S a 5 (sábados a las cinco): Volver a apropiarnos de la vereda
Parte del no sé qué santelmiano es que los vecinos se conocen. Por eso, los sábados a las cinco de la tarde salimos a tomar mate a la puerta de nuestra casa.
Leer también: Mateada vecinal en el Parque Lezama 30 de octubre
San Telmo me atrapó, no me dejó escapar. Me agarró del cogote, sin chances. Ante la pregunta: “¿Por qué lo elegís?”, digo lo mismo que todos los extranjeros que se quedaron acá: “Porque se parece a mi casa”. Soy de Temperley, un barrio del Conurbano bonaerense y mi amado Saint Telmo se parece a lo que era mi empedrado, muy diferente a la Capital y sus porteños típicos.
Uno quiere lo que conoce y en extensión quiere el lugar donde se siente reconocido.
En la actualidad, todo el discurso público y mediático te dice que te quedes adentro y en la medida de lo posible no hables con nadie porque todo extraño es sospechoso y peligroso. Y uno se queda adentro, prendido a la pantalla, chateando en lugar de estar tomando una cerveza en la esquina, atrás de los barrotes de las ventanas en lugar de estar tomando sol en el parque.
Telmo es diferente: los vecinos se conocen. Caminás y te saludan por la calle. Te cruzás de vereda para ir a dar un beso, te quedás charlando un rato. Y eso no pasa porque sí. Los vecinos se conocen porque tienen la voluntad expresa de querer hacerlo. Amo San Telmo porque tiene ideología, muchas veces opuesta a la mía, pero una al fin.
Los vecinos nos juntamos, podríamos estar mirando la tele pero preferimos escribir en un diario y cambiar el mundo, nuestro micromundo de 20 manzanas.
Los vecinos de San Telmo participamos, a nuestra manera, como podemos, como nos sale, pero al menos participamos en saludarnos en las calles, en las paradas de colectivo. No estamos solos.
Es imposible irse del lugar donde nos reconocen como personas, donde nuestra opinión vale, donde “hay equipo” para llevar a cabo nuestras ideas.
En San Telmo nos juntamos en la librería del barrio, en los bares y las pizzerías. Los comerciantes son parte activa no sólo en sus negocios sino en la “comunidad” con todos los vecinos. Nuestra casa traspasa la puerta, la casa es el barrio entero, como era antes.
En San Telmo hay ganas: de hacer, discutir en los puestos de diarios, arreglar las plazas, baldear las veredas, cuidar los edificios, abrazar las calles angostas, rebelarnos contra las torres.
Los vecinos del Casco Histórico están alertas y charlan, se pasan datos, se conectan.
En toda capital los habitantes reconocen a los comerciantes, a fuerza de ir repetidas veces durante años a un mismo negocio. Acá hay otro tiempo, y todos hablan con todos en los locales, dejando de lado el apuro.
En San Telmo recobramos tocar el timbre sin aviso y pasar a tomar mate. Eso es lo contrario al miedo: cuando sabés quién está y quién no está en tu vereda, y dejás de ver con desconfianza porque ya sabés quién es quién. Pero eso es un trabajo.
Y no tenemos la más mínima intención de perder esa identidad, y la tenemos que construir entre todos, para no estar solos y aislados, de la puerta para adentro.
Por eso los invitamos a salir a tomar mate a la puerta el sábado a las cinco de la tarde. Es fácil, pero les brindamos algunos tips para arrancar:
- Inviten a un amigo/a y saquen el termo a la puerta.
- Acomoden las sillitas como hacían las abuelas -si quieren- o el mismo escalón del edificio vale para acomodarse.
- Deténganse a mirar quiénes pasan por su cuadra, reconózcanlos.
- Convídenles un mate a los que conozcan.
- Quédense charlando.
- Entérense quién es su vecino, cómo se llama, qué hace, cuánto hace que vive aquí.
- Inviten a algún amigo – vecino a tomar mate en la puerta en lugar de hacerlo dentro de sus casas.
- Siéntense al sol en la puerta y reconozcan el movimiento de su cuadra.
Van a ver cómo San Telmo los atrapa, los agarra del cogote, sin chances. Enamórense de él.