Reciclar y reusar: claves de este siglo
Las palabras Reciclar y Reusar repiquetean cada vez con más fuerza en estos tiempos en los que se encienden las alertas por la sobre-explotación de los recursos de la tierra. Al mismo tiempo nuestra sociedad incentiva al consumo de bienes, que suele confundirse como sinónimo de prosperidad.
Mucho de lo que consumimos tiene más de una vida, ya sea por reuso o por reciclado. Poner en práctica estos conceptos, ayuda a resolver uno de los problemas cotidianos más visibles: la basura. Aunque, también es cierto que no todas las personas están dispuestas a hacerlo.
La basura es una consecuencia directa del desarrollo de las sociedades desde tiempos prehistóricos. Hoy es un problema de gran envergadura, ya que su volumen aumenta y cada vez hay menos espacio para su disposición final.
Reciclar o reutilizar significa también reducir el volumen de esa basura individual o colectiva. Todos los vecinos de San Telmo tenemos la imagen de los tachos desbordantes de basura que nunca se terminan de vaciar. Ni siquiera el trabajo que realizan los “recicladores urbanos” o cartoneros, es suficiente para achicar esos desperdicios que todos generamos. Una solución podría ser que el camión pasara dos veces al día, algo que suena bastante difícil además de oneroso (implicaría más impuestos para pagar los altísimos costos de recolección de basura y su disposición final). Otra opción, mucho más económica y posible a escala individual, es tirar menos basura.
¿Cómo hacer esto en nuestros hogares? En nuestro caso particular, realizamos varias actividades que nos han ayudado a reducir considerablemente el volumen de basura diaria. Primero, compostamos todos los restos vegetales de cocina y del jardín para obtener composta o tierra orgánica que vuelve al jardín. Segundo, separamos papel y plásticos en bolsas distintas para que los cartoneros puedan llevarse esa fracción sin desarmar la basura. Tercero, reutilizamos algunos materiales que consumimos transformándolos en nuevos artículos. Por ejemplo las latas, lavadas y perforadas se transformaron en los primeros recipientes de plantas pequeñas (también para regalar a amigos); los frascos de distinto tipo, que pintados fueron convertidos en recipientes de especias de la huerta, semillas, frutos y fideos; maderas de obra de remodelación, fueron transformados en una compostera; ciertos cajones de frutas y verduras pintadas se usan como bandejas, canastos y otros accesorios para la casa.
Extender la vida útil de las cosas y transformarlas en detalles novedosos constituye un desafío lleno de creatividad e invita al “juego”. Tener espacio facilita estos procesos de división de basura y transformación de los materiales. Pero es posible aún en casas pequeñas, ya que todo depende de nuestra convicción y responsabilidad como ciudadanos.
Nuestra acción es individual. Pero si se suman muchas otras, puede tener un impacto grande a escala barrial. Cada vecino tiene una cuota-parte de la solución en sus manos, sin grandes cambios en lo cotidiano. ¿Estarías dispuesto a separar la basura y reducir su volumen, aún sabiendo que en la ciudad no está completamente resuelta su disposición final diferenciada?
Sin embargo, también son deseables algunas acciones pensadas colectivamente. ¿Te comprometerías al cambio si sumaras tu esfuerzo individual a una movida barrial para disminuir el volumen de basura en las veredas?
Fabián Rabuffetti y Florencia Pittaluga