Un viaje al pasado

Imaginen esta situación: Diciembre de 2017 en San Telmo, una casa de la calle Estados Unidos al 700. Tocan un timbre, se abre una puerta y, de pronto, ingresan a “El túnel del tiempo”. Como en aquella serie, en blanco y negro de los años ‘60 en la que los viajeros rodaban como en un embudo hasta caer en algún lugar del pasado, de repente estamos en 1912.

Nos recibe Alejandro Belda (61), con barba prominente, tiradores, camisa blanca y moño. Lo acompaña su amiga Mariela Canda (49), con vestido largo de encaje negro y sombrero antiguo. Un pasillo nos conduce a la sala mayor, donde hay más de veinte personas, todas vestidas como a principios del siglo pasado.

Mariela da la bienvenida a los invitados y presenta a Alejandro, quien canta en alemán “Püppchen”, mientras Graciela Fulco lo acompaña en el piano. Luego, otro cantante entona una canción de protesta en francés. A continuación, le sigue “Margarite”, una milonga de un payador anarquista de 1902. Todos siguen el juego: se reparten hojas con las letras de las canciones para que el público participe y hasta circulan unas bombas de utilería con mechas encendidas. Fin de la primera parte.

Durante el intervalo pasamos a la terraza, donde hay dos mesas con refrigerios, que incluyen vino tinto, gaseosas, sándwiches de miga, y “appetizers” que fueron ofrendados por algunos de los participantes para que los todos los consuman gratuitamente.

Son las 22:30, la noche amenaza con una gran tormenta. Volvemos a la sala y los protagonistas invitan a los participantes a bailar el vals “Los charrúas”, un galop tocado a cuatro manos en el piano. Bailamos y nos reímos con la actuación de María Inés Villasecco, una señora que interpreta a una pícara niña de la época. Está toda de blanco: un vestido de satén, sombrero, soquetes con puntillas y zapatos chatos. Improvisa y el público se divierte con ella.

Le pregunto a Alejandro cómo y cuándo empezó a hacer estas fiestas temáticas. “Junto con Daniel Soto (quien toca el saxo y la guitarra) hacíamos música de los años ’30 con la banda de jazz “La Bouboule”. Un día encuentro un libro de partituras de 1912 y me dio ganas de probar cómo sonarían esas canciones. A Mariela (estudiante de teatro) la conocí en un taller literario y, a mediados de agosto, empezamos a ensayar todos los domingos. El 28 de octubre de 2017 hicimos la primera puesta en escena, a la que asistieron 30 personas”, cuenta el arquitecto, que trabaja en Metrovías.

“Entre amigos músicos y actores empezamos a escribir historias con aquellas partituras de 1912”, cuenta Belda. “Nos gustó la idea de estar todos vestidos de época”, dice con voz suave. “No toda la cultura tiene que estar impuesta por el mercado. Somos una alternativa no comercial, con música en vivo, que rescatamos esta forma de expresarnos”, agrega.

“Luego de haber llevado obras a geriátricos e iglesias, nos preguntamos cómo habrán sido las fiestas a principios del siglo XX. Y algo aprendimos con el barrio”.

El Sol: Dado que esta es tu casa ¿Cómo hacés para invitar a gente desconocida sin correr riesgos?

A.B.: Me gusta organizar cosas. Al principio empezamos a hacer fiestas con amigos y parientes, luego invité a la chica de la feria americana de esta cuadra. Y se fue armando la movida. Tratamos que no sea elitista y entendemos que, para divertirse, no necesariamente hay que gastar dinero. Nos podemos divertir igual con esta interacción grupal. La idea es “hacer” en lugar de “consumir”.

Se escuchan los truenos y, antes de que se largue la tormenta, entran las mesas y las sillas de la terraza.  Las bandejas con los sándwiches de miga se vacían pronto y Alejandro abre otros paquetes de comestibles. La lluvia empieza a caer fuerte mientras los participantes intercambian celulares y buscan compartir paraguas y taxis.

Alejandro se cambia el traje de ataño y se pone una remera con unas bermudas actuales.

“Esto solo puede pasar en San Telmo”, me digo en voz alta, mientras los vecinos nos miran con curiosidad y se preguntan que hacemos “disfrazados” de época.

El túnel del tiempo nos devuelve a la actualidad, un poco más contentos que cuando llegamos.

Texto y foto: Diana Rodríguez

 

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