¿Por qué unos tanto y otros tan poco?

Cuando se acerca el Día del Niño, es común leer y oír hablar en los medios sobre qué podemos hacer con ellos. Dónde llevarlos a pasear, qué juguetes comprarles y cuáles son las mejores funciones teatrales y cinematográficas para que vean.

Es así como muchos padres comienzan a averiguar los precios de los juguetes de última generación que pidió el infante de la casa, la última play en cuotas, la tablet que merece porque estudia en el colegio, el mejor celular para que pueda comunicarse con los amiguitos, etc.

También vemos las calles inundadas de pequeños disfrutando de paseos y espectáculos con sus papis. A la salida de cines y teatros, se los observa ostentando varitas mágicas, espadas luminosas y luciendo disfraces recién comprados. Distintas versiones de El Hombre Araña, Batman, Minions, princesas con vestiditos vaporosos y vinchitas de mariposas.

Hermosos, con miradas pícaras y dulces despiertan nuestra ternura, alegran y alborotan las calles caminando muchas veces a los saltitos demostrando así su más completa felicidad. Luego entran contentos a merendar o cenar. Son ellos los que eligen lo que desean, porque saben lo que les gusta. Nos agrada verlos, soy de las que se dan vuelta para seguir mirándolos.

Son nuestro futuro, un futuro promisorio de progreso.

¿Y los otros? Porque hay otra infancia silenciosa, otra infancia que no reclama porque son muy pequeños para gritar “¡Estoy aquí!” “¡Tengo derecho a ser igual!”. Son los que miran desde lejos los juguetes ajenos, los que desean los brillos que saben que no tendrán, los que piden comida sin elegir porque tienen hambre, los que muchas veces son echados de bares y restaurantes cuando entran a pedir. Son esos niños de quienes nosotros también muchas veces nos cuidamos, por saber que los adultos malvivientes los entrenan para robar, son los que temen el maltrato de todos.

Son estos niños dolientes de nuestra sociedad, los que me inspiraron este triste poema una noche, en que los vi “la ñata contra el vidrio en un azul de frío”, como dice el tango, mirando a los demás.

Opacidad

Hay cuerpos sombríos

y pieles opacas.

Y son niños viejos

de mirada oscura

de mirar sin tiempo.

Deambulan hambrientos.

Son parte de la niebla

en la ciudad extraña.

Los pobres no gritan,

Los pobres no hablan.

Tienen los ojos áridos

Ellos son un presente que también es nuestro futuro. Las autoridades de ayer no los vieron, a las de hoy les pido: Abran los ojos, ellos merecen ser protegidos. No les puede faltar alimento, no les puede faltar educación, no les pueden faltar juegos ni igualdad de oportunidades para crecer sanamente y con dignidad.

Todos queremos un futuro mejor para nuestro país y esto no se logra con una infancia desnutrida y triste.

Es mi deseo que este Día del Niño, no sea uno sino el comienzo de una etapa que haga realidad la asistencia diaria que ellos necesitan.

Stella Maris Cambre

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