Un tour con mi abuela

Tengo una abuela que nació como yo en San Telmo. Un barrio lleno de contrastes donde las calles se llenan de Ihistorias, las casas de recuerdos, la gente de asombro y caminado te sorprendés por los idiomas que escuchás, las vidrieras que muestran variedades infinitas y la vibrante muestra de querer mantenerse a través del tiempo.

Tal vez yo no entienda lo que significa, pero mi abuela (la de San Telmo) se entusiasma cuando me lleva de la mano y en cada cuadra encuentra rastros de memoria y comparte conmigo un tour íntimo y divertido como si estuviéramos transitando el barrio de todos los amores.

El tour se inicia con un “…nací en Chacabuco 1010 y el día que cumplí 4 años, mi papá me regaló un departamento y allí nos mudamos … Ese regalo engañoso, que era un lugar alquilado, hermoso y enorme sirvió para explicar por qué no tenía fiesta de cumpleaños ni regalos de festejo.

 Entré y mis pequeños años enmudecieron al ver enormes espacios y descubrir que tendría lugar para jugar, para compartir escondites y travesuras con mis hermanos y una vereda muy ancha donde aprendí a andar en bicicleta. Mi nuevo destino fue Perú 984 … Pedro el portero fue mi maestro de la bicicleta. Ramón y Joaquín los almaceneros que tenían de todo, hasta teléfono y anotaban las compras y pedidos que papá pagaba a fin de mes.

 Del otro lado del gran edificio «la tiendita» de los tres hermanos, era una típica mercería que abundaba en todo tipo de prendas, sábanas, toallas y, seguramente, aquello que necesitara. Es así que la ancha vereda cobijaba familias y comercios en un diario transitar.

El Federal de hoy, era un almacén al que no entrábamos ….

 Del otro lado » las Catalanas» adueñaban otro almacén de piso de madera y extraña apariencia en mi imaginación intrigada por los silencios que escondían vida y milagro de los vecinos. 

Cada mañana a partir de los 5 años la ida al colegio Jesús María en Carlos Calvo 922, en aquel entonces Instituto Superior de Economía Doméstica, me llevaba entusiasmada a la mágica tarea de aprender. Mis hermanos lo hacían al Victoriano Montes.

 El mercado San Telmo era la visita diaria y obligada para las compras, los comentarios y las charlas de vecinas y puesteros.

 El policía en la esquina era guardián de la cuadra, de los secretos y de las madrugadas.

 El buzón rojo de Carlos Calvo y Perú guardaba las cartas que encerraban nostalgia, alegría, noticias, pésames e invitaciones.

 Defensa era la calle de telas, zapatillas y juguetes. El cine la galardonaba compitiendo con el de la calle Bolívar que llevaba el nombre del zorzal del tango.

 Los conventillos se vivían en comunidades de compatriotas llegados, con esperanza, que compartían el barrio, la escuela, los negocios, la vida toda, con los porteños que tenían suerte de vivir en este barrio”. 

Mi abuela, avanzando en el recorrido, se detiene y cuenta que el barrio era limpio, seguro, amistoso… Los fines de semana el Parque Lezama envolvía a los chicos y las familias todas, en el parque y barrancas, fuente, carritos de rulemanes y la inmensa alegría de jugar libres.

La miro a mi abuela (la de San Telmo) y me parece que habla de otro barrio, pero no le diré nada, está demasiado emocionada para contradecirla. Tal vez como está viejita, la memoria le juega en contra ….

El nieto de una abuela de San Telmo

María Silvia Machicote/ Foto: Hugo Del Pozo

 

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