Si hablamos de solidaridad, hablamos de EMAÚS

Este fin de año, donde todo es tan difícil, ojalá podamos terminar el 2020 de la mejor manera y una forma de lograrlo es pensando en el otro.

El mes pasado, cuando le dejé ejemplares de El Sol a Marcelo Calabretta (53) -quien está a cargo del local de Cochabamba 466, CABA- me dijo si podíamos hacer algún artículo sobre la Institución para recordarle a la gente del barrio lo que ellos hacen, a fin de incentivar las donaciones sobre todo en un año donde la pandemia hizo estragos en muchos sectores de la sociedad.

Es una entidad sin fines de lucro y su origen se remonta al año 1947 cuando el Abate Pierre (1912-2007) -sacerdote católico francés conocido como “el ángel de los pobres”- alquila una casa, la reconstruye y abre un albergue juvenil con el nombre de Emaús -para todas las nacionalidades y razas, a fin de luchar contra la exclusión y la pobreza-, simbolizando así la esperanza renovada. Inicialmente se financiaba con su sueldo de diputado, pero al renunciar y ya no tener el dinero para ello, comenzó a mendigar por las calles de París para obtener fondos. Al mismo tiempo, otros integrantes propusieron buscar en la basura para recuperar lo posible y venderlo, conociéndoselos como “traperos de Emaús”.

Al país, la Institución llegó de la mano del sacerdote jesuita José Balista en el año 1952 y Marcelo cuenta que trabaja en ella “desde hace 17 años. Estaba desocupado y me anoté en Emaús en Isidro Casanova, porque estaban buscando gente. Fueron muy amables y acá estoy. Vivo en Palomar con mi señora y sus dos hijos y vengo de lunes a sábado desde las 9:30 hasta las 17:30 horas, aunque ahora -por el tema de la pandemia- atendemos de 10 a 17hs.”.

Con relación a cómo es el sistema para hacer donaciones, explica: “Las recibimos y si hay que reparar algo lo hacemos. Luego lo vendemos a un bajo costo, porque la idea es realizar una acción social y contribuir a que otras personas puedan emprender tareas. Por ejemplo tenemos libros que están en desuso y se podrían vender como papel, pero muchas veces los juntamos y se los damos a la gente del barrio, como los cartoneros, porque ellos sacan los que no sirven y lo venden como papel y los utilizables los llevan a puestos, que los comercializan. Es muy valioso lo que realizan, hacen un trabajo digno, los mantiene ocupados y se sienten útiles. Eso es lo que también buscamos que suceda”.

Son útiles, es la sociedad los que los trata como inútiles… “Sí hay que darles la oportunidad. Otra cosa que hacemos es venderle ropa a muy bajo precio a gente que tiene un emprendimiento de feria americana, para que puedan trabajar con eso y mantenerse. Son pequeños actos, pero la idea es hacer algo para ayudar de alguna manera”, relata Marcelo.

En cuanto a las donaciones, que van a buscar gratuitamente, comenta: “Por suerte recibimos muchas, aún en estos momentos que la gente es reacia a dejar entrar personas a su casa. Son cosas que, en general, están en buen estado y otras que hay que arreglar, pero vale la pena porque de esa manera damos trabajo a otros. Lo que más donan son libros, muebles, ropa, zapatos, colchones y lo que menos recibimos y estaríamos necesitando son electrodomésticos. Como toque de color una vez una productora nos donó un ataúd que después se lo vendimos a otra, para una película (lo que provoca sorpresa y risas). La verdad es que tenemos un muy buen aporte de la sociedad.

Por otro lado, mucha gente compra y después empieza a donar. A veces es muy amable y deja más plata de lo que sale, como hay otros que se quejan y piden rebaja; cuando es así vemos cómo hacer para que puedan llevarse lo que necesitan. Algunos buscan un repuesto de algo que se rompió y no lo consiguen, por ejemplo el vaso de una cafetera -no toda la cafetera- y se lo damos, porque es una manera de solucionarle el problema”.

Y agrega: “Viene mucha gente de Uruguay, Chile y, últimamente, muchos venezolanos y colombianos que tienen que armar su vida acá y buscan las cosas básicas para hacerlo y a todos hay que ayudar, simplemente porque son personas con necesidades. A veces ofrecen vendernos algo y en eso no podemos darles una mano, pero tratamos de orientarlos con algún dato a dónde dirigirse porque sabemos que todo sirve”.

En cuanto a la relación de la entidad con los vecinos de San Telmo, siempre muy agradecido y con la sencillez que lo caracteriza, relata que: “En el barrio estamos bien vistos, porque saben que tratamos de resolver los problemas que nos presentan. Últimamente la gente se vuelca mucho, porque cuanto más caro están las cosas busca estos lugares. Me doy cuenta, por los años que hace que estoy en contacto con las personas y por la actitud que tienen, que hay una gran necesidad y sobre todo mucha tristeza por la incertidumbre generalizada. Eso no deja ver las cosas que se pueden llegar a lograr, si entre todos nos damos una mano para salir de esta situación. Hay que seguir adelante, porque vamos a superar este momento difícil”.

Marcelo sostiene su mensaje cuando dice: “Me gustaría que sepan que si no pueden lograr lo que buscan, acá van a encontrar a alguien que los escucha y comprende la situación y que en Emaús haremos lo más que podamos, para solucionarles el problema. De hecho, no sé de dónde sacan mi teléfono, pero me llaman del CeSaC N°15 o del Argerich cuando tienen una familia que necesita alguna cosa, porque saben que los ayudaremos”.

Pero Emaús no se salva de la crisis y tiene que pagar sus gastos porque no recibe ningún subsidio. Con relación a eso detalla que “de lo recaudado, un porcentaje se aplica a los sueldos de los que trabajan en la institución y en ese sentido tenemos muchas deudas con el sindicato y con la obra social, porque a veces no llegamos a cubrir todo aunque hacemos más de lo posible. Además hay que agregar: el mantenimiento de los camiones que se usan para retirar las donaciones, impuestos y todos los servicios de agua, luz, teléfono, etc.”.

La actitud de Calabretta frente a las dificultades, que incluso Emaús atraviesa, hace que uno sienta que la solidaridad no es un cuento sino una preciosa realidad que existe y se refleja en personas que, como él, ven al necesitado como su par y lo reivindican como tal.

La entidad, en San Telmo, está integrada también por Noemí, Anahí, Eva, Laura y cuenta con colaboradores que donan su tiempo para atender o acomodar los libros, la ropa u organizar lo que se necesite.

El Manifiesto Universal del Movimiento Emaús, dice que su objetivo es “actuar para que cada ser humano, cada sociedad, cada nación pueda vivir, afirmarse y realizarse en el intercambio y el compartir” y, como termina diciendo Marcelo: “Se trata de poner hombres de pie. Hacer algo por el otro, que le sirva”.

                                                                                   Texto y fotos: Isabel Bláser

Marcelo Calabretta

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