“Soy un obrero del teatro”
Michelangelo Tarditti
Con el mismo nombre que el genio del Renacimiento italiano, Tarditti nació para ser artista. Actor, cantante y dramaturgo, acaba de protagonizar su obra “La lontananza é come il vento” (“La distancia es como el viento”) en La Botica del Ángel (Luis Sáenz Peña 543, CABA). El unipersonal autobiográfico es un homenaje a los italianos llegados a la Argentina a inicios del 1900, con canciones de Doménico Modugno, Gigliola Cinquetti, Nicola di Bari y Luigi Tenco. Con unos pocos elementos de escenografía -apenas una banqueta, una pequeña mesa, un teléfono, una valija y dos banderas-, Tarditti recorre la historia de su abuelo a través de las cartas que él enviara a principios del siglo pasado. Solo, en el mismo escenario en el que debutaron artistas de la talla de Susana Rinaldi, Nacha Guevara y Pepe Cibrián -entre otros-, Tarditti va hilvanando la obra con testimonios escritos y orales con las canciones que fueron famosas en los años sesenta y setenta. Michelangelo canta con los brazos abiertos, ensaya unos pasos de baile y agradece a todos los que aportaron algo a la pieza. Incluso, terminado el espectáculo, saluda uno a uno a los espectadores.
El actor recibió a El Sol en su casa de Monserrat, porque con tantos días de frío y lluvia no sale de su departamento para cuidar su garganta. “Esta obra en realidad es una excepción en mi carrera, ya que normalmente trabajo con textos de Jorge Luis Borges. Soy un estudioso del gran autor argentino, hice una trilogía: “Borges y yo” (basado en “El Aleph”), “De tango y de suburbio” (inspirado en “El hombre de la esquina rosada”) y “Borges, mágico Borges” (cortometrajes, de 15 minutos cada uno, sobre siete cuentos del escritor)”, explica Tarditti, que estudió Filosofía en Italia y realizó dos tesis sobre Borges.
Nació en La Pampa, hijo de padre ferroviario y madre ama de casa. Empezó teatro en su adolescencia y a los 18 años vino a Buenos Aires, donde estudió con maestros como Roberto Durán, Hugo Marín y Alejandra Boero; entre otros. Paralelamente debutó como cantante en el Vittori Club Jazz, una orquesta de jazz de Venado Tuerto. “Desde chico tuve la vocación definida, llevo toda la vida dedicada al espectáculo”, cuenta Michelangelo.
El Sol: ¿Cómo te repartís entre Buenos Aires y Roma?
M.T.: Vivo allá desde hace 30 años y vengo a la Argentina dos o tres meses al año. Hice una publicidad para Aerolíneas Argentinas a fines de los años 80 y pedí un pasaje abierto por un año. Luego gané una beca de estudio para estudiar teatro en el Piccolo Teatro di Milano y, además, trabajé en publicidad; me fue bien y me quedé. Fui asistente del gran director Giorgio Strehler en Milán, pero como el cine se hacía en Roma, fui hasta Cinecittá a dejar mi currículum y al poco tiempo me llamó el asistente de Ettore Scola. Fue una emoción enorme: filmé 10 días con él “Il viaggio di Capitan Fracassa”.
Y allá formaste “Teatro Argentino”…
Hace 20 años adopté esa figura legal y con ella hicimos quince espectáculos, la mayoría de ellos dedicados a chicos de 3 a 6 años en escuelas romanas: con temáticas didácticas hablamos de los cuatro elementos de la Naturaleza, de los sentidos, de la estructura del cuerpo humano, del medio ambiente, de la alimentación, etc. Más tarde, con Susana Tedesco Gargiulo y Juan José Trejo, formamos la compañía “Los Tri Tre Tres”, con la que recorrimos toda la Argentina. Esa fue mi primera autogestión.
En la obra “La distancia es como el viento” te definís como “un obrero del teatro”.
Sí, en general todos mis trabajos son “autogestivos”. En Roma hice “Cuestiones con Ernesto Che Guevara”, basado en una obra escrita por José Pablo Feimann. Interpreté al Che durante dos temporadas. Hago mucho más teatro que cine. Intervine en “The Pope” (“El Papa”), una película para Netflix, que narra el pasaje de Ratzinger (interpretado por Antony Hopkings) a Bergoglio (que encarna Jonathan Price). Ahí interpreté a un periodista argentino que cuenta la crisis del Vaticano.
¿Qué proyecto tenés?
Ahora salgo de gira con “La distancia…”. Voy a Santa Fé, San Luis y La Pampa. Cuando vuelva voy a hacer otra función en La Botica y estoy esperando el estreno de mi primer protagónico en cine y en inglés, que filmé en Salerno (al sur de Italia) en enero: “Las cosas como están”. No sé cuando se estrenará. Y el 15 de septiembre me vuelvo a Roma.
¿Cómo te llevás con las nuevas tecnologías?
No podemos negarnos a la evolución: hoy Netflix o Amazon, son plataformas que están bien, son necesarias. Me parece que Internet es un evento fundamental que marca un cambio de la historia. Es muy útil, como todo lo nuevo, pero también conlleva su lado negativo. Walter Benjamin, filósofo del “modernismo” habla de la técnica con respecto al arte, que permite la difusión por ejemplo de una obra, que puede llegar masivamente al público, que de otro modo no llegaría. Por supuesto no es lo mismo ver personalmente una obra de Da Vinci que verla en una foto a través de una pantalla. Pierde el “aura”. Pero la técnica debería estar en función del servicio. Ahora se dice que los celulares generan incomunicación. En realidad el teléfono es muy útil, ahora si estamos almorzando y cada uno está chateando por su lado, es otra cosa. Como decía Aristóteles todo tiene un punto de equilibrio, el “justo medio”.
¿Además sos corresponsal para un diario de Miami?
Sí, escribo comentarios de teatro y cine para el diario “De Norte a Sur”, que sale en Miami en papel y en la web. Y también para un medio argentino, llamado “Desde el pie”. Así esté en Buenos Aires o Roma, hago una interpelación filosófica de lo que me gusta. No hablo de lo que no me gusta.
¿Cómo es tu relación con San Telmo?
Voy todos los domingos, solo o con amigos, a tomar un café y a caminar. Tengo amigos en la feria. Creo que barrios como San Telmo y Monserrat deberían defender su estilo. Olvidarnos de las raíces no está bien. Hay ciudades con edificios hermosos que han sido destruidas, deberíamos respetar la fisonomía. Conservar la tradición es importante.
Texto y foto: Diana Rodríguez