¿San Telmo crece sin control?

San Telmo está creciendo. Se nota en la cantidad de edificios nuevos que se están construyendo. Si bien existe un marco de regulación para esta actividad, muchos no están tranquilos. Por algo será.

El arquitecto Luis María Peña, defensor del patrimonio urbano, siempre habla de no “congelar” la ciudad. Esta es una manera de avalar el crecimiento urbano en general. La ciudad no es un ente estático sino que se modifica continuamente. El arquitecto, que fomentó la revitalización del Casco Histórico de Buenos Aires desde antes de la década del 70, sabe que la única manera de que el barrio subsista es permitiendo su desarrollo.

Toda la ciudad se construye bajo el Código de Edificación, que es un marco de regulaciones que limitan usos, alturas, retiros, espacios “construibles”, entre otras cosas. ¿Qué dice el Código de Edificación con respecto a la construcción en el Casco Histórico del que San Telmo es parte? El Casco Histórico está definido dentro del APH1 –Área de Protección Histórica-. Todo lo que se quiera intervenir dentro de esa área -tanto edificios como espacio público- tiene ciertas restricciones. Sin embargo, la normativa no exime a los edificios existentes de modificación y/o demolición (salvo que los edificios sean anteriores a 1941y que la ley 3056 se siga prorrogando o se sancione otra que la reemplace). Para que esto no ocurra -u ocurra controladamente- un edificio tiene que entrar dentro de alguno de los tres tipos de catalogación: integral, estructural o cautelar. Cuando un edificio es catalogado queda protegido e ingresa como tal en el catálogo del Código de Planeamiento Urbano de la Ciudad que se puede consultar vía web.

Hasta acá vamos bien. La disyuntiva surge cuando analizamos con más detalle cómo fue evolucionando este conjunto de normativas y su “vigencia” actual. Sin irnos al detalle, y dando por sentado que estas normativas son las encargadas de preservar el patrimonio, encontramos algunas falencias. Nombro algunas aunque habrá otras.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Trámites de catalogación. Estos suelen terminar siendo complicados y largos y muchos edificios quedan afuera de la clasificación. Para que un edificio sea protegido es necesario que se inicie la solicitud a través un proyecto de Ley. Y para ello es necesario recurrir a personas/entidades que posean iniciativa legislativa (alguno de los 60 legisladores de la Ciudad o el Jefe de Gobierno o el Defensor del Pueblo o las Comunas o por iniciativa popular con la firma de 1,5 % del padrón electoral o el Consejo de Planeamiento Estratégico o el Poder Ejecutivo) de acuerdo con la Constitución de la Ciudad. Es un trámite de “doble lectura”, o sea que es necesario que  se sancionen dos leyes para que cada edificio sea catalogado. Cuando se solicita catalogar un edificio, un equipo técnico, el Consejo Asesor de Asuntos Patrimoniales (CAAP), evalúa su estado y situación y lo clasifica en alguna de las protecciones nombradas o no. Este “trámite” suele extenderse años.

Consolidación de las leyes protectoras. Esta es otra gran flaqueza con la que los conservacionistas no descansan: leyes y normas que muchas veces tienen fecha de expiración o que directamente no se cumplen. La ley que protege a los edificios anteriores a 1941, la número 2548 y su sucesora la 3056 se van prorrogando año tras año (¿por qué hacer una ley con validez de un año?). Por otro lado, mientras transcurre el trámite para catalogación de un inmueble, esa construcción se “salva” de ser demolida. Obligación que no siempre se cumple.

Área de cobertura. Hasta 1982, el área protegida abarcaba casi el doble de lo que hoy abarca. Reducir la cobertura es reducir también la cantidad de edificios que quedan protegidos y la posibilidad de levantar construcciones que no guarden relaciones con el contexto en donde se implantan. Cuando el crecimiento no es apoyado por una estructura, surgen inconvenientes. Permitir la sobre-densificación de un barrio que antes no la tenía, sin considerar un cambio en la infraestructura, también trae inconvenientes.

La preservación es un tema complejo, donde suelen haber conflictos de distintos tipos. Qué preservar y qué no, es a veces una cuestión arbitraria. Este asunto es muy afín a San Telmo, dada la antigüedad de sus construcciones. Somos los vecinos los que tenemos que aprender a valorar y defender el patrimonio y entender hasta dónde puede crecer el barrio, para no poner en peligro el resguardo de nuestra historia.

Sin duda, este tema todavía no ha encontrado un razonable equilibrio de intereses.

Texto y fotos: Clara Rosselli

También te podría gustar...