¿San Telmo Hollywood?
Se vienen cambios en San Telmo, eso es lo que anunció el Gobierno. Y me da un poco de escalofríos pensar en qué se puede convertir.
El “Casco Histórico de la Ciudad” suena a título de primera bailarina de la calle Corrientes, es como una vedette de otra época. Pero está venido a menos, el tiempo le pasó y anda “cachuzo”. Ahora viene el cirujano del Gobierno de la Ciudad a arreglarlo. ¿Sacarán los adoquines y cordones como en la calle Perú y lo intentarán convertir en Barcelona? ¿Le pondrán luces ultramodernas para parecerse a Puerto Madero? ¿Le sacarán sus calles finitas en pos de la movilidad en lugar de arreglar sus veredas? ¿Quedará San Telmo como esas mujeres repletas de cirugías con la nariz de una, la boca de otra, el mentón de una tercera? ¿Quedará nuestro particular barrio clonado de otros, perdiendo toda personalidad? ¿Alguien les preguntó a los vecinos qué querían y si fue así, tomó en cuenta sus ideas?
Hace un par de años este periódico le preguntó a 20 personas qué les gustaba del barrio y el 90% respondió que les recordaba a su lugar natal. Lo llamativo es que los entrevistados eran de Francia, Hawai y hasta Aldo Bonzi. Daba lo mismo.
Cada comunidad tiene su característica. En Barrio Norte en los ascensores hay flotando perfume importado.Las señoras paquetas no salen a la calle sin oler a europeo. En San Telmo eso en general no pasa, porque no tenés casi ascensores. Ahora hay torres de departamentos, pero la mayoría estamos a tres pisos por escalera y en el verano te la regalo. Por otro lado acá huele a europeo de todas formas, porque está lleno de gringos, y puedo asegurar que no exudan perfume francés precisamente. Tampoco acá las personas salen luqueadas a la calle, San Telmo es el reino de la ojota. En Barrio Norte no vas a ver un perro marca perro, son todas miniaturas de cotillón que ladran agudo. Son todos pichichos de diseño, ideales para que entren en la cartera Luis Vuitton y se puedan llevar a tomar el té con las amigas. Acá podés hacer lo que quieras. Si se te ocurre tener un loro de mascota y salís con el pajarraco en la cabeza sos un hit. Los extranjeros te sacan fotos, te convertís en el éxito del tweet de toda Alemania de la noche a la mañana. Seguramente en Berlín en este momento hay dos grandotes comentando sobre el señor del loro de San Telmo. Apuesto.
Yo odiaba San Telmo. Nunca, jamás, ni loca, ni completamente pasada de éxtasis iba a vivir en este barrio de cerveceros, hippies del norte, toca sikus. Vivía en Barrio Norte con las señoras con perritos en la cartera. Tuve que dejar de un segundo al otro mi bulín de revista Cosmopolitan y me ofrecieron un departamento en plena peatonal dominguera y, como no me quedaba otra, acepté.
Y ahí entendí que San Telmo es como estar de vacaciones todo el tiempo, que ir a la verdulería y escuchar a las personas hablar en checo es genial. Acá la gente camina tranquila sacando fotos, sin apuros, sorprendiéndose, es el espíritu anti porteño -apurado-malhumorado y quejoso.
Ahí descubrí el periódico El Sol dirigido en ese momento -paradójicamente- por una hawaiana, Catherine. Ella estaba muy preocupada porque el barrio no se convirtiera en Palermo Hollywood, que se sobrepasara en lo turístico y perdiera su NO SÉ QUÉ. Lanzó la pregunta ¿Cómo podemos resguardar la identidad de San Telmo? Yo todavía no encuentro mi propia identidad, cada día sé menos quién soy y ¿a vos se te ocurre buscar la de tanta gente? le pregunté.
Y eso hizo el diario, salir a preguntar ¿Qué les gusta de San Telmo? ¿Cuál, creen ustedes, es la esencia del barrio? Y ahora, después de todo este tiempo y con Catherine en su Hawai natal soy yo la que les pregunta. Las vueltas de la vida ¿vio?
Carolina López Scondras