¿Un barrio “verde”?
Para saber si San Telmo puede estar catalogado como un “barrio verde”, tenemos que saber primero qué quieren decirnos cuando se refieren a “ciudades verdes”.
Esta denominación tiene que ver con lugares donde la naturaleza es sumamente visible y la finalidad de tenerla tan cerca es que los habitantes de ese lugar tengan una calidad de vida mejor, en su día a día.
Para lograrlo, los Estados realizan políticas públicas donde el objetivo central es mejorar el medio ambiente. Esto no se da cuando existe -entre otras cosas- escases de pequeños lugares verdes, la polución acústica predomina, se destruye la flora del lugar para dar paso a desarrollos inmobiliarios -muchas veces innecesarios y otras tantas no habitados- provocando una elevada contaminación del aire. La sumatoria de estos “detalles” hace que los residentes acentúen su malestar.
¿Cómo se puede mejorar nuestra cotidianeidad en este sentido? Entre otras medidas más complejas, que dependen de planificaciones que nos exceden, podrían dejarse más espacio para parques y zonas realmente verdes; promocionar y conservar pequeños jardines urbanos que contribuyen a la conservación y purificación del medio ambiente.
Parece una utopía, pero no lo es ya que una u otra vez nos hemos referido a la plazoleta Juan Carlos Castagnino -Garay y Bolívar, CABA-. Ese lugar del barrio donde hace más de doce años un grupo de vecinos que sabían poco o nada de jardinería, pero sí de la excelencia de la naturaleza, intervinieron el predio con bancos romanos de madera, lo llenaron de vegetación -incluida una huerta- transformándolo en un oasis en el medio del “agresivo” cemento llevado de la mano de las autoridades que creen que tapando todo con él y poniendo “yuyos” están creando un espacio verde.
Es precisamente Graciela Fernández -una de sus hacedoras- la que nos recuerda que “la pérgola, que en mejores épocas tuvo una parra y trepadoras varias, es un esqueleto pelado que cuando aparezca prontamente el verano nos hará añorar el fresquito que había debajo de ella”.
Si algunos vecinos hacen, pero otros no acompañan manteniendo el espacio limpio de botellas y papeles o no dejando que sus mascotas hagan caca y las autoridades del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires no ayudando a conservarlo libre de ocupantes circunstanciales que -aun sabiendo y comprendiendo las necesidades sociales que nos aquejan- lo usan para dormir y/o de baño público y/o de hotel alojamiento al paso.
La primavera se aproxima y -como dice Graciela-, la plazoleta referida “es de los poquísimos espacios verdes que hay en San Telmo”. No lo desperdiciemos porque la naturaleza nos va a “pasar la factura”, como lo hace siempre cuando muestra sus garras para recordarnos que ella es la que manda y nosotros solo estamos de paso.
Isabel Bláser / Fotos: Graciela Fernández