San Telmo siempre nos sorprende con alguna historia
“Ingresando por la puerta hay un pasillo, luego un living, dos habitaciones, la cocina y un patio. Arriba tiene otro living y una habitación que supongo sería de servicio” así, Jorge de Vasconcelos -el hermano de su abuelo era del escritor brasilero José Mauro de Vasconcelos- describe su hogar con aires de bonhomía. En apariencia sus palabras se refieren a una vivienda común y corriente, hasta que Jorge agrega el detalle que lo cambia todo: “…detrás del portón verde, a la izquierda de la puerta de entrada, hay un trasformador en uso, está algo que ahora llaman “trafos” y los tapones. Cuando se corta la luz en la zona, el móvil de Edesur viene, abre las dos hojas del portón y reparan desde allí”. Lo atípico de la casa de Jorge es que es la subestación estática N°48 que la Compañía Ítalo Argentina de Electricidad (CIAE) construyó entre 1914 y 1916 en Buenos Aires junto con otras cientos.
La mayoría de las usinas, subusinas y subestaciones estáticas fueron construidos por el arquitecto Giovanni Chiogna, quien las dotó de un aire neomedieval italiano o revival románico. Muchas tienen fachadas de ladrillos rojos donde se recortan ventanas, puertas y portones rematados por arcos de medio punto o escarzanos. La propiedad donde vive Jorge y su esposa está revocada en material y en el frente se ve escrito el nombre de la compañía junto con el número de la subestación (S E 48). Las subestaciones eran uno de los tantos puntos desde donde se distribuía -y se distribuye aún- energía eléctrica. Si bien los edificios de la Ítalo están declarados “edificios representativos” por la Dirección General de Patrimonio, muchos no se han inventariado.
Jorge adquirió la propiedad a fines de los años 80´s cuando Segba, luego del fin de una etapa de estatización, vendió sus activos, la mayoría con su uso amortizado. “Las subestaciones eran propiedad de la empresa y, en ese momento, las vendía y el precio era módico”. Simplemente así dio con ella. Esta situación es casi única ya que no son muchas las subestaciones que comparten su estructura con una vivienda. Jorge nos cuenta que su casa conserva todo lo original del edificio: baldosas, escalera de madera, puertas, ventanas; entre otras cosas. Sin embargo, convivir junto a un trasformador eléctrico tiene sus riesgos: “En dos oportunidades hubo principio de incendio”, acota.
Jorge, quien simpáticamente me comenta que de su vida se podría escribir un libro de anécdotas, me cuenta una historia que tiene que ver con la usina. Hubo una época en la que él tenía cinco perros San Bernardo que sacaba a pasear en tandas de a dos porque, de otra manera, no le hubiesen alcanzado los brazos. En uno de esos paseos perrunos un señor de unos noventa años que lo había visto entrar a la casa luego de la primera tanda de paseo y lo vio salir con la segunda, se le acercó y le preguntó si él vivía allí. Ante el asentimiento de Jorge el viejito quiso saber más y le preguntó si conservaba el lugar como era originalmente. “Sí, todo original” respondió Jorge. Entonces el anciano le contó que él había vivido su infancia en esa subestación cuando su padre era supervisor de la Ítalo. Recordaba -cuando era pequeño- haber estado sentado en el escalón de mármol de la puerta de entrada, junto a su hermana, viendo pasar al ex presidente Hipólito Yrigoyen. “Imaginate que si vio a Yrigoyen tendría que ser cerca de 1919. Antes los presidentes manejaban sus autos, no es como ahora que tienen guardaespaldas” acota Jorge, quien agrega que nunca más vio al viejito.
Y me voy con la sensación de que el haber hablado con el propietario de una vivienda/subestación fue como si hubiera sido una verdad relevada y pienso: Vivir en una usina es poco convencional pero que se puede, se puede.
Si nos vamos más atrás, rastreando la historia energética de Buenos Aires, vemos que la CIAE nace en 1912, cuando recibe una concesión por cincuenta años para suministrar de energía eléctrica a la ciudad.
Desde 1961 el Estado comienza a adquirir acciones de las empresas privadas de abastecimiento de energía y, finalmente, en 1979, obtiene los bienes de la CIAE integrando su infraestructura a la de SEGBA. A fines de los años 80´s y principios de los 90´s, la empresa se privatiza nuevamente y pasa a llamarse Edesur.
Las subestaciones estáticas son el punto de distribución de la energía, antes de llegar a los hogares. Antiguamente el recorrido comenzaba en una gran usina de vapor, en la calle Pedro de Mendoza 501, que producía energía trifásica. De allí se distribuía a seis subestaciones, donde se trasformaba la energía de alta tensión a corriente continua de baja tensión. Luego había cuatro usinas que producían corriente continua y ciento treinta subestaciones estáticas que repartían la energía trifásica de baja tensión. Todas estas pequeñas obras de infraestructura fueron quedando obsoletas, abandonadas, funcionando como comodato, vendidas a particulares, utilizadas como centros de arte y -en el peor de los casos- demolidas.
Qué fue de las usinas de las que hoy solo quedan recuerdos y qué fines se les dio, es un misterio. No existen inventarios certeros de la ubicación y construcción de los edificios de la Ítalo. Todo queda librado al azar y a la mirada experta de quien reconoce en ellos los trazos que ha dejado la historia.