Un nexo que juega por la inclusión social   

Raúl Carricart y el club Martina Céspedes 

“Me dediqué al fútbol para devolverle a la sociedad lo que recibí”

Raúl Alberto Carricart (55) atravesó su vida juvenil de la mano del “picado” futbolero que se organizaba –improvisadamente- en plena calle, en las horas de estudio y rodeado de una familia trabajadora, que le brindó todos los recursos útiles para crecer y no padecer necesidades económicas.

Pero a partir del 1° de julio de 1994 su vida cambió. Decidió dedicarse a ayudar, como vecino, al prójimo. Por eso, fue uno de los que fomentó una escuela de fútbol libre y gratuito para chicos que atravesaban difíciles situaciones sociales y familiares. Así nombró “Juegoteca de San Telmo” (en alusión al programa de la municipalidad de Buenos Aires) a aquella escuela ubicada en la esquina de Balcarce y Humberto Primo, frente al ex Patronato de la Infancia (Padelai).

Cuando empezaste como profesor de fútbol ¿Sabías que ibas a tratar a chicos con necesidades sociales?

Raúl Carricart: Sí, yo tenía a los chicos más difíciles: los que no se comportaban, aquellos que eran echados de los colegios y clubes y los desadaptados. Entonces los que nadie quería, estaban conmigo. Nosotros teníamos un sistema que los mantenía contenidos. Ellos no hacían lo que querían. Por ejemplo: durante media hora jugaban a la pelota y corrían, pero después les empezaba a dar ciertas pautas de comportamiento. Al principio fue difícil tratarlos porque no estaban acostumbrados. Estuve un año para que se dejaran de escupir, pelear y decirles que ´ahora somos del mismo grupo´. Pero al final se logró… y veintidós años después, algunos de aquella camada se juntan para hacer un asado en el Club San Telmo. Se forjó un grupo humano importante.

Al principio se sumaron tres chicos a la propuesta, pero cumplido el mes se formó un grupo de setenta, de los cuales la gran mayoría provenía del Padelai. Las clases funcionaban los jueves y viernes de 18 a 20. Su misión principal radicaba en que el deporte sea el nexo que amparara a los “Niños en Riesgo Social”, como lo catalogaba una publicidad por aquellos años.

– Además del aspecto deportivo ¿Han ayudado a los chicos con los problemas familiares que tuviesen?

R.C.: En esos casos, si uno puede hacerlo intenta mediar entre los conflictos familiares. Nosotros siempre estuvimos al ´pie del cañón´ de las necesidades, a diferencia de los clubes tradicionales o pertenecientes al Estado que -por ejemplo- dos días por semana van a la “Juegoteca” (actual actividad dependiente del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires) y el sábado y domingo está cerrado. Lo nuestro es de lunes a lunes y si pasa alguna cosa, estamos ahí. Si algo me llevo de estos veintidós años como entrenador, es el afecto de tantos chicos que hoy son hombres.

Inició su trayectoria como director técnico y colaborador social con solo treinta y tres años de edad. Durante quince enseñó en la esquina de Defensa y Humberto I°, a metros de la Iglesia San Pedro González Telmo. Desde marzo de 2009, su actividad y entrenamiento se trasladó al Polideportivo Martina Céspedes, ubicado en Bolívar 1280.

A partir de 2014 surgió la posibilidad que, dentro del programa “Juegoteca”, se desprendiera un grupo de chicos y se creara un equipo de fútbol que se identificaría como el Club Social, Cultural y Deportivo Martina Céspedes, nombre atribuido al polideportivo que los cobijó. Ellos tendrían la posibilidad de jugar campeonatos oficiales.

“En nuestro club juega el rengo, el chiquito, el gordo y el que es ´tronco´, porque es la integración y no hay discusión. A nosotros no nos interesa la competencia. Competimos porque es una necesidad de los chicos, pero no es nuestro objetivo”; dice Raúl.

Precisamente sobre la inclusión social, Carricart recordó la anécdota de un futbolista de su equipo apodado Patita. Se trataba de un chico que era rengo y le hizo varios goles a Boca Juniors, en un partido amistoso disputado en noviembre de 1994: “Lo incluí en el equipo y el técnico de Boca me dijo: ´¿Vas a poner a un rengo? ´. Le contesté: ´Va a hacer todos los goles…´. Y así fue. En todos, fue el último que tocó la pelota”.   

Raúl valoró aquel momento, porque consiguieron una victoria frente al xeneize y eso desencadenó que el entrenador rival posibilitara que los chicos del Martina Céspedes conocieran “La Bombonera” y les regalaran pelotas y camisetas. “Trato de inculcarles que lo importante es jugar, divertirse, conocer gente y amigos. Obvio que es lindo ganar, pero esa no es la meta”, afirma.

Actualmente, Carricart, es Tesorero y Coordinador General de Fútbol del club Martina Céspedes. Reconoce los espacios verdes del barrio aptos para la práctica deportiva futbolera, a pesar de haber vivido casi veintitrés años en Recoleta y haberse convertido en un santelmeño más, a partir de 1985.

– ¿Cómo viviste tu infancia?

R.C.: Fue normal y feliz. Soy hijo de trabajadores. Mi viejo era encargado de edificio y mi mamá, ama de casa. Teníamos todo. Vivía en Córdoba y Azcuénaga, jugábamos a la pelota en la calle, no necesitábamos club porque el club era la calle. Cuando me dediqué al fútbol, intenté que los chicos tengan una mínima parte de la felicidad que yo tuve jugando a la pelota. Es decir, devolverle a la sociedad lo que recibí.

Estudió en la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini. Allí se convirtió en delegado del curso, pero lo suspendieron en la época de la dictadura militar y eso marcó su rumbo. Así lo cuenta: “Durante la dictadura que comenzó en 1976, un día me citaron en rectoría y me dijeron que no vaya más. Con los años pensé que tuve suerte, porque otros chicos del colegio desaparecieron en ese tiempo”. Por cuatro meses pudo ocultar a su familia lo que había sucedido, pero más tarde se vio obligado a contarles la verdad. Así fue que, en 1977, mediante un contacto de su padre, ingresó a la Escuela de Comercio Nº 27 “Antártida Argentina” que funciona en Bolívar 1235.

Raúl retoma al presente y reflexiona sobre los problemas recientes de su club. Hace dos años y cuatro meses que no funciona dentro del polideportivo Martina Céspedes. Esto es por un conflicto que se creó por nombrar “Martina Céspedes” a la institución que estaba a punto de nacer. Eso hizo que los chicos no realizaran más sus actividades allí.

Por lo tanto, tuvieron que trasladarse a un predio ubicado entre Caseros, Montes de Oca, Finocchietto y General Hornos; justo al lado de la Plaza Casa Cuna. Ocuparon ese lugar abandonado y realizaron refacciones luminarias y de infraestructura en sus canchas. Sin embargo, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires lo demolió y empezó la construcción de una terminal de ómnibus.

Ante dicha iniciativa gubernamental, los vecinos del lugar pidieron el freno de la construcción y plantearon un recurso de amparo ante la justicia. El Club Martina Céspedes se involucró en la causa y la máxima autoridad judicial ordenó la detención de la obra. Todavía no hay una definición al respecto.

 Por su parte, para paliar la situación, el Club consiguió desplegar sus actividades los martes y jueves en las canchas pertenecientes a la “Escuela de Deportes, Artes y Oficios” (Paseo Colón y San Juan) del Movimiento Independiente de Jubilados y Desocupados (MIJD), liderado por Raúl Castells. “Nuestro objetivo principal es crecer, tener sede propia y la sustentabilidad para que el proyecto continúe con este espíritu”, confiesa Raúl.

 Una de las novedades del presente año en el Club es el inicio de un curso de líderes deportivos, que incluye como oradores a aquella primera camada de chicos que Raúl Carricart dirigió en su momento: “Está garantizado que, dentro de 50 años, llamémonos o no Martina Céspedes, el proyecto de identidad va a continuar”, dice categórico.

                                                                      Texto y Foto: Martín Magurno

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