Recorrida por el barrio en una tarde de febrero

Un incierto destino parece sobrevolar el barrio en donde la intención de preservar los valores patrimoniales se está diluyendo por la aparición de un falso pintoresquismo.

La proliferación de colores estridentes, como los que se aplicaron a los bolardos de la calle Alsina al 400, las fachadas de muchos edificios que recientemente fueron pintadas sin tener en cuenta su estilo, las reformas que no respetan las normas, demuestran un lamentable dejar hacer que está desmejorando el entorno.

En una reciente recorrida por el Casco Histórico pude comprobar estos desajustes a pesar de los cuales San Telmo resiste por la calidad de su patrimonio edificado.

La diversidad de épocas, estilos arquitectónicos y usos son una muestra del proceso de desarrollo no solo de un barrio sino también de nuestra ciudad.

Si uno recorre sus calles, especialmente los días de semana, es posible sentirse envuelto en la cotidianeidad barrial, los vecinos habituales, los chicos jugando aún en el laberinto de mesas de los bares en la Plaza Dorrego o en las verdulerías que sobreviven en el Mercado San Telmo.

Pude asomarme a varios patios por algunas puertas entreabiertas en donde el sol de febrero perdía su rigor gracias a la sombra generosa de las plantas y al frescor de las baldosas recién baldeadas. Estos patios son característicos de una edificación en la que no solo se cumplía con una función de ventilación e iluminación sino que, además, posibilitaba la comunicación entre los vecinos y la creación de vínculos afectivos. Jorge Luis Borges, al referirse a ellos escribió que: “El patio es el declive por el cual se derrama el cielo en la casa” (1) y por suerte San Telmo tiene muchos cielos interiores.

Muchas casas del período italianizante, construidas entre las décadas de 1870 y 1890 aún se encuentran en el barrio sur. Son fácilmente reconocibles por sus frentes ornamentados con pilastras, molduras, figuras de terracota, balaustres y ventanas enrejadas.

En muchas de ellas al ingresar al zaguán nos encontramos con la puerta cancel (2), fabricada artesanalmente por hábiles herreros, que aseguran la privacidad del primer patio y por ende de toda la casa.

La llamada Casa de los Ezeiza, ubicada en la calle Defensa 1179, posee una estupenda puerta cancel que, como hecho curioso, apareció embebida -en el momento de la restauración de la propiedad- dentro del muro que un colchonero había levantado al transformar el ingreso a la casa en un local comercial.

Ahora, al escribir esta nota, recuerdo otra casa ubicada en Cochabamba al 600 cuyo patio se dejaba ver a través de su puerta cancel muy ornamentada. Si uno tenía la suerte de visitar la casa podía descubrir un segundo patio con su aljibe y a través de tres escalones acceder al fondo de la casa.

Algunos de estos edificios están en peligro de desaparecer, como el ubicado en la esquina suroeste de la calle Perú y Chile. Es una responsabilidad del Gobierno de la Ciudad y de todos los que queremos un Casco Histórico conservado sustentable, impedir que esto suceda.

Eduardo Vázquez

 

(1) Borges, Jorge Luis, Antología de Buenos Aires, Emece 1969, pág. 37.

(2) Cancel proviene del latín cancelli, literalmente reja, de ahí es que esta segunda puerta ¨cancela¨ el ingreso directo al interior de la vivienda.

PUERTA CANCEL, NÓTESE EN LA PARTE SUPERIOR LA INSCRIPCIÓN A 1874, CASA DE LA CALLE COCHABAMBA AL 600.

SEGUNDO PATIO DE LA MISMA CASA.

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