Sonia Berjman

“Si no se ve dónde está el error, no se avanza”

Día lluvioso, pero mejorando, bar Británico, encuentro impostergable con Sonia -Doctora en Historia del Arte por la Université de la Sorbonne y en Filosofía y Letras por la Universidad de Buenos Aires-. Protectora de parques, plazas y estatuas de la ciudad de Buenos Aires e historiadora urbana, como se define.

Confiesa ser una “santafesina de alma, porque es el lugar donde nací y su paisaje fluvial me marcó para siempre. Pero a los 18 años vine a vivir a Buenos Aires, para estudiar y fue cuando empecé a volverme porteña y hoy lo soy 100%”. Agrega que es “una vecina que se ocupa del paisaje de la ciudad, porque tengo el placer de conciliar dos cosas que no son antagónicas: la profesión y la persona”.

Ambas sabemos que estamos frente al hermoso Parque Lezama, tan ¨sopapeado¨ por las autoridades como por los vecinos. “En el 2008 vinimos con Sylvie Depondt y después de recorrerlo durante varias horas, viendo que estaba destruido, le pregunté qué pensaba de él y me contestó: ¨Esto es el paraíso, es un sueño, es increíble, es algo único ¿Por qué no lo cuidan?¨, recuerda.

Depondt era funcionaria de la Dirección de Espacios Verdes de París y vino enviada por la Intendencia de esa ciudad que era co-organizadora, junto con el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, de la Exposición sobre Carlos Thays (1849-1934/ paisajista, Director de Paseos de la ciudad de Buenos Aires desde 1891 a 1913 lapso en el que realizó y remodeló la mayor parte de los espacios verdes que hoy tenemos, como los parques 3 de Febrero, Los Andes, Patricios, Chacabuco, Pereyra, Lezama y las plazas de Mayo, Rodríguez Peña, Congreso; entre otras. También arboló la ciudad con 150.000 ejemplares) de la que Sonia Berjman fue la Curadora

Para fundamentar el por qué Depondt dijo que el Lezama es extraordinario, Sonia aclara: “Porque hay una característica, consensuada mundialmente, para saber si un sitio -que puede ser material o inmaterial o las dos cosas juntas- es patrimonio cultural y es lo que se denomina el genio del lugar o genius loci. Cada lugar para tener valor patrimonial tiene que tener espíritu propio y el Lezama lo tiene. Hay un parque material, pero también su espíritu vibra en él.”

“En esa época y a raíz de mi propuesta al entonces Ministro de Espacio Público -Ing. Juan Pablo Piccardo-, conformamos un grupo multidisciplinario para formular el proyecto de restauración del Parque Lezama. Trabajamos muchísimas personas -la mayor parte ad honorem- para el GCBA y hasta amigos profesionales del exterior. Elaboramos un proyecto modelo que se presentó a varios congresos internacionales de paisajistas y fue ampliamente aplaudido, pero aquí no se llevó a cabo” se lamenta Berjman, por la posibilidad perdida.

La Plaza Dorrego es otro ejemplo de pérdida de patrimonio cultural. “Antes era un sitio especial, nos sentábamos en los muritos, era la plaza de San Telmo. Pero todo cambió. No vamos a pensar que el Arq. Peña tenía mala intención, porque él quiso darle un plus con la feria de antigüedades. Pero hoy está totalmente desbordado: una cosa es el uso y otra el abuso del espacio público. Lo que hay que tener en cuenta en las ciudades es que, además del genio del lugar, hay un parámetro material que es la escala que va componiendo los llenos y los vacíos, lo natural y lo artificial, lo vivido y lo abandonado. Es como el escalímetro en arquitectura, una cosa tiene relación con la otra y todo tiene que ser proporcional”, asevera.

Berjman se entusiasma, porque estos temas la apasionan y agrega categórica: “Una cosa es que en la plaza Dorrego haya, por ejemplo, cuarenta puestos y otra es que sean cientos. La zona es lamentable, se venden porquerías por las calles, no se puede caminar, se baila tango en cualquier lugar y de cualquier forma. Arruinan la ciudad en su uso y en su función.  Pero no es solo acá, lo mismo sucede en Recoleta, Parque Los Andes, etc. Eso es corrupción del funcionario que lo permite y de los que lo hacen a costa de los vecinos que se ven avasallados en su propio lugar, perdiendo calidad de vida”.

A veces cuando uno observa el comportamiento de la gente en las plazas no sabe si las disfruta o hace todo lo posible por arruinarlas. Pero quizás es una visión tergiversada y por eso lo consulto con mi interlocutora, quien aclara: “Pueden usarse los lugares, porque para eso están, pero no debemos abusar de ellos. Nunca hay una sola razón para un resultado, siempre son varias causas para un efecto. En este tema, se suman muchas cosas negativas en la ciudad: 1) Hay pocos metros cuadrados verdes para la población, que ha tenido un crecimiento exponencial y que ya no es la misma que en 1940 cuando teníamos la misma cantidad de superficie ajardinada; 2) La gente no está educada en el respeto, hay una degradación en la vida social en la Argentina; 3) Los padres están ¨ausentes¨; 4) Además nadie controla, no hay poder de policía o sea que no existen ni premios ni castigos y 5) A todo esto, se suma la soberbia de los funcionarios para ver los problemas ya que -obviamente- pertenecen a la misma sociedad”.  

Y agrega: “Uno de los fundamentos de la ciencia es ser crítico y si no se ve dónde está el error no se avanza, porque no se corrige para retomar el camino correspondiente. Lo que quiero hacer es un llamado de atención para que la gente piense en esas cinco causas”.

Le pregunto si el problema es la ignorancia en cómo debe cuidarse un espacio público y ella contesta: “Le digo a los vecinos y a los funcionarios que se lo debe cuidar como si fuera parte de su hogar, porque hay familias que no tienen jardines y entonces la plaza es el jardín del barrio. Debe cuidarse como cualquier cosa que uno quiere aunque no se sepa cómo está hecha. En realidad, el jardín es una obra de arte que vivimos y pasamos por ella todo el tiempo, no necesitamos entrar -como al museo- para verla y está hecha con un material que no es pintura, no es mármol… es vegetación y la vegetación nace, vive, cambia y muere como nosotros que somos personas biológicamente vivas. Si no conocemos esto, no lo podemos cuidar. Cuando sabemos cómo es, lo sabemos cuidar. Los funcionarios y los vecinos tenemos que plantearnos, primero, si lo queremos y si es así, seguramente vamos a averiguar cómo está hecho, cómo cuidarlo, cómo mejorarlo para disfrutarlo. ”

Con relación a cómo mejorarlo, quise saber su opinión sobre los juegos para los chicos y aparatos para hacer gimnasia que el GCBA ha incluido en el Parque Lezama y que son los mismos que hay en otros espacios verdes de la ciudad. Sonia dice: “los funcionarios podrán decir que una plaza de 1700 no puede ser igual a una de 2016. Sin embargo, pongo un ejemplo burdo: la Gioconda es la obra de arte más icónica del mundo y podemos considerar que su atuendo es demodé, pero por eso no puedo ponerle aros hippies y teñirle el pelo de rubio.  Hace cincuenta años que lo repito, porque tenemos que saber que hay algo que se llama patrimonio cultural, herencia, memoria, en definitiva nuestra historia. Por eso, hay parques y plazas que no se pueden cambiar y otros sí. En este caso, lo mejor es crear nuevas plazas, porque hay muchos lugares donde se podrían hacer parques y plazas contemporáneos. Plazas resueltas para los problemas y necesidades de hoy, para que los chicos jueguen con juegos adaptados a sus actuales intereses. Y dejar en paz a las plazas históricas.”

En cuanto a la cantidad de espacios verdes en San Telmo rescatamos que vemos bastantes, incluso pequeñas plazoletas, pero Sonia reflexiona respecto a que “hay que ver la cantidad de gente que vive y la que viene a trabajar o a estudiar y todos los que utilizan esos espacios. Lo primero que se hace es relacionar la escala que tiene que ver con cuánta gente los usa por semana, por fin de semana, por mes, cuáles son las edades de las personas que los utilizan, cuáles son las funciones que se necesitan para el lugar. No es una pavada, es una cuestión metodológica establecida hace más de 100 años”.

Dudo si eso fue siempre visto así y ella señala: “Las Leyes de Indias decían dónde iba la Plaza Mayor y las secundarias. Eran plazas secas, porque cada casa tenía su jardín y, además, había naturaleza circundante salvaje nativa. Las plazas se diseñaban según la herencia española-musulmana y eran del tipo municipalista, además estaban las de los conventos o las de los mercados. Después de 1880 se tornaron al modelo francés con vegetación, cuando vinieron paisajistas como Thays. Luego, en el 1900, Benito Carrasco introdujo el urbanismo como disciplina científica y se comenzó a considerar la planificación urbana como la armonía de todos los elementos que conforman la ciudad incluyendo las plazas y parques. Por eso, los funcionarios que se ocupan del espacio público y del espacio verde deben ser profesionales experimentados en estos temas y no, como hemos tenido, Ministros y Directores de Paseos veterinarios, contadores, abogados o algunos que ni siquiera tienen un estudio universitario y deciden por todos nosotros, los vecinos, que somos quienes solventamos sus sueldos y los trabajos que se hacen en la ciudad, delegando en ellos el buen hacer”.

Sonia enfatiza que “Un jardín es una obra de arte. Lo proyecta un artista, que en vez de llamarse pintor, músico o escultor se llama paisajista. El artista paisajista es muy especial porque en lugar de pensar una obra y hacerla para que perdure, tiene que imaginar que va a cambiar en los próximos cien o doscientos años. Por eso debe tener una perspectiva del tiempo y del futuro, que muy pocas personas pueden hacer; conocer los volúmenes; los colores; la infraestructura; la botánica; la ingeniería y muchísimas otras cosas. Tiene que tener una perspectiva de la época y del futuro, es una obra de arte en la cual el principal protagonista es el tiempo, ya que un jardín cambia a cada momento”.

Pareciera que copiar lo que se hace en otros lugares es un valor en sí mismo, en vez de pensar y crear lo mejor para nuestro habitad. Sonia, en este sentido, cree que “el problema está en copiar mal o a destiempo. Hay que copiar adaptándolo a nuestra ciudad, no hay que copiar fracasos, hay que copiar éxitos”.

Esto nos lleva al tema de los techos verdes, en el que Berjman es contundente: “Son un desastre, estamos llenando las plazas de cemento y ponemos los techos verdes que es lo más caro que existe. Los jardines verticales son un negocio y los que hicieron en diferentes ciudades, en general, fracasaron porque son muy caros. Cuando los vi pensé en nuestras abuelas o bisabuelas que plantaban una enredadera que tomaba la pared, es un jardín vertical que no cuesta nada mantenerlo. Entonces ¿Por qué no volvemos a poner una Santa Rita o una madreselva? Creo que lo que falta es sentido común y, además, siempre hay un negocio atrás, una moda que trae un negocio”.

El paisaje de la ciudad ha cambiado, en muchos casos, rotundamente. En ese sentido, la Dra. Berjman recuerda que: “En Buenos Aires hay dos intervenciones urbanas, de la misma época, que fueron las que le dieron identidad en lo urbano y renombre en el mundo. Ellas son: la Avenida General Paz y la Avenida 9 de julio. Fueron hechas -en la época de Carlos Thays (h)- por profesionales argentinos de primerísimo nivel con equipos multidisciplinarios y, ahora, están alteradas fundamentalmente o destruidas. Para cambiar así el paisaje urbano de una ciudad se debe contar, primero, con el consentimiento de la población que debe opinar y hacer valer sus derechos ciudadanos”.

Isabel Bláser

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