San Telmo Traducido: Integración de lo antiguo y lo nuevo para preservar la identidad barrial
Una comparación entre San Telmo y la comunidad de Portobello, en Londres
Me crié en una tradicional comunidad centrada en un mercado en el Oeste de Londres, llamada Portobello y que data de principios del siglo XIX. Los sábados, el mercado se transforma en un festín visual: pedazos de carne colgada, cajas de frutas, pilas de especias, hierbas y tés, libros y revistas, estantes de pieles, muebles y más. Los fines de semana, turistas vienen en hordas por las antigüedades y ropa vintage, y para probar las diversas comidas de los puestos. También vienen por el carácter y la excentricidad del lugar; por su atmósfera de pueblo chico, tan poco común en la ciudad grande.
Cuando llegué a San Telmo hace unos meses, sentí que había vuelto a mi hogar. Fue por casualidad que alquilé un departamento en esta parte de la ciudad. La gente me recomendaba que viviera en Palermo. Hasta la mujer que me alquiló mi departamento quiso desalentarme de vivir en San Telmo, pero cuando dijo que el barrio era parecido a Portobello en los ’70, dije que sí. Y no me desilusioné. Al contrario, con el avance de los meses, me fui enamorando de San Telmo. En los asados de los fines de semana defendía “mi” barrio de las críticas de los habitantes bien puestos de Palermo. “¿Por qué -me preguntaron con algo de disgusto-, estás viviendo en San Telmo?”.
Y les decía que su encanto distintivo era el sentido tangible de comunidad de San Telmo: su combinación de historia y diversidad cultural, visible en su arquitectura antigua y fachadas pintadas, sus patios de enredaderas trepadoras y baldosas rotas y sus mansiones de art-decó, que lo hacen tan único.
Esta magia se puede experimentar directamente en la intimidad y humanidad de restaurantes tradicionales, ateliers, almacenes y bares y cafés del principio del siglo. También en su autenticidad y resistencia a ser cualquier otro barrio. Todo lugar en San Telmo está siempre a la vuelta. La vida acá todavía se vive en las calles, en los kioscos, en los portones, en las plazas, acompañada por música y una picada o en el parque con amigos y familia. Acá, el tiempo deja de ser dinero y se transforma en arte. La belleza aparece en lo mundano: en el olor de facturas frescas, el sabor frutal del vino, o en los sonidos melancólicos del tango.
San Telmo es una fusión de pueblo y lugar, una atmósfera que unifica. La simultánea cohesión y diversidad cultural de este barrio atrae tanto a los argentinos como a los extranjeros. La gente quiere ser parte de San Telmo, aun si es sólo por un día. Este tipo de conexión, familiaridad y reconocimiento es inusual y algo para valorizar hoy.
Como he visto en Portobello, también puede ser degradado con demasiado facilidad. Vienen más turistas, se materializa más dinero que, al principio, crea efectos positivos como calles más limpias y seguras y la restauración de los edificios antiguos. Pero este auge de inversión rápidamente contribuye a una pérdida de identidad mientras los residentes antiguos venden y se van. Si esto pasara a una escala más grande, el carácter único de San Telmo, su misterio, su atracción añejada y a la vez atemporal que ha hecho del barrio la inspiración de tantos artistas se perdería.
El progreso y la renovación pueden ser tan importantes como la preservación y la restauración, pero lo que se necesita es la integración. Integración de lo antiguo y lo nuevo; y respeto por el pasado mientras uno abraza al futuro. Es la combinación de estos aspectos complementarios lo que genera una armonía verdadera. Pero este equilibrio es difícil y elusivo en una sociedad moderna basada en fundaciones económicas que muchas veces resultan en el desarrollo genérico y carente de alma.
“Venderse” tiene un precio demasiado alto -la pérdida de raíces, de identidad y de historia de una persona o un lugar-. Si San Telmo abrazara el cambio al mismo tiempo de quedar conectado con sus tradiciones, continuaría atrayendo gente, dinero y energía. Energía que se podría usar para devolver a la comunidad, y que podría contribuir a fortalecer su autenticidad, su unidad y su alma.
—Alexandra Gordon Lennox