Una historia “de película”
Corría el año 2001. Cuando Juan Pablo Barrientos (39), quien era director de arte de la revista “Cinemanía”, se quedó sin trabajo, se puso a vender sus fotos en la feria de la calle Defensa. Meghan Stone (33), una trabajadora social neoyorkina, vino a Buenos Aires como parte de un viaje por Latinoamérica. Ella enseguida se enamoró de San Telmo. “Me gustó la onda del barrio. Me encantan los artistas, los cafés, los edificios, tiene mucho que ver conmigo”, cuenta Meghan en un perfecto castellano.
El destino quiso que un domingo Meghan pasara por la feria y viera las fotos de Juanpi. “Eran muy distintas al resto” –recuerda-. Entre tantas parejas bailando tango y sifones de colores, las fotos sobre la represión de las manifestaciones populares de entonces llamaron su atención. Le compró una foto y quedaron en contacto.
El resto es historia. Después de unas cervezas, se dieron unos besos y comenzó el amor. Al tiempo ya tenían proyectos juntos. Hoy comparten una actividad original: hacen ambrotypes, retratos con unas placas de vidrio, de la misma manera en que se hacían en el 1800.
“En una época de tecnología digital, nosotros rescatamos lo artesanal, es como volver a los principios de la fotografía”, explica Juan Pablo. Este sistema fue inventado por el inglés Frederic Scott Archer en 1851, quien hacía retratos familiares e hizo que la fotografía fuera accesible a la gente común.
Básicamente, utilizan una cámara de gran formato, vidrio normal emulsionado con un líquido y un baño de nitrato de plata, que lo hace sensible a la luz (ver recuadro). Por el momento, solo sacan retratos de personajes de San Telmo. “Es una experiencia que comienza cuando la persona llega al estudio, luego ve todo el proceso y termina cuando se va con su retrato que es original y único”, sostiene el artista.
“Nos gusta mucho hacerlo porque es muy artesanal. En otros países se vende todo el kit para producir la foto, pero nosotros realizamos todo el proceso acá: desde comprar el vidrio, cortarlo, hasta los químicos, que no se fabrican aquí sino que la fórmula la hacemos nosotros”, asegura el fotógrafo también autor de la tapa del libro de Miguel Bonasso: “El palacio y la calle”.
La pareja contagia el entusiasmo por lo que llaman “lo mágico” de la fotografía.
La técnica, paso a paso
El estudio ocupa casi todo el gran living del departamento de Bolívar y Estados Unidos. En el centro, una silla rodeada de luces y reflectores. En la silla, un apoya-nuca para mantenerse lo más quieto posible durante los seis segundos que dura la exposición a partir de la obturación.
La imagen aparece al revés en la cámara, pero sirve para poner el foco.
Sobre la placa de vidrio, se coloca una base de un químico llamado colodiom. Se le da un baño de nitrato de plata, que lo hace sensible a la luz. El vidrio se coloca en el portaplaca de la cámara antigua y se hace la toma.
Luego, en el laboratorio, se revela, se fija, se enjuaga y se deja secar. Y ¡vualá! En el vidrio empieza a aparecer la imagen, como por arte de magia.
Generalmente, se hacen dos tomas y se elige la mejor. Al cliente se le da el retrato en vidrio (ambrotype) y dos copias en papel, que pueden ser de distinto tamaño. Cada foto es original y única.
Los interesados en saber más del tema, pueden visitar la página web, www.studiofotin.com o conectarse vía mail a [email protected]
Diana Rodriguez