en pintar -de distintos colores- dos o tres capas de revoque fino, para luego recortar, según el dibujo que se desee realizar, la capa más superficial y dejar así al descubierto el color de la siguiente.

Alberto y Diego, dos apasionados por su arte, son los seguidores de Pablo Romero y Mariano Soto, que junto a unos chicos llamados irónicamente por su estatura “Los Gigantes”, iniciaron el trabajo de los murales. Pablo Romero, nos dice Alberto con orgullo, “fue ex alumno de la Escuela Taller y restauró las manos del Cristo del Corcovado en Río de Janeiro”. La anécdota es que escribió debajo del brazo del Cristo las letras ST, por San Telmo, que por supuesto fueron borradas.

Cuando les pregunto si restauraron muchos murales, Alberto cuenta que él y el ya fallecido Quique Fernández, otrora Presidente de la República de San Telmo, pintaron la Infografía de Defensa 935, que muestra los treinta y tres lugares más históricos del barrio.

Quise saber qué tipo de pinturas usan, quién se hace cargo de los gastos y si al restaurar modifican algo, porque reparar un rostro o las manos es muy difícil puesto que puede cambiar la expresión. Alberto explica que “para un mural habría que utilizar pintura al látex o a la cal pero que, en algunos casos, se pinta con esmalte sintético para corresponder con el origen del mural”. En general los trabajos se realizan con recursos propios salvo algunas colaboraciones recibidas que no conllevan ningún interés, como las de la familia García; la de la ferretería Fernández; la de Mónica Lacoste -dueña del bar-café Pista Urbana (Chacabuco 874, CABA)- y las de otros vecinos a quienes quiere agradecer, también, por este medio.

En cuanto a las modificaciones en la restauración, comenta que solo algunos murales permiten cierta libertad, como ocurrió con el “Mural del Candombe” hecho por el grupo Los Muralistas del Oeste que obtuvo dos premios, uno nacional y otro de la ciudad y que estaba en Bolívar e Independencia. Penosamente ya no lo podemos apreciar porque “fue arbitrariamente demolido, contrariamente a las leyes vigentes de protección patrimonial del 1° de mayo de 2009”. Debido a esta demolición fue que Alberto realizó el mural “Tributo al del Candombe”, que está en Independencia llegando a la esquina de Chacabuco.

También pintó el de “Los Dos Escudos” -que dio origen a este encuentro- donde están plasmados los escudos del Club San Telmo y el de la República de San Telmo, cuyo diseño fue creado por el Padre Sanguinetti.

Actualmente tienen otro proyecto: Pintar una infografía de orientación para turistas, en la ochava de Chacabuco esquina Independencia. Les pregunto cuánto tiempo puede llevarles esta tarea y si lo hacen a pedido. En realidad, me dicen, “son trabajos realizados por iniciativa propia y restaurar todos estos murales puede llevar 350 horas de trabajo voluntario”.

Sé -y les comento- que este tipo de trabajos tiene también detractores, pero intuyendo a lo que quiero llegar me dicen que ellos no encontraron ninguno. Todo lo contrario, comenta Diego y cuenta que “algunos vecinos a veces se ofrecen para pintar”.

Anécdotas hay y dignas de relatar. Mientras pintaban, relata Alberto, “en más de una oportunidad se han parado algunas personas que paseaban a su perro y nos pidieron que lo pintáramos en el mural. Una vez un hombre se acercó con una lata de pintura y me dijo: ´Pintame al perro´”. Sin dudar Alberto los pintó. Allí están y recuerda los nombres: Candy, Andy, Kaiser, Pancho, que mordía los tobillos y así lo retrató. El próximo será Kalash, su propio perro.

Otra anécdota es que a han pasado chicos de cinco o seis años que quisieron pintar algo y lo han hecho. El tiempo pasó y ahora, ya muchachos, ven su dibujo o su mancha en el mural y se identifican con su propia historia. 

La riqueza de esta pared de nuestro barrio nos muestra también tres murales más. El “del Autito”, pintado por Pablo Romero y Mariano Soto; el “Patriótico” y de “La Casa Mínima” hecho también por Alberto. En cuanto a lo que representa cada mural, da para mucho más. Tal vez, otra nota.

Alberto y Diego amor es lo que sienten por su tarea y orgullo por haber estudiado en la Escuela Taller. Alumnos de esta escuela -dice Alberto con dolor, porque será demolida por las obras del Metrobus del Bajo- “son los que están trabajando actualmente en la restauración de la Pirámide de Mayo”, obra a cargo del arquitecto Marcelo Magadán, la restauradora Marta Zaffora y el maestro yesero Casimiro Sejas López, patrimonio viviente de Buenos Aires.  

Tanto Alberto como Diego, comparten el gusto por la pintura y tienen conciencia de que los murales son un arte callejero y efímero, puesto que se deterioran con el tiempo o que pueden ser demolidos, pero ellos estarán siempre dispuestos a hacerlos nuevamente.

Dejo a los dos artistas en la esquina de Chacabuco e Independencia, donde se pueden apreciar estas obras de arte callejero y me voy a casa caminando bajo el cielo barrial lleno de estrellas, tranquila y contenta de haber aprendido tanto sobre los murales y recordando que cuando les pregunté: ¿Por qué hacen esto? De inmediato escuché la mejor respuesta: “Por amor al barrio”.

                                              Texto y foto: Stella Maris Cambré

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