Un discurso más maduro sobre el patrimonio histórico
La charla-debate presentada en la Casa de Liniers el miércoles pasado demuestra avances en el discurso público sobre el patrimonio.
Por Catherine Mariko Black
Más de cien vecinos, arquitectos y expertos en el patrimonio se juntaron en la Casa de Liniers (nueva sede de la Dirección General de Patrimonio e Instituto Histórico del Ministerio de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires) el miércoles 4 de mayo, para escuchar y debatir la problemática de la protección patrimonial.
El encuentro, que fue co-presentado por dos medios del Casco Histórico porteño -la revista TELMA Cultura & Comunidad y el periódico barrial El Sol de San Telmo- reunió un grupo de exponentes de primer nivel con variadas experiencias en el rubro: el arquitecto José María Peña, fundador del Museo de la Ciudad y autor de la primera normativa de protección histórica de Buenos Aires; el arquitecto Luis Grossman, director general del Casco Histórico porteño; el arquitecto Fernando Diez, profesor, autor y editor de las revistas de arquitectura Summa+ y Barzón; el arquitecto Marcelo Magadán, consultor de la restauración y la puesta en valor y miembro activo de la asociación civil Basta de Demoler; Stephen Woods, restaurador privado y la licenciada Liliana Barela, historiadora y directora general de Patrimonio e Instituto Histórico porteño.
A pesar de diferencias políticas y profesionales entre los participantes, un hilo conductor en todas las presentaciones era la importancia de preservar el patrimonio intangible y la vida residencial del Casco Histórico. Esta idea, que Peña promueve desde que empezó a caminar, relevar y conocer el carácter social de los barrios de San Telmo y Monserrat en los ‘70, estaba reflejada en las posturas tanto de Grossman -que criticó el uso y desarrollo de la zona como atracción turística- como de Diez -que hablaba de la tematización de la calle Defensa y el peligro de convertir el Casco Histórico en “disneylandia”-. El concepto del patrimonio histórico como un bien cultural que va más allá de la conservación de edificios y construcciones materiales, es un paso hacia adelante para vecinos y ciudadanos comprometidos con la protección tanto de su entorno construido, como de su estilo de vida.
Magadán leyó una serie de cifras de la gestión actual, para demostrar la falta de interés en generar una política real de preservación y remarcó la necesidad de más apoyo económico si se pretende que el sector privado se involucre en la protección de casas y comercios en el Casco Histórico.
Woods, que tiene experiencia en la restauración histórica en el Reino Unido y en Argentina, compartió algunas de las diferencias de los mecanismos de apoyo institucional y político que existen entre los dos países y habló del English Heritage, el organismo no gubernamental que se encarga de la protección histórica en ese país y que cuenta con la participación activa, tanto del gobierno nacional como de la ciudadanía.
Barela -fiel a su oficio de historiadora- trajo una dimensión socio-cultural al debate y habló del papel de la memoria colectiva y también selectiva en la articulación de valores, como el de la protección patrimonial. Mencionó que la misma Casa de Liniers donde estábamos reunidos, señalada como un símbolo de la historia y de la identidad nacional, había sufrido distintas intervenciones y cambios estructurales y había sido “apropiada” de distintas maneras por varias gestiones políticas. Sus palabras fueron recibidas con aplausos del público.
Durante unos minutos de debate entre los exponentes -sobre todo entre los representantes de la gestión oficial y los profesionales privados- se aclaró que existe una desconfianza y falta de participación de parte de la ciudadanía, respecto al manejo estatal de cuestiones patrimoniales y también una falta de política clara y económicamente respaldada para que el público pueda involucrarse mejor en el tema. Todos estuvieron de acuerdo que la educación, tanto del ciudadano común como del profesional o del funcionario, es clave para poder seguir avanzando. Grossman y Peña, que cuentan con mayor trayectoria y memoria en urbanismo, compartieron que, comparado a los años ¨70 cuando había una normativa que contemplaba la demolición total de la zona Sur, existe una evolución notable respecto a las actitudes sobre el patrimonio histórico. En fin, fue un encuentro alentador y fructífero para la mayoría de los participantes y asistentes y una muestra del avance de estas ideas, en el imaginario público porteño.