Un popurrí de historias, para refrescar la memoria
Con “casi ochenta años” en el barrio, es difícil que un santelmeño no atesore esas historias que retratan nuestras calles y gentes y que atraen más por añoranza que quizás por su acercamiento a la realidad, debido al paso del tiempo. El doctor Luis Ángel Dubini, vecino de San Telmo desde siempre, es uno de esos casos en los que sentarse a charlar con él es toparse con un popurrí de sus vivencias que seguramente nos llevará varias horas de conversación.
Luis vivía en el Nro.918 de la calle Defensa. “El elemento principal en esa cuadra que me tocó vivir era el Mercado de San Telmo. Allí mi padre tenía un negocio con frente sobre la calle Defensa y daba la vuelta sobre el ingreso por esa calle, que ahora es un restaurante: era carnicería, chanchería, fiambrería y rotisería. En ese tiempo la gente se paraba a ver los pollos cocinándose al spiedo. Mi papá se levantaba muy temprano, a las 3 de la mañana y hacía lo que ellos llamaban el “despatizamiento” para tener la carne lista a las 7 de la mañana. En el lugar hay una rejillita, que todavía se puede ver, por donde el camión solía tirar al sótano la leña que traía para hacer el spiedo.
En esa misma cuadra “Había negocios de todo tipo: panadería, florería, chancherías, lechería, una especie de supermercadito que se llamaba ´La Superiora´, juguetería, óptica, una perfumería chiquita donde iban las señoras del barrio a acicalarse y, en las esquina noreste de Estados Unidos había una joyería y en la noroeste un negocio de gente que arreglaba radios. Además, enfrente de mi casa vivía el apoderado de la orquesta de Pugliese, que se llamaba Soto”.
Otro recuerdo “comercial” de Luis es el almacén de “la Zulema”, en la esquina de Balcarce y Pje. Giuffra, que fue pulpería. “Tenía una argolla puesta en el cordón de la vereda, donde se ataban los caballos”. En tiempos en los que no existían los e-mails o los mensajes de texto, los amantes tenían una peculiar forma de declarar su amor. Luis nos especifica: “Al lado de lo de Zulema había un inquilinato donde vivía la familia Izzo que se dedicaba al transporte de pescado. Uno de ellos tenía un camión que nosotros llamábamos “La Chancha”, que usaban para dar serenatas”. La costumbre obligaba a que, luego de que un grupo de músicos -llevados en el camión- tocara en la puerta de la casa de la homenajeada, canciones románticas “la señorita saliera al balcón y arrojase flores”. En ese entonces Luis era parte del “piberío” que acompañaba a la procesión, por lo que sobre él cayeron florcitas y hasta hojas de malvón.
Luis y su esposa Delia -quien compartió nuestra charla- son amantes del deporte. “Mi sangre es azul celeste” dice Luis en referencia a los colores del Club San Telmo. “El Club era algo de barrio que se sentía mucho”. Luis sabe, por demás, los avatares del Club y todos los momentos en los que hubo que “arremangarse” para que siguiera funcionando, aunque los recuerda con satisfacción. Luis y Delia fueron parte de la Comisión que recibía a las Comisiones de “visitantes” que jugaban partidos con el equipo azul celeste. Para agasajarlos, les obsequiaban y servían con todo tipo de artículos donados por los socios: termos con mates, masitas secas, sándwiches, etc.
Para concluir su visión del barrio de antaño Luis comenta que “La gente del barrio era muy buena, muy solidaria” y su esposa agrega -como recreando con su sonrisa un tiempo pasado- “Y los chicos jugaban en la calle”.
Por Clara Rosselli