Recuperación de la plazuela del Alto de San Pedro
Cuando en San Telmo uno cree que nada lo sorprende, se abre otra posibilidad. En este caso, es el del Arq. Rodolfo Jorge Berbery quien propone recuperar y recrear la calle Humberto 1°, entre Defensa y Balcarce, como lucía originalmente.
Su proyecto ha sido presentado al Jefe de Gobierno de la CABA, en una de las reuniones barriales realizadas, sin obtener respuesta y explicado a través de los “Cuadernos de San Telmo – Nueva época N° 3 de 2017” (págs.30 a 33) de la Junta de Estudios Históricos de San Telmo.
Concretamente su idea es la siguiente: Reintegrar una histórica plazuela uniendo el atrio de la Iglesia de San Pedro Telmo y el espacio frente a la escuela Guillermo Rawson (antiguo lugar del Protomedicato) donde lucía una pequeña fuente (la que, actualmente, se encuentra en el Decanato de la Facultad de Medicina). Todo esto se perdió cuando se empedró dicha calle, dando así prioridad a los medios de locomoción y de esta manera se recuperaría para los niños de la escuela, los vecinos y los visitantes creando una zona peatonal permanente.
El Arq. Berbery estima que el nuevo espacio de 645 m2, a una altura de 1,42m, permitiría visualizar y poner en valor al primitivo Alto de San Telmo, además de tener en cuenta que la salida yentrada de escolares en una estrecha calle con circulación vehicular también representa un permanente peligro. Por otro lado, el proyecto no afectaría el transporte de pasajeros ya que por allí ninguno tiene su recorrido.
A esa plazuela se accedería desde las calle Defensa y Balcarce por medio de escalinatas, balaustres, jarrones, columnas ornamentales de iluminación como las que existen cerca de la Biblioteca Nacional y también por medio de rampas para discapacitados. Asimismo la fuente ocuparía el centro, como era su lugar original y las actuales rejas de la iglesia serían reubicadas sobre las calles ya mencionadas, dando así acceso a este espacio peatonal. Por tanto, a la Plazuela del Alto de San Telmo darían los edificios de la antigua Iglesia y su valioso museo y la actual escuela pública Guillermo Rawson.
Rescatando los niveles originales y llevando a cabo el proyecto sería fácil distinguir hacia el Este y el Oeste los antiguos cauces que lo limitaban: el Río de la Plata y las vertientes del Tercero del Sur que definirían al sector como fue originalmente: una ISLA.
Esta no es una idea de un improvisado. El Arq. Berbery tiene una extensa y exitosa trayectoria y tenemos el privilegio de que sea vecino de nuestro barrio. Como él mismo lo cuenta, “de los 85 años que tengo, 81 los viví en San Telmo. Nací en Barrio Norte y luego vine con mis padres -él comerciante y ella ama de casa- y nueve hermanos; éramos once, pero fallecieron dos. Vine a los cuatro años a la calle Chacabuco e Independencia, al lado de la que había sido la casa del Gobernador Martín Rodríguez. Aún conservo un ladrillo de ella, cuando -en los setenta- la tiraron abajo para ampliar la ahora avenida”.
El Sol: ¿Dónde estudió?
R.B.: Fui exalumno de la escuela Coronel Suárez y luego, cuando fue solo de chicas, pasé al Valentín Gómez. Hice el secundario en el Colegio Nacional de Buenos Aires y me recibí de arquitecto en la UBA, en 1960. Por ser alumno distinguido, me nombraron Jefe de Trabajo Práctico en Investigación en la cátedra del Arq. Mario Buschiazzo (1902-1970, restaurador del Cabildo y la Casa de Tucumán). Con él me formé muchísimo sobre arquitectura de Buenos Aires entre 1850-1910. En el equipo estaba el Arq. Ricardo Braun Menéndez (1905-1982), que era quien financiaba todo nuestro trabajo. Al dejar la investigación pasé a ser Titular de la cátedra de Composición Arquitectónica en la Universidad de La Plata y pude devolverle a la sociedad lo que me dio.
E.S.: ¿Cómo se involucró en la arquitectura sacra?
R.B.: Cuando cursaba 3er. año en la facultad, se produjo la quema de iglesias después del bombardeo de la Plaza de Mayo en 1955. Al recorrer la ciudad, luego de ese episodio, tomé conciencia del patrimonio que teníamos, que se había destruido y que teníamos que reconstruir. Como era delegado general de la FUBA, yo y 120 estudiantes más nos ofrecimos como peones para hacerlo e incluso se agregaron profesores. Empecé a dirigir a los que estaban en San Ignacio, San Francisco, Santo Domingo, La Piedad y La Merced. El grupo que mejor trabajó fue el de Santo Domingo y en su sótano formamos El Instituto de Arquitectura Sacra, que presidí.
E.S. ¿Cuál fue concretamente el trabajo?
R.B.: Tuve a mi cargo el proyecto y la dirección -en la Basílica de Ntra. Sra. Del Santísimo Rosario (Iglesia de Sto. Domingo)- del Altar Mayor, el Presbiterio y el órgano tubular que se había quemado; el gobierno proporcionó los medios económicos para realizar uno nuevo, que se hizo en Alemania.
E.S.: ¿Qué otros realizó en ese sentido?
R.B.: Me tocó restaurar la iglesia de Santo Domingo en La Rioja, que es una de las más antiguas de nuestro país; San Isidro Labrador en Chacabuco -Prov. Bs.As.- donde está la fachada tal cual era, pero el templo en si constaba de una nave angosta con techo de chapa que se llovía, dos naves laterales agregadas y cielo raso de chapa. Todo se tiró abajo porque estaba en muy malas condiciones. Hice una iglesia de una sola nave, con detalles de la antigua: por ejemplo, copié las ventanas de antes. En el fondo pusimos un vitral de 3m de diámetro y todo se hizo con ladrillos de Chacabuco que son los mejores y con pseudo imágenes góticas que era lo que tenía la iglesia anterior, en sus arquerías. Mantuve la historia y la adecué a la época.
E.S.: ¿Y en nuestra ciudad?
R.B.: La Parroquia de San Cayetano en Belgrano, una de las más modernas. Es de mediados del siglo XX y está hecha en hormigón armado con encofrados de madera. Como son superficies alabeadas que se construyen sin dibujar antes, para realizar el trabajo había un obrero paraguayo que a la noche ponía la madera en agua y le daba forma para poder, al otro día, llenarla con hormigón. Está considerada en el mismo nivel de la Basílica Santa Rosa, en Balvanera, que marca otra época. En la Iglesia de San Telmo hice todo el Presbiterio -el altar estaba abajo, después del Concilio y la gente no veía nada- y el cinerario que, luego, por un robo optaron por cerrarlo con la idea del arquitecto que realizó la obra.
E.S.: ¿Cómo fue que descubrió la Aduana Nueva en la Casa Rosada?
R.B.: Cuando era Subdirector Ejecutivo del Museo de la Casa de Gobierno, en los años setenta, Obras Sanitarias (hoy AySA) al hacer una perforación encontró una bóveda en la calle Paseo Colón. La Comisión de Museos, de la cual era asesor consulto, me mandó a ver de qué se trataba e hice un informe de las bóvedas de ladrillo, que eran el patio de maniobras de la Aduana Nueva del Arq. Taylor. Era un edificio semicircular donde estaban las carretas con las mercaderías y tenía tres pisos más en la parte alta, donde ponían lo que se exportaba: huesos, cuero, bebidas. Lo tiraron abajo los ingleses porque querían hacer los diques y hacía falta solo un espigón, no querían dejar ningún vestigio y lo llenaron de tierra.
Como pasaban los colectivos por arriba y vibraba todo era peligroso ya que estaba debajo de Paseo Colón, pero las autoridades dijeron que no se tocara nada. Entonces, con la gente de Obras Sanitarias, pusimos una tapa ciega -para marcar el lugar- como si abajo hubiera una cloaca.
Luego al explicarles a las autoridades que se podía hacer la excavación desviando Paseo Colón para no llegar a la Casa Rosada, lo autorizaron y proyecté la curva de La Rábida que llevó a cabo la Secretaría de Obras Públicas de la Municipalidad. Se sacaron 120 camiones de tierra, con una grúa traída de Francia que iba sacando la tierra como con la mano y, a medida que se retiraban, se analizaban. Empecé a restaurar todo tal cual, porque había parte que se veía.
E.S.: ¿Cómo llegó a Director del Museo de la Casa de Gobierno?
R.B.: Cuando el Dr. Raúl Alfonsín ya era Presidente de la Nación, me llamaron de la Secretaría General para informarme que el Museo dependería de ellos y que yo pasaría a ser el Director. Lo fui desde mayo de 1985 hasta febrero de 1988, cuando renuncié.
E.S.: ¿Se respeta en el barrio lo histórico?
R.B.: La plaza Dorrego es Monumento Histórico Nacional, porque allí se juró la Independencia, pero las fachadas que la rodean se pueden retocar. Lo importante es conservar los interiores, porque la fachada sola es lo que se muestra y no un espacio arquitectónico. En cuanto al barrio mejoraron algunas cosas, pintaron determinados lugares, pero el que conocí era diferente. La gente salía de los conventillos con batón; los puesteros del mercado, cuando estaba el Padre Scarcella -silenciosamente- le regalaban la comida para darles a los pobres en el comedor de la iglesia. En cuanto al Mercado, siempre pensé que podía ser un lugar de antigüedades muy valioso, hasta incluso que podían llevarlo hacia abajo como se hizo con las Galerías Pacífico y desecar todo el sótano para poner restaurantes y la parte de arriba, con algún nivel intermedio.
E.S.: ¿Volviendo a su proyecto, cree que puede llevarse a cabo?
R.B.: Es muy fácil hacerlo, quizás no he sabido exponerlo para que fuera de interés para las autoridades, pero también es cierto que nadie se preocupa por este tipo de cosas. Lo que quiero dejar claro es que no tengo problemas en dirigir la obra sin percibir honorarios, solo como asesor. Pero eso sí, estaría muy encima para que lo hagan como corresponde, porque ya lo tengo todo analizado.
E.S.: ¿Piensa que a los vecinos les gustaría?
R.B.: Creo que sí, pero hay que imaginárselo con los elementos propios de la época. Cuando lo vean hecho les va a encantar. La gente que lleva a los chicos al colegio están siempre sobre la calle con los coches que pasan al lado, lo que es un peligro y esto sería esperarlos sentados en los bancos de la plazuela, lo mismo que la gente que va a misa y, además, un lugar de encuentro.
Texto y fotos: Isabel Bláser