San Telmo internacional: el mundo en un barrio

Debido a su cercanía al puerto y su ubicación en el Casco Histórico de Buenos Aires, San Telmo siempre fue receptor de los nuevos pueblos que arribaron a Argentina. Desde la primera colonia de Pedro de Mendoza hace cinco siglos, hasta los turistas de hoy que se enamoran del barrio y deciden quedarse, San Telmo ha presenciado un gran abanico de caras y culturas que hace del barrio el más internacional de Buenos Aires.

Una mirada hacia los dos siglos pasados es suficiente para apreciar cómo las olas inmigratorias en la Argentina dejaron sus huellas en San Telmo. En la época colonial, la mayor cantidad de población de la ciudad de Buenos Aires estaba concentrada en los barrios que hoy componen el Casco Histórico y estaba compuesta en gran parte por esclavos y descendientes de esclavos africanos, españoles e inmigrantes de otros pueblos europeos, incluyendo portugueses y franceses.
Desde mediados del siglo XIX hasta mediados del siglo XX, una fuerte inmigración europea trajo cientos de miles de españoles, italianos, alemanes, británicos, franceses y gente proveniente de los países de la Europa del Este y Medio Oriente. Según el censo nacional, en 1914 los nacidos fuera de la Argentina representaban un 50 ciento de la población de dos millones de personas de la Ciudad. Estos pueblos transformaron el carácter y la composición racial del país, en muchos casos radicándose en los barrios cercanos al puerto, mientras la aristocracia argentina se trasladaba a la más modernizada zona Norte.
Se puede decir que la mitología de San Telmo como zona de tango, malevos, conventillos, burdeles y las prohibiciones de la vida nocturna nació en esta época, cuando las antiguas casonas de familias nobles fueron transformadas y divididas en viviendas precarias para los inmigrantes y las clases trabajadores de la nueva sociedad porteña.
Mientras tanto, San Telmo se enriqueció de las nuevas corrientes que llegaban a sus puertas. Hoy todavía se pueden apreciar las huellas de estas comunidades en los negocios tradicionales que instalaron: panaderías, pizzerías y fábricas de pastas, además de las instituciones como el Museo de la Inmigración Gallega, el Club Catalán, la Iglesia Ortodoxa Rusa y la Asociación Japonesa en la Argentina.
A fines del siglo veinte, nuevas olas inmigratorias llegaron a Buenos Aires trayendo chinos, coreanos, gente de otros países sudamericanos y, más recientemente, europeos y norteamericanos. Es imposible representar la diversidad cultural de San Telmo con todo detalle. Sin embargo, en estas líneas, El Sol de San Telmo ofrece algunos retratos de distintas comunidades que forman parte de su mezcla multicolor; una diversidad de recursos humanos que es valiosa en la formulación de la identidad de este barrio.
Europa
Con sus cafés, avenidas arboladas y sofisticación cultural, Buenos Aires merece su fama de ser la capital más europea de las américas, y hay pocos barrios que preservan el encanto del viejo continente como San Telmo. España tiene un papel central en la formación de éste carácter, tanto en su antiguo rol colonial, como en el más nuevo que data a la inmigración española del siglo XX, responsable en su mayoría de los 2.5 millones de españoles y descendientes de españoles que, se estima, viven en Buenos Aires.


Manuel Fernández, dueño del bar Roli de la esquina de Perú y Humberto Primo, tenía 16 años cuando llegó desde Galicia, en 1957. Eligió Argentina sobre otras opciones como Brasil, Alemania o Francia porque, como muchos gallegos, tenía familiares en Argentina que lo ayudaron a instalarse. Siempre vivió en el barrio, y como muchos compatriotas, siempre trabajó en bares y confiterías.
“Cuando vine no pensaba quedarme para siempre. Pero la decisión no fue tomada, sino que cada vez que quería irme las circunstancias me hicieron quedar”, explica Manuel. Con el pasar de los años, se casó con una mujer española y tuvo dos hijos argentinos. Ellos, dice, “tienen una mezcla de la cultura gallega y la argentina. Las enseñanzas de mi familia, por ejemplo, siempre digo a mis hijos de la importancia del trabajo sobre todo. Inculco el valor del trabajo, del ahorro, de la vergüenza; porque tener vergüenza es muy importante, y acá no existe”.
En contraste con los europeos que vinieron en el siglo pasado buscando trabajo y nuevas posibilidades, los que llegaron a San Telmo en los últimos años fueron atraídos por la mezcla de sofisticación bohemia a precios que permiten gestionar proyectos que hoy no serían posibles en Europa.


Alejandro Molpeceres es de Madrid y hace un año y medio que vive en el barrio, donde administra el restaurante salteño Las Pencas. Aunque no vino con la idea de quedarse, y menos todavía de manejar un restaurante, se dejó encantar por San Telmo. “El barrio me mata –dice-. Aquí, dentro de lo que es una metrópolis, encontré algo que siempre necesité. Vengo de vivir en una gran ciudad, pero en San Telmo hay algo muy cercano, muy parecido a un pueblo”.
Billie Lue-Fung vino de Londres en 2003 y hace cinco años que vive en Montserrat, donde se dedica a la renovación y manejo de propiedades. Ella tampoco vino con la idea de quedarse tanto tiempo, pero explica: “aunque traté de escaparme muchas veces, siempre termino volviendo. Este barrio me ha dado el espacio para ser auténtica y para liberarme de muchas ideas a las cuales sentía que tenía que conformarme en Inglaterra. Acá las veredas no son limpias, es caótico y te topás con borrachos colapsados en la calle… pero me gusta. Me transmite algo bohemio y libre”.

Sudamérica
Según el censo nacional de 2001, 60 por ciento de la población no-nacida en Argentina era de países limítrofes, y la mayoría de ellos de Bolivia y Paraguay. El mismo censo registró más de doscientos treinta mil bolivianos radicados en Argentina, aunque la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de Bolivia calcula que en realidad son entre 1.5 y 2 millones, debido a la gran cantidad de personas indocumentadas.


Los bolivianos ya llevan décadas en la Argentina, donde a partir de los ’50 muchos se insertaron en el rubro hortícola. En la Ciudad de Buenos Aires, los hombres tienden a trabajar en construcción y albañilería y las mujeres en costura y venta de verduras.
Walter Alcalá y su esposa Simona atienden la verdulería del supermercado chino de la calle Perú al 1.000, desde hace poco más de un año. Todas los días se levantan a las tres de la madrugada para hacer las compras en el Mercado Central. Pasan el día en el puesto, que cierra a las diez de la noche, cuando vuelven a su casa en la Villa 31 de Retiro; cenan y se acuestan a la medianoche.
Walter vino a la Argentina en 1991, a los 19 años y desde Potosí, donde trabajaba en minería. “En esa época el valor del mineral era más bajo y el del peso más alto”, explica. No cree que vuelva a vivir en Bolivia, aunque admite que “uno siempre extraña su país, ya estoy acostumbrado a la vida en Buenos Aires”, donde la pareja tiene dos hijas y su negocio.


Se estima que en la Ciudad de Buenos Aires residen entre 30 y 40 mil paraguayos. Felicitas Ramírez nació en Asunción y su madre la envió a la Argentina a los 15 años por necesidad económica. “Paraguay es muy pobre, y que yo recuerde siempre venía la gente de mi país a la Argentina. La mayoría de los que vienen son del campo y allá Buenos Aires tiene una reputación de ciudad deslumbrante. Bajé del tren con la boca abierta, petrificada”, recuerda.
Ella nunca volvió a su país natal y tiene poco contacto con otros paraguayos. Se casó con un argentino y tiene un hijo de 30 años y una hija de 21. Vive en San Telmo hace veinticuatro años, donde trabaja como encargada de un edificio, y considera que este barrio es más suyo que su país natal. “San Telmo siempre fue un crisol de razas y nunca me sentí incómoda ni discriminada acá. Siento que éste es mi lugar… ya no me queda nada de mi país”, se sincera.
La gran oleada inmigratoria de peruanos a la Argentina empezó a llegar en 1980, y en 2003 la cancillería del Perú estimaba que la población era aproximadamente de 140 mil personas en todo el país, con una concentración en los barrios de Balvanera, La Boca y San Telmo.
Juan Aguilar vino desde Chosica, (cerca de Lima, en Perú) hace 17 años en búsqueda de trabajo y aventura. Cuando llegó a Avellaneda tenía 22 años y la idea de que “siempre es necesario mezclarse un poco”; tardó seis meses en encontrar un trabajo fijo, mientras vivía con otros cinco peruanos en una habitación. “Durante esa época caminaba de Avellaneda a Chacarita porque no tenía para pagar el viaje”, recuerda. Conoció el barrio visitando a un paisano que trabajaba en una verdulería del Mercado de San Telmo, y que a veces le regalaba un changuito con cosas para comer. Cuando éste le ofreció la oportunidad de trabajar en el puesto, Juan aceptó y empezó ese mismo día.


“Ahí, en el mercado, conocí mi oficio”, dice, Juan, quien ahora tiene una carnicería-almacén en la calle Carlos Calvo, frente al Mercado. Se casó con una argentina; formó una familia y ahora es parte del barrio, saludando a la gente que pasa desde las 8 de la mañana hasta las nueve de la noche. “San Telmo siempre fue muy heterogéneo, tanto cultural como económicamente. Yo quiero ser parte de San Telmo, pero no imponer lo mío, y mi negocio sigue siendo lo mismo de siempre. Ceo que le hace bien al barrio y es lindo tener gente de afuera. Pero hoy, por la situación económica, están viniendo muchos que tratan de suplantar la idiosincrasia o la forma de vida del lugar y eso me preocupa”, arremete.
Además de los que vinieron buscando trabajo, hay cada vez más gente joven de otros países del continente como Chile y Colombia para estudiar y aprovechar la cultura cosmopolita de Buenos Aires, además de un cambio que favorece su moneda.


Grace Gómez vino a Buenos Aires desde Baranquilla, Colombia, para estudiar Comunicación en 2001. Después de conocer Palermo y la provincia de Buenos Aires, en 2007 eligió vivir en San Telmo porque el barrio está “más tranquilo, menos apurado que otras zonas, y también porque hay gente muy diversa”. Dice que muchos colombianos con recursos económicos empezaron a llegar en los últimos cuatro años para estudiar cine, comunicación y gastronomía, porque la oferta es buena y barata en comparación con Colombia, y a muchos de ellos les gusta San Telmo por su carácter bohemio y artístico.
Africa
Se estima que a principios del siglo diecinueve casi un tercio de la población porteña era negra y que la gran mayoría estaba concentrada en los barrios de Montserrat y San Telmo. A pesar de la desaparición de muchos descendientes de negros en las guerras del siglo XIX, los rastros de esta comunidad siguen en las calles adoquinadas del barrio, donde se escuchan las procesiones de tambores los domingos, las fiestas candomberas detrás de puertas cerradas y la presencia de polos culturales como la Escuela y Centro Cultural Freda Montano en la calle Chile al 1400 (antes ubicada cerca del Parque Lezama, sobre Defensa).
“Siempre quisieron que sea un país blanqueado, y trataron de ocultar lo que es parte de la historia -dice Freda-. En esta zona había y todavía hay muchos africanos y descendientes de africanos. Aunque los historiadores dicen que ellos se murieron en las guerras de independencia, nosotros preguntamos: ¿Qué pasó con las mujeres e hijos de esos hombres que se quedaron en la comunidad?”.
Además de los descendientes de esclavos, Argentina tiene una colectividad de entre 12 y 15 mil personas caboverdianas que llegó desde principios del siglo veinte hasta los años ’60. Hoy, hay nuevas caras africanas en Buenos Aires con la llegada de inmigrantes de Senegal, Nigeria, Mali, Sudáfrica y Ghana, entre otros países. La mayoría son varones jóvenes que se dedican a la venta ambulante de oro y alhajas y es cada vez más común verlos con sus maletines haciendo las rondas de los restaurantes y bares de la zona.
La pequeña agrupación de senegaleses en San Telmo se debe en parte a Abba Gondiaby, quien llegó a Buenos Aires en 1992 y se instaló en el barrio porque todavía era accesible desde el punto de vista económico. Dice que cuando llegó había tres senegaleses, en comparación con los 5 mil estimados hoy, la mayoría llegados en los últimos dos años. Abba vive en Avellaneda con su esposa senegalesa y dos hijas nacidas en Argentina y trabaja en una fábrica de Ford.
Tuvo, durante dos años, un restaurante/bar africano en la calle Balcarce y es uno de los organizadores de la Asociación de Residentes Senegaleses que se formó en 2007 para brindar ayuda a esta comunidad, que tiene poco apoyo social y político en la Argentina.


Abdel Kader Dieme llegó en 2006, huyendo del conflicto étnico de la región de Casamance, donde tenía una plantación de frutas y tuvo que dejar a su esposa y su familia (según la Dirección Nacional de Migraciones de la Argentina los senegaleses constituyen 4 por ciento de todos los solicitantes del estatuto de refugiados). Después de encontrar un pasaje en barco, sin saber a dónde iba ni cuánto tiempo duraría el viaje, llegó a Argentina donde fue llevado a una misión católica y, eventualmente, a la casa de Abba.
Durante su primer año en Buenos Aires se dedicó a aprender castellano y encontró trabajo en una panadería de Avellaneda. A pesar de haber perdido todo en la guerra civil en su país, tiene una actitud ecuánime respecto de sus circunstancias: “Ninguno de nosotros quiso dejar su país, pero acepto que haya llegado acá; la vida es así y tengo suerte de vivir tranquilo y trabajar sin que nadie me moleste”.
“Uno tiene que mirar hacia delante y no hacia atrás. Claro, no va ser fácil al principio si llegás a un país donde no hablás el idioma y nadie te conoce. Hay discriminación aquí, pero hay discriminación en todos lados. Al final no importa el color de tu piel sino si tenés una buena cabeza sobre tus hombros. Si la tenés, podés ir a cualquier lugar, enfrentar cualquier situación y salís entero”, sostiene Abdel.

Asia
Hay tres poblaciones asiáticas que se ven en Buenos Aires: la japonesa, la china y la coreana, pero la que tiene más antigüedad en el país es la japonesa, compuesta en un 70 por ciento por okinawenses. Estos empezaron a llegar a principios del siglo veinte, cuando hubo una gran salida de Okinawa debido a cambios económicos y políticos en la isla. Muchos fueron a Hawai, Norteamérica y Sudamérica. A pesar de que en ese momento la política inmigratoria prohibía la entrada de asiáticos al país, a Argentina llegaron algunos japoneses provenientes de países limítrofes como Brasil, Perú y Paraguay.


Kinue Higa, quien junta con su marido Choko Katsuren maneja la Tintorería Tokio en la calle Perú casi Carlos Calvo, relata que su padre vino a Argentina en los años ’20, y trabajó quince años en restaurantes y bares como mozo antes de volver a Okinawa. A pesar de haberse enfermado de tuberculosis y de ser objeto de racismo en momentos en que los orientales eran menos aceptados (le tiraban piedras, cuenta Kinue), volvió décadas después junto a su familia. En 1962, después de la Segunda Guerra Mundial, la familia eligió como destino inicial Brasil (país que tiene la segunda población japonesa más grande fuera de Japón), pero gracias a su experiencia anterior el padre decidió seguir hasta el puerto de Buenos Aires, donde Kinue desembarcó con apenas 17 años.
Con Choko vive en San Telmo desde 1967 y, como muchos japoneses en Buenos Aires, abrieron una tintorería y formaron parte de una cámara de tintoreros que se juntaba en esa época para apoyarse económicamente y socialmente.
Kinue cuenta que durante sus primeros diez años en Buenos Aires extrañaba mucho Okinawa, pero que después se acostumbró a vivir en Argentina y ya no quiere volver. “Los argentinos son muy buenos y este país nos aceptó y estamos muy agradecidos”, explica. Además, hace décadas que forman parte del barrio y tienen más vínculo con esta comunidad que con la okinawense, ya que la mayor parte de sus familiares fallecieron o emigraron. Su hija Stela, de la segunda generación o “nissei”, tiene la Veterinaria Neko sobre Humberto Primo casi esquina Perú; está casada con otro nissei y se siente “mitad argentina, mitad japonesa”.


Otro nissei del barrio es José Shinzato de Fútbol Nikkei, un complejo de canchas y bar deportivo sobre la calle Chacabuco, debajo de la Autopista 25 de Mayo. Hijo de okinawenses que llegaron en los ’20, José estableció el negocio con tres amigos que se conocieron en su paso por el colegio japonés, que estuvo en la calle Finochietto hasta los años ’80.
En su manera de ser y en su evidente pasión por el fútbol, José es más argentino que japonés, a pesar de haber tenido que soportar prejuicios contra los orientales cuando era joven. “No es típico del japonés concentrarse en un barrio, como los chinos. El japonés se acopla bien en Occidente y muchos se casan con gente de otras razas”, explica. Su hijo fue a trabajar a Japón en los ’90, como muchos japoneses de segunda, tercera y cuarta generación, pero volvió a Argentina porque, según José, “en Japón lo único que hacen es trabajar. Acá la vida se disfruta más”.
A diferencia de los japoneses, que ya llevan hasta cuatro generaciones en el país, la comunidad china es más nueva y cada vez más visible. Según Clarín, hay 60 mil chinos viviendo en Argentina, y la mayoría procede de Taiwán y el Sur de China continental. Los rubros comerciales principales en los que trabaja esta comunidad son los supermercados y restaurantes, de los cuales hay varios en San Telmo y Montserrat.
Antonio Wu llegó a Buenos Aires en 1987 desde Taiwán, siguiendo a familiares que vinieron en los ’80 en búsqueda de oportunidades laborales cuando el peso todavía estaba pegado 1-1 al dólar. Siempre vivió en San Telmo, donde atiende el kiosco contiguo al supermercado de la calle Perú al 1000. Dice que ya no vienen tantos taiwaneses como antes, dado que la situación económica en Taiwán mejoró bastante, pero que los chinos continentales siguen llegando y muchos de los supermercados son de ellos.


Aunque extraña Taiwán, no piensa volver salvo de visita, ya que tiene dos hijas nacidas en Argentina, fruto de su matrimonio con Jade, de Beijing. Explica que está cómodo en San Telmo y que una de las cosas que le gusta del barrio es que “la gente es simpática, siempre te saludan, te preguntan cómo estás. En Taiwán la gente no es así, salvo que te conozcan bien”. Sin embargo, no le gusta la inestabilidad de la economía argentina y quisiera que el país pueda avanzar y desarrollarse económica y tecnológicamente como lo han hecho China y Taiwán. A Jade le encanta “esa cosa cálida y latina que tienen los argentinos”, pero lamenta que no se valoriza la educación ni la ética de trabajo como en Asia.

Norteamérica
De los nuevos “inmigrantes” de la zona, los norteamericanos son un grupo cultural que casi nunca tuvo presencia en Buenos Aires. Sin embargo, en 2006 la Embajada de Estados Unidos dijo que más de 20 mil estadounidenses habían registrado domicilio en la Ciudad de Buenos Aires, muestra de cómo, tras la crisis de 2001, los medios y el boca en boca generaron el rumor de la “nueva París del siglo veintiuno”.
Escapándose de una situación política desalentadora o del estrés de una vida acelerada, los “yanquis” en San Telmo están compuestos, por un lado, por gente joven buscando una vida bohemia y creativa y, por otro lado, de gente mayor que vio en Buenos Aires una oportunidad de jubilarse cómodamente en una ciudad que le ofrece encanto euro-latino y las amenidades de una ciudad cosmopolita, por una fracción del precio que pagarían en su país de origen.


Karla Starr, una periodista de 28 años, llegó a San Telmo el año pasado para unas vacaciones de seis semanas y acaba de firmar un contrato de alquiler por otro año. “Me enamoré de la ciudad enseguida y me di cuenta que podría hacer el mismo trabajo acá que en mi país”, explica la joven nativa de Nueva York, que eligió San Telmo porque el barrio “invita más a una vida tranquila y residencial pero con oferta cultural y actividades nocturnas”. Aunque quiere mejorar su manejo del idioma y muchos de sus amigos son también estadounidenses, ha encontrado inserción en la comunidad, en parte, gracias a su novio porteño y a un voluntariado en un centro comunitario en La Boca.
Ahora que tiene más tiempo en el barrio nota que su trato con los locales ha cambiado, “me ven menos como una turista de paso y son más cálidos conmigo. Ahora en el hipermercado no me piden el pasaporte cada vez que quiero usar mi tarjeta de crédito”, cuenta.
Félix Louis es un haitiano que se radicó en Montreal, Canadá, a los 13 años. En 2006 era médico y profesor en la universidad cuando su hermano se enamoró de una argentina y lo convenció de venir a Buenos Aires. Los hermanos decidieron convertir un viejo restaurante español en Montserrat en un resto-jazz con comida canadiense. Así, en diciembre de 2007, en la esquina de Venezuela y Bolívar, abrieron Kebaytina, un lugar que representa la fusión de Québec, Haití y Argentina, cultura que los hermanos querían ofrecer a la comunidad. “Siempre fue un sueño para mí tener un resto-jazz y cuando vimos este edificio dije ´¡ahí está!´”, recuerda el médico haitiano.


Para Félix es fundamental preservar la memoria: “Para mí, San Telmo es el corazón de Buenos Aires, la historia, el alma. Aquí todo lo que ves, lo que pisás es parte de la historia del país. Es algo que todos tenemos que cuidar, que preservar, porque este restaurante, por ejemplo, algún día va a pertenecer a un argentino y yo tengo que mantenerlo, no sólo para mí sino para este país que me dio la oportunidad de venir y crear una nueva vida. Argentina me dio una libertad que no sentí en otro lugar”.

—Catherine Black

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8 Respuestas

  1. DANIEL dice:

    Es muy bueno el enfoque que hacen de san telmo me gusta yo estoy en la feria de los domingos en la parte de los pintores sobre humberto con mis teatros de automatas me interesaria nos visitaran un domingo
    un saludo
    daniel fulco

  2. Daniel dice:

    Sabía que San Telmo se estaba conviertiendo en un centro turístico importante de Bs As, pero no me imaginaba que tanta gente de diferentes partes del mundo se esté radicando en este barrio. Yo tambien soy de San Telmo y está bueno saber a través de uds. los interines de la movida que se está formando en esta zona. Sigan así que es muy útil esta info

  3. León Manuel Morales dice:

    Estimados Hermanos y Hermanas de San Telmo, en el corazón de Buenos Aires, mi nombre es León Manuel Morales, soy Oficial de Marina Mercante e Historiador, no voy a Buenos Aires desde 1.978 en la cual pasé un año de mi vida; quisiera informarle que tenemos planteado realizar una grabación sobre esa comunidad, sus orígenes, historia, tradiciones, costumbres, gastronomía, diversidad cultural, mitos y leyendas, musica, religiosidad, formas y modos de producción, sitios de interés e históricos, ya que tenemos planteado grabar unos documentales para televisión en Venezuela, que serán transmitido en horario estelar por un conocido canal oficial del estado venezozlano; el mismo se llama Historias Locales, y para ello es necesario tener los contactos precisados, tales como: crónistas, musicos, artesanos, pescadores, agricultores, luthiers, echa cuentos en mitos y leyendas, expertos en gastronomía, entre otros, en aras de ir a grabar en el mes de agosto de este año en curso, tanto allí como en el Boca; sabría agradecerle altamente las colaboraciones que al respecto nos puedan prestar; sin as a que hacer referencias me reitero de ustedes a sus gratas ordenes; fraternalmente, León Manuel Morales, telefono 0426-8156716. Email: [email protected], Caracas, Venezuela.

  4. Juan CordobA dice:

    Me dirijo al publico, con el objetivo de difundir un nuevo lugar de interes comun, hubicado en Piedras 147, San Telmo, escrivo sobre un nuevo resto-bar nombrado «Lo» un espacio diferente en donde podran disfrutar de una cena unica,con un show verdaderamente increible, y con mucha onda, intentamos darle vida a nuestra noche, nosotros contribuimos con el lugar, vos contribuinos con tu presencia, si queres participar o realizar algun evento,cumpleaños, despedida de soltero,fiestas patrias, festejar tu divorcio, o simplemente venir a visitarnos, lo que a vos se te ocurra, comunicate con este numero 15-5892-9934 y hace tus reservas, descuento de a grupos.
    desde ya muchas gracias atte Juan Cordoba dto. de R.R.P.P.

  5. Juan CordobA dice:

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    desde ya muchas gracias atte Juan Cordoba dto. de R.R.P.P.
    Email: [email protected]

  6. andres dice:

    yo vendo libros usados en defensa entre chile y mexico alli se ha hecho una movida muy interesante que la comuna quiere sacar unas 600 flias entre chile y belgrano viviendo de la venta de sus productos artesanales o como en mi caso de libros que son la cultura de un pueblo y que parece este gobierno no interesarle dejo mi mail para que expresen sus comentarios [email protected] esperando a todos los domingos de 8 a 20hs los esperamos a todos

  7. Alfredo Rodriguez dice:

    Hola alguien de San Telmo vive en Lima. Peru

  8. Alfredo Rodriguez dice:

    Espero respuesta

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