Todo está en juego, 30 años no es nada.
Para la vida de una Nación, tres décadas es una gota de agua en el mar. Es verdad que como la República sufrió gobiernos autoritarios, cambiar de sintonía es una bocanada de aire fresco, pero esa sociedad que existía hace treinta años no se desvanece de la noche a la mañana. Para poder superarla, seguramente tendremos que hacer -entre otras cosas- un ejercicio permanente del diálogo, la tolerancia, el uso de la memoria y la imaginación.
Seamos conscientes de que todavía estamos ensayando una obra que es imperfecta, donde los engranajes hacen ruido porque no están lo suficientemente aceitados y, fundamentalmente, porque nos hacemos los superados cuando en realidad recién estamos aprendiendo a vivir en democracia.
Lo bueno de todo esto es que estamos creyendo en el mañana, un instante que muchos de nosotros -probablemente- no viviremos, pero que aún así no queremos ser indiferentes en su construcción. Eso ya es un gran paso después de tantos años de mirar el futuro a través del vidrio, como si fuera de algunos pocos a los que el resto seguimos como manada.
Quizás ahora estamos más preparados para escuchar todas las voces y ser el espejo receptivo de los ideales de los hombres y mujeres que habitamos el suelo argentino. Porque ahora sí reconocemos que depende de nosotros nuestra República, por eso tendremos que estar despiertos para confrontar ideas, tomando -sin miedo- todas las posibilidades. Porque de eso se trata la democracia.
Para afirmarla, seguramente necesitaremos elevarnos sobre el horizonte de las ideas lineales y recordar siempre, ante cualquier duda que nos quepa, que “con la democracia se come, se cura, se educa…”. Por eso, la DEMOCRACIA se sostiene sobre la LIBERTAD y para llegar a ella, la EDUCACIÓN es el primer peldaño.
Isabel Bláser.