“Tuve un exceso de felicidad”
Diego Staropoli, creador de Mandinga Tattoo.
Empezó a tatuar de manera muy informal en 1990, cuando el tatuaje recién comenzaba a conocerse. En 1993 abrió su primer local en Villa Lugano, donde vivió casi toda su vida. “Era un local chiquito, de 3 x 3, que alquilaba en un centro comercial. Un par de años después pude comprar un local en la misma galería, igual de chiquito pero con un entrepiso y luego me mudé a uno de 100 metros cuadrados”, recuerda Diego. Y agrega con orgullo: “Hace 4 años pude comprar un local a la calle (que era un salón de fiestas histórico de Lugano) que tiene 600 metros cuadrados y es el negocio de tatuaje más grande de Latinoamérica”. El 13 de febrero inauguró su nuevo local en Defensa 1244, abajo de la autopista.
¿Cómo llegaste a San Telmo?
Fue algo muy loco, porque no conocía mucho el barrio. Había hecho visitas esporádicas, a pasear, a comprar alguna antigüedad, traer a comer a algún amigo que venía de afuera, pero no mucho más. Nosotros tenemos una Fundación que apadrina escuelas rurales y hacemos trabajo social. El año pasado hicimos una caminata en Villa Lugano, el Día del Cáncer de Mamas, que convocó a 7 mil personas; había siete cuadras de gente, fue una maravilla. El gobierno no solo nos autorizó el corte de calle sino que nos acompañó también, es justo decirlo. No tenemos ninguna ideología política, no somos ni macristas ni kirchneristas pero siempre me gusta charlar y si la charla viene con asado, mejor. Así, hablando con funcionarios buena onda que vieron todo el despliegue que hicimos en Villa Lugano, me ofrecieron buscar un depósito para que la Fundación tenga un lugar físico donde guardar donaciones. Yo no lo podía creer porque fue a cambio de nada. Ese lugar quedaba en Villa Soldati y estaba muy destruido, en un lugar marginal y era peligroso. Tuvimos que devolverlo. Luego me ofrecieron este local debajo de la autopista que estaba abandonado.
Querían transpolar el mismo despliegue y colorido que le dimos a Lugano y traerlo a San Telmo. En general, uno siempre desconfía de la política y de los políticos. Yo ya tenía un lugar en Lugano donde no pagaba alquiler y no estaba en condiciones de ponerme en un gasto innecesario. Entonces nos pidieron que hagamos todas las tareas sociales que venimos haciendo y que Mandinga Tattoo tenga su espacio ahí. Lo que recaudamos en el local nos ayuda a seguir adelante con los proyectos sociales y nos terminamos enamorando del barrio. Puse todos mis ahorros (que estaban destinados a otro objetivo) ahí y armamos algo hermoso. Es nuestro lugar en el mundo. Inauguramos el 13 de febrero, ahora nos paró la pandemia pero no tengo dudas que vamos a hacer grandes cosas en San Telmo, porque me enamoró el barrio, la gente, el lugar.
¿A cuántas escuelas apadrina Mandinga?
Son 13 en total, más un hospital rural en Colonia Alejandra (Santa Fe). Desde hace doce años apadrinamos 4 escuelas al norte de Jujuy (algunas no tienen nombre ni número, adoptan el del paraje donde se encuentran, como en el caso de Juella, Chorrillos y La Poma); 4 en Santa Fe; 2 en Corrientes (incluyendo las escuelas isla de Apipé Chico y Apipé Grande) y otra en El Dorado (Misiones), más sus dos anexos en la selva. Son más de 500 chicos.
¿En qué consiste el padrinazgo?
Es amplio: ropa, alimentos, medicamentos, pintura. Vamos y nos quedamos algunos días en el pueblo de cada escuela, tatuamos también, entonces “se corre la bola”. Hay pueblos que no consumen tatuajes, vamos a lugares cercanos donde haya gente y la plata que se junta le queda a las cooperadoras. Pintamos los colegios y una vez al año traemos una escuela de algún lado a conocer Buenos Aires. Hay un contacto fluido con los maestros y los directores.
¿Qué otras actividades hace la Fundación?
Si bien es nueva (se formó hace un año), venimos trabajando desde hace 12 años. Hacemos tareas gratuitas como la reconstrucción de areola mamaria en mujeres con cáncer de mamas. Llevamos tatuadas 1.200 mujeres.
Además tenés el programa de TV…
Sí, ya vamos por la sexta temporada en el Canal de la Ciudad los martes a las 20 (y repeticiones). Además se puede ver en el canal oficial de Mandinga Tattoo, por YouTube. El anteaño pasado ganamos el Martín Fierro de cable en el rubro Arte y Tendencia. Un honor. Estamos con muchísimas ganas de grabar y mostrar San Telmo pero, lamentablemente, el local está cerrado y no se puede hacer nada por ahora.
¿Y también te ocupás de la Expo Tattoo?
Organizamos el Tattoo Show en La Rural, que es la Expo más grande en América Latina. Se realiza desde hace 16 años: las primeras diez se hicieron en el Hotel Bauen y las últimas seis en La Rural. Se hace el primer fin de semana de marzo, todos los años. Vienen tatuadores de todo el mundo, pero hay mucho más: tocan bandas, hay autos, motos, concurso de barberías, galería de arte, un poco de todo. La última Expo convocó a unas 30.000 personas.
¿Es cierto que tuviste un infarto por “exceso de felicidad”?
(Risas) Sí, fue el año pasado… creo. Generalmente cuando tenés un infarto se lo adjudican al estrés, al trabajo, a la angustia, a la forma de vida, a la alimentación. Pero yo, nada de eso; soy un tipo feliz, hago lo que me gusta, lo disfruto, tengo una familia hermosa y cuando me preguntaron en una nota sobre el tema dije eso, que luego replicó Infobae. Fue lo que sentí en ese momento.
¿Tu familia también te acompaña en el trabajo?
Mi mujer, Ely, trabaja conmigo. Ella se ocupa de toda la logística y de los números y yo de la parte más operativa. Y mis hijos, Iván y Thiago, estudian, no están involucrados en el local todavía. Ellos ya decidirán qué hacer, más adelante; lo importante es que hagan lo que les gusta.
Muchos famosos (como Carmen Barbieri, Coco Silly, el cantante CAE, entre otros) pasaron por su negocio, pero él aclara que hace un par de años ya no tatúa: “Lo dejo en manos de los más jóvenes que lo hacen, incluso, mejor que yo”.
Diana Rodríguez
Diana Rodriguez, se escribe tattoo con doble t y o . El resto, excelente.
Hola Graciela, primero que nada gracias por leer El Sol y después, gracias también por hacernos ver el error involuntario. Isabel Bláser