Recorrido patrimonial de la calle Bolívar (parte 2)

Por Clara Rosselli

Recorrido calle Bolivar – Parte 2

San Ignacio

Librería Ávila (del Colegio)

Colegio Nacional

Palacio Raggio (arq Seigerist)

Tanghotel

Nuevamente nos encontramos en la calle Bolívar, dispuestos a continuar el recorrido que comenzamos en el número anterior.

Iglesia de San Ignacio. Bolíva

Empezaremos con una de las iglesias más antiguas de Buenos Aires, San Ignacio, con sus fachadas recientemente mejoradas y con una obra de restauración que aún se está llevando a cabo en sus interiores.

San Ignacio fue la primera iglesia de Buenos Aires aunque su ubicación no fue  siempre la que hoy conocemos. Hacia 1610 se encontraba conexa a la actual Plaza de Mayo, donde hoy está el Ministerio de Economía, y en 1662, por cuestiones de defensa de la ciudad, se la desplazó a su actual ubicación. A partir de ese momento comenzaron una serie de estadíos a través de los cuales divagó su construcción. Cinco fueron los padres jesuitas, de profesión arquitectos, que intervinieron en su construcción y reconstrucción a lo largo de los años, todos extranjeros: Juan Kraus, Juan Wolf, Andrés Bianchi y Juan Bautista Prímoli.

Por la placa encontrada en 1858 en la Sacristía, se supone que la obra comenzada luego de la mudanza a su locación actual se terminó en 1675 y estaba hecha de adobe. Pero la fragilidad de este material, obligó, en 1712, a reparar la iglesia, trabajo que fue terminado hacia 1734.

Cuando los jesuitas fueron expulsados, en 1767 la iglesia pasó a manos de beatas que continuaron con la labor de los jesuitas.

Entre algunas las anécdotas interesantes de la iglesia, se puede recordar que, en 1823, San Ignacio fue considerada iglesia metropolitana en tanto se llevasen a cabo las refacciones que se estaban realizando en la Catedral.

Otra peculiaridad es su reloj, que había sido inicialmente diseñado para el Cabildo por una firma inglesa. Con la apertura de la Avenida de Mayo y la remoción de dos arcos del Cabildo, el reloj quedó sobrante y se destinó a San Ignacio. Se colocó en la torre más antigua (la más nueva se levantó a mediados del siglo XIX por Senillosa) y funcionó hasta 1930.

Pero la curiosidad más atrayente de San Ignacio son sus túneles, a los cuales se puede ingresar con una visita guiada. La causa de su apertura, a cargo de los padres jesuitas, suscita varias hipótesis que aún no se han comprobado fehacientemente: ¿se usaban como medio de escape? ¿Servían para el contrabando? ¿Eran usados por los habitantes de Buenos Aires para evitar a los piratas e indios que azotaban la ciudad?

La librería del Ávila

Es la más antigua de la ciudad, de fines del siglo SVIII. En un principio funcionaba allí una botica, instalada por el farmacéutico Salvio Marull donde además de libros se vendía ropa, perfumes, alimentos, remedios y licores. Allí se vendió el primer periódico de la ciudad. Por su cercanía al Colegio de San Carlos se la llamó La Librería del Colegio y en ella frecuentaban personalidades de la literatura y de la política como Bartolomé Mitre, Domingo Sarmiento, Nicolás Avellaneda, Juan Bautista Alberdi, Esteban Echeverría, Leopoldo Lugones, Roberto Arlt, Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Victoria Ocampo.

En 1926, el viejo local de la librería fue demolido. Alli se construyó un edificio de estilo ecléctico, proyectado por el arquitecto Ángel Pascual y el ingeniero Luis Migone, con local en planta baja y subsuelo y viviendas en los pisos altos. Allí se instaló la Editorial Sudamericana hasta 1960. En 1993, Miguel Angel Ávila, antiguo dueño de la famosa librería Fray Mocho, adquirió el local y lo conserva como lo conocemos actualmente.

El Colegio Nacional Buenos Aires

Al establecerse en nuevos territorios, los jesuitas venidos de España tenían la costumbre de impartir la no sólo la religión sino también la enseñanza, razón por la cual, importantes establecimientos educativos como el actual Colegio Nacional y la Universidad de Buenos Aires fueron creación de ellos.

En los comienzos, a principios de 1600, todo era muy modesto, el colegio de San Ignacio era una sala ubicada sobre la actual Plaza de Mayo. Con la misma suerte que la iglesia de San Ignacio, todas las dependencias de los jesuitas ubicadas en ese sector fueron mudadas a las calles de la Compañía, de San francisco, de San José y de San juan Bautista (hoy conocidas respectivamente como calles Bolivar, Moreno, Perú y Alsina), lo que pasó a llamarse Manzana de las Luces, nombre que no es dado por casualidad sino que haciendo hincapié en las personalidades que allí estudiaban .

En 1667 los jesuitas levantaron el Colegio Grande de San Ignacio, que fue la base para la creación, en 1772, del Real Colegio de San Carlos. Aquel fue el nombre que tomó el por nosotros conocido Colegio Nacional de Buenos Aires.

En 1705 el padre Juan Kraus diseño el edificio mientras construía el Colegio de Córdoba. Más tarde llegó a Buenos Aires para ocuparse de las obras. El diseño está basado sobre un esquema de patios o claustros hacia donde vuelcan los espacios. En 1714 falleció dejando las obras inconclusas. Entonces tomaron la contienda los padres Wolff, Prímoli y Blanqui, con diferentes intervenciones. Debido a que las obras demandaban otros despachos además de los del Colegio, en el año de la expulsión de los jesuitas, en 1767, todavía no se habían finalizado las obras del mismo. El edificio actual, ejemplo del academicismo francés, fue remodelado entre 1903 y 1917 sobre la construcción existente por el arquitecto Norberto Maillart.

Entre los recintos que pueden encontrarse en el colegio existen: una biblioteca para cien mil libros, con ejemplares del siglo XVI; el Aula Magna, inspirada en la Opera de París, el comedor,  un observatorio y pileta olímpica. La escalinata de mármol es el único elemento italianizante que utilizó Maillart en el diseño del edificio.

Gracias a Miguel Cané con su libro Juvenilla, se pueden conocer las anécdotas de un estudiante del Colegio.

El Palacio Raggio – Bolivar

En los albores de 1910, sobre la base de una prosperidad económica, los hermanos y comerciantes Lorenzo, José y Benito Raggio, decidieron construir un edificio para su almacén de venta al por mayor. La obra terminó en 1910 como indica la veleta que está apostada en la cúpula de las esquina de Bolivar con Moreno.

En la planta baja había locales y en las plantas superiores viviendas de alquiler. El arquitecto encargado de seguir la obra constructiva fue el alemán Seigerist, hombre de prestigio en aquella época.

Por muchos años el edificio estuvo a la deriva y ocupado hasta que en 2007 la empresa Fernandez Prieto adquirió el edificio para un emprendimiento hotelero,  con locales, lofts, oficinas y viviendas modernas.

Pasaje Belgrano – Bolívar 345

Este es uno de los pocos edificios con pasaje en Buenos Aires, ubicado sobre Bolívar casi av. Belgrano. Antiguamente el pasaje llegaba a la avenida pero con el ensanche de la misma, parte del edificio quedó cortado perdiendo uno de sus accesos. Los terrenos libres de la esquina se vendieron entonces y el pasaje terminó en medianera, que es como actualmente ha quedado.
El edificio es defines de 1800, cuenta con planta baja y dos pisos altos sobre Bolívar y en su interior, hacia el pasaje, solo hay un piso alto.

Hacia mediados del siglo XIX los terrenos fueron adquiridos por la familia Guerrero quien construyó un conjunto de viviendas para renta y locales en planta baja. Tras pasar por diferentes dueños, el edificio pasa a manos de la empresa de seguros La Compañía quien decide darle una “lavada de cara a la fachada” encargando la obra nada menos que al famoso arquitecto del Art Decó Alejandro Virasoro. Este arquitecto vanguardista era obsesivo por la perfección. Utilizaba “sistemas ordenadores” para diseñar sus plantas y fachadas dándoles cierta racionalidad a sus obras. Es de esta manera que en el Pasaje Bolivar, quedaron plasmados dos estilos diferentes:  el Art Decó de la fachada de Bolívar y el italianizante en el resto del edificio.

Ya en nuestro siglo, la empresa hotelera Tanghotel adquierió el edificio para desarrollar en él un complejo hotelero con galería de arte, restaurant y salón de convenciones. Durante las obras de refuncionalización se encontraron restos arqueológicos de gran valor, entre ellos vajilla, botellas y mayólicas, azulejos, tanques cisternas y distintos fragmentos de paredes de antiguas construcciones.

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