Tita Merello – Electra
Ojos en llamaradas, piernas moldeadas por un escultor renacentista, boca rojo carnal.
Laura Ana Merello, más conocida como Tita, nació el 11 de octubre de 1904 en Defensa 715, un conventillo de San Telmo.
Puede que el conventillo en cuestión hubiera sido, otrora, una presuntuosa mansión de alguna acaudalada familia patricia, siendo abandonada por sus moradores cuando llegó el azote de la fiebre amarilla a fines del siglo XIX. Las mansiones eran ocupadas, a principios del siglo siguiente, por un aluvión de criollos pobres e inmigrantes. Hombres, mujeres, niños, perros, gatos, gallinas, convivían hacinados, cercados por el hambre y la enfermedad. Se alquilaba hasta el piso del patio, dividido en fracciones del tamaño de una sepultura o una “cama caliente” donde dormir por turnos.
En ese ambiente se crió la Merello hasta que, a los nueve años, fue llevada a trabajar al campo entre gallos de riña. «Mi infancia fue triste, pobre y fea, como es la infancia del que nada tiene», decía Tita que -a los quince años- ya era corista en el “Teatro Bataclán”, un burdel frecuentado por marineros y gente del bajo fondo.
Era erótica, sensual, de piernas infartantes y labios “en devenir animal”. Bailaba al límite de los desbordes y cantaba tangos reos como una “llamarada fugaz”.
Llamarada. Son mis sentidos que te gritan que regreses. Es mi tormenta la que aflora con tu voz.
Tita era una fémina ardiente que enaltecía su condición de mujer. “Yo conocí el hambre. Yo sé lo que es el miedo y la vergüenza, yo sé lo que es hacer la calle”, decía provocadora. Al entrar a un restaurante de moda y «pispiar» por las mesas a varios caballeros cenando exclamó: «De los que están acá, no me falta nadie».
En 1923 la Merello llega al Maipo, donde la bautizan la “Vedette Rea”. En 1925 estrena “Leguisamo solo”, que será un tremendo éxito. Gozaba de los placeres de la vida, pero siempre estaba sola. Se había criado entre los gallos, como una Electra criolla.
Electra, hija de Agamenón y de Clitemnestra, da nombre a las tragedias de Sófocles y Eurípides y a varias novelas y óperas a partir del Renacimiento.
“La única manera de vivir es en el alboroto”, decía la Electra griega. El alboroto era el escenario natural de la Merello, que cantaba tangos como una “galla de riña”.
“¿Yo imposto la voz? No. ¿Yo aprendí canto? No. ¿Yo fui a estudiar arte dramático? No. El arte dramático está en la calle Corrientes, angosta, cuando caminás toda una noche sin tener donde ir a dormir. Ahí se aprende el drama. Ahí se aprenden las pausas, el tono. En la oración, en la desesperanza, se aprende” clamaba Tita.
Comenzó haciendo tangos reos. Cantaba como quien todo lo sabe, todo lo ofrece y todo lo da. Interpretaba los tangos como una actriz trágica. Para ella cada tango era una pequeña «obra de teatro”. Hizo creaciones inolvidables: “Arrabalera”, “El choclo”,“Se dice de mí”, “Pipistrela”, “Niño Bien”, “Que Vachaché”, “La milonga y yo” compuesta por Leopoldo Díaz Vélez, especialmente para ella.
Comenzó con el cine mismo. Tita Merello aparece en “Tango”, la primera película sonora argentina. En “La fuga” va a revelarse como actriz dramática; le seguirán: “Morir en su ley”, “Los isleros”, “Arrabalera”, “Pasó en mi barrio”, “Guacho”, “Para vestir santos”, “Ídolos de la Radio”, “Mercado de Abasto”, “La Morocha”, “Viva la vida”.
Consiguió muchas cosas, pero también pagó caro sus derrotas. Tuvo un amor imposible con una figura notable del espectáculo nacional, hasta que “un día, él se fue”. La mina todopoderosa dejaba expuesto su lado más frágil.
«Hay una voz que me persigue en el recuerdo”.
Tita Merello fue la autora de esos versos; nunca hizo falta aclarar a quién estaba dirigida su “Llamarada Pasional”.
“Él era todo para mí, mi techo, mi guía, mi sangre” dice Electra en “El Reñidero”, la adaptación nacional de Sergio de Cecco basada en la Electra de Sófocles. Qué mejor escenario para el rencor, la materia prima del tango, que un reñidero, tan parecido al de la infancia de Tita Merello.
“Mi mejor personaje es el mío. Una actriz dramática se llora a sí misma cuando interpreta un personaje teatral” decía nuestra Electra que, en público, se mostraba sola y siempre vestida de negro.
En 1948 Tita va a protagonizar “Filomena Marturano”, de Eduardo De Filippo. “La Merello es una de las actrices más temperamentales, más fogosas y de carácter más fuerte de la escena nacional,” dijo la crítica.
Tita no necesitó crear un personaje para actuar, simplemente recurrió a expresar lo peculiar de su personalidad. Encarnaba mujeres fuertes como ella. Una “Electra” que lo buscaba todo con rabia añejada.
Después de 1955 sufrió persecuciones, prohibiciones y olvido. Luego de un largo paréntesis, vuelve al tango de la mano de Francisco Canaro y graba su “Llamarada Pasional”.
«Es llamarada recordarte con la sangre, saber que nunca, nunca más, ya te veré”.
En las décadas del sesenta y del setenta Tita graba más de cuarenta temas con las orquestas de Carlos Figari y Héctor Varela. Todo lo hacía con el mismo ímpetu arrollador, contestando los ataques que recibía: “Critican si ya la línea perdí, se fijan si voy, si vengo o si fui”.
Recibirá todas las distinciones y su nombre será bandera de la mujer argentina; harán obras y películas con su vida y fue coronada como “Tita de Buenos Aires”.
Aferrada a la religión, buscó en la fe remediar viejas y profundas desilusiones y hallar consuelo en Dios; la iglesia de la Merced fue su refugio.
“La muerte vendrá a ver su riña” dice la Electra de Sófocles.
Tita Merello era la “Diosa del tango” y, como Electra, un mito que va a arder en su propio fuego.
Llamarada, es oírlo que me nombra
y es correr tras una sombra
imposible de alcanzar.
Llamarada Pasional: Compositores Héctor Luciano Stamponi y Laura Ana (Tita) Merello.
Texto e ilustración: Horacio -Indio- Cacciabue