Testimonios: Ari Jenik y Clara Rosselli
Parte de nuestra temática central: ¿Por qué eligo a San Telmo?
Ari Jenik
Era verano y me tenía que acostumbrar a que en las veredas no hubiera árboles. A caminar en fila india. Salí decidida rumbo al mercado de San Telmo, claro, en dirección contraria. Me avergonzaba preguntar semejante obviedad. Pero pregunté, y me respondieron con datos históricos y coordenadas precisas.
El continente y sus calles se abrieron, con la fascinación del descubrimiento. Los aromas, la mezcla de colores, ropa, verduras, revistas, música, armaron nuevos personajes. Los mismos que encuentro en el bar del mercado cada domingo compartiendo desayunos y almuerzos. Esta sensación es la que me acompaña en los recorridos actuales. Un mapa dibujado a partir de los sonidos en el alma.
Vivir en San Telmo es lo más parecido a viajar en elefante y dejarse llevar lentamente. Descubrir que las paredes y las calles son mutantes. Que se van moviendo al ritmo de un gran escenario.
Clara Rosselli
Lo que me apasiona de San Telmo es que tiene alma de barrio y al mismo tiempo una diversidad atolondrada de centre ville cosmopolita, donde conviven el vecino, el anticuario, el turista y el extranjero radicado y donde las edades de los edificios que se tocan en sus medianeras pueden estar a siglos de distancia.
San Telmo es barrio desenfadado y es historia viva. Aquí convive el ritmo desacelerado de sus habitantes, de los negocios que cierran a la hora de la siesta, de las charlas de café entre amigos, de los edificios eternos y el ritmo aligerado de los turistas ávidos de leyenda que llegan cargados con sus cámaras de fotos y sus filmadoras.
En San Telmo uno se pierde entre siglos imaginándose historias: fantásticas, de la Colonia y de casas con patios, de malevos en las calles empedradas, de lejana aristocracia y de conventillos, de ferias callejeras y del turismo que está de paso. En otros barrios esta diversa combinación no existe.
Por eso elijo San Telmo, porque es único.