Todos somos migrantes
El ser humano migra desde el seno materno hasta su finitud en el tiempo, siempre.
Niñez, juventud, adultez, vejez, son etapas de este camino que nos lleva a buscar un deseado mundo mejor.
Esa fe es una forma de la esperanza, una cara del instinto de vida.
Este sentir general toma características especiales en los migrantes propiamente dichos, porque ellos se lanzan hacia un lugar que les permita sobrevivir, crecer, huyendo de la pobreza, la xenofobia y la desesperación, armarse una nueva vida, un destino, una salida al presente inhumano en el que viven.
No hay migración sin un alto precio que pagar: desarraigo, dignidad, sometimiento, salud, esclavitud y hasta la vida.
Nuestro siglo marca un cruce de migraciones por motivos económicos, religiosos, políticos, culturales, raciales y hasta entremezclados con genocidios, etc.
Este fluir constante hace nacer un mundo interconectado, multicultural, donde viejos prejuicios separatistas van cayendo y otros siguen presentes y se refuerzan.
El migrante deja la patria donde nació para ir a otra que le permita realizar sus sueños.
La pandemia mundial COVID-19 nos enfrenta también en este tema, a nuevas preguntas: ¿Nueva Humanidad? ¿Nuevos valores? ¿Mantenimiento o superación de antiguos principios? ¿Nuevas reglas de integración, trabajo y organización social y familiar? Demasiadas preguntas y pocas respuestas, porque las diferencias abismales, económicas, culturales e ideológicas entre los grupos humanos nos dificulta encontrar soluciones.
Construir un mundo con libertad y justicia, como dos caras de una misma moneda, sería tal vez el camino para solucionar el problema de los migrantes ¿Lo veremos algún día?
En la Parroquia de Nuestra Señora Madre de los Emigrantes, en el barrio de La Boca, hay una frase de Juan Bautista Scalabrini que ilumina lo dicho: “Para el emigrante la Patria es la tierra que le da el pan”.
Pero todos los emigrantes traen el sello de la nostalgia de su patria y la tierra que dejaron. En la memoria que conserva su cora- zón, sueñan con volver algún día. Serán siempre seres humanos de dos mundos.
Gloria Audo