Una institución que pertenece a la cultura nacional
Museo del Títere – Fundación Mane Bernardo Sarah Bianchi
Dentro de la casona de la esquina de Estados Unidos 802 -CABA-, el mundo exterior se desvanece y surge la vida eterna del espíritu conjunto de Mane Bernardo (1913-1991) y Sarah Bianchi (1922-2010).
Allí, rodeado de muñecos, pinturas, libros, colores, luces y un sinfín de objetos que hubiésemos querido tener cuando éramos chicos, todo es agradable, hospitalario, amable. Por eso, Eduardo Depiano, no desentona siendo el Presidente de la Fundación Mane Bernardo Sarah Bianchi (1983) que cobija al Museo Argentino del Títere (1995).
“El terreno donde se encuentra el Museo, era de la familia Mármol en el siglo XIX. El edificio, que data de mediados de esa época, lo adquirió la familia Bernardo a fines de 1800. Cuando Mane murió, legó a la Fundación la mitad que le pertenecía de su casa natal y, con el tiempo, la otra mitad la adquirió Sarah. Al morir ella, fue heredada por su sobrino, el Arq. Julio Cacciatore, que la donó a la Fundación uniendo así las dos mitades”, señala Eduardo al empezar la charla.
El Sol: ¿Cuándo fue creada la Fundación?
Eduardo Depiano: En 1983 y la inscripción de su personería jurídica es de 1985. El Museo es más o menos de la misma época y se lo llamó Museo Itinerante porque, con la colección de muñecos que habían juntado Mane y Sarah en sus viajes y los que habían hecho con titiriteros de la Argentina, hacían exposiciones en distintos lugares del país. Luego pensaron en una sede fija e iba a ser instalado en La Boca, pero finalmente se decidieron por la casa natal de Mane y se abrió acá en 1995 o sea con posterioridad a su muerte.
¿Cómo llegaste a ella?
Soy médico ginecólogo, especialmente dedicado a la mujer menopáusica, pero tuve teatro de títeres entre los once y dieciocho años. El sobrino de Sarah, Arq. Julio Cacciatore (con reconocida trayectoria en la historia del arte y el patrimonio monumental), fue mi primer celador en la Escuela Normal Superior Nro.2 “Mariano Acosta” y luego seguimos una estrecha amistad; por ende, sabía de mi relación con los muñecos. Hace alrededor de quince años, cuando se necesitó cubrir un espacio en la Comisión de la Fundación, me invitó a hacerlo. Vine, la conocí personalmente a Sarah -a Mane, lamentablemente, no la llegué a tratar porque ya había fallecido- y empecé a estar acá. Luego de una serie de renuncias y cambios, terminé siendo Vicepresidente y Julio -después que murió Sarah en 2010- fue el Presidente pero, por cuestiones personales, decidió renunciar y me tocó “subir”. Y acá estoy, muy entusiasmado.
¿Quiénes integran la Comisión Directiva?
Somos ocho personas, incluyéndome: Fernando Quevedo Orden, Vicepresidente; Nilda Marciano, Secretaria; Elena Taboada, Prosecretaria; Ariel -Genaro- Mitre, Tesorero; Pedro Utrera, Protesorero y los vocales Haydee d´Encarnacao y Charly Freire.
¿Seleccionan a los artistas?
Ese es el tema. Cuando vivían Mane y Sarah, los grupos de títeres se acercaban porque ellas concitaban el interés por su experiencia y lo que sabían. Sarah tenía la costumbre de invitar a muchos grupos, argentinos o del exterior, para que dieran funciones acá. En este momento no tenemos un elenco estable, aunque tengo muchas ganas de concretarlo. Es por eso que, para las funciones de los fines de semana y las visitas de los chicos de los colegios, nos manejamos con grupos de titiriteros que convocamos para cubrir las necesidades.
¿Cómo solventan los gastos?
En lo que se refiere a las visitas de los colegios, se cobra por la guía explicativa y el espectáculo que se brinda. Con lo que se recauda le pagamos al guía, al titiritero, al técnico que hace luces y sonido y, el magro resto, queda para la institución. En el caso de las funciones de los fines de semana, los titiriteros cobran el 60% de lo recaudado y el 40% es para al Museo. Esto no se puede dejar “venir abajo”, estamos haciendo lo imposible para conseguir dinero porque no tenemos ningún apoyo económico. Solo contamos con la venta de entradas a los espectáculos y con lo que abonan las escuelas durante el año escolar.
¿Tienen convenio con alguna institución?
Estamos a punto de firmar un acuerdo con la Universidad de San Martin que tiene la Licenciatura en Artes Escénicas y una de sus ramas es Teatro de Títeres y Objetos, a cargo de Tito Loréfici quien -en su momento- trabajó con Sarah. La idea es un intercambio para que nos ayuden, a través de sus alumnos y como parte de la tarea educativa, por ejemplo, a restaurar los muñecos. A cambio, ellos podrían usar la sala de espectáculos para que tengan, aquí en la Ciudad, un lugar donde ensayar o presentar las obras. Además, existe una biblioteca muy importante de literatura infantil y específicamente de títeres, que desgraciadamente no se está utilizando y -de esa manera- los alumnos podrán venir a consultarla.
Por otro lado, está la Escuela de Títeres de Avellaneda, con la que trataremos de lograr también un acercamiento.
¿Cuentan con el apoyo de las autoridades de la cultura?
No, nada. Somos carentes de todo, nos manejamos exclusivamente con lo que recaudamos. Es complicado por lo caro de los impuestos y servicios, pero esa es la realidad. En su momento hemos tenido subsidios de Proteatro -GCBA- (el último fue en 2014) y del Instituto Nacional del Teatro del Ministerio de Cultura de la Nación, pero después de la muerte de Sarah hubo conflictos internos que impidieron continuar con ese beneficio. Una persona de confianza, en ese momento se retiró y nos hizo un juicio. Tuvimos que desembolsar lo que no teníamos para poder pagarle y también se quedó con una gran parte de papeles contables. Tan es así, que todavía estamos tratando de juntar comprobantes, para poder justificar en qué gastamos el dinero que nos dieron en 2014 y así poder pedir otro subsidio.
Este legado no debe quedar entre estas cuatro paredes, pertenece a la cultura nacional…
Hicimos gestiones con una diputada de la Legislatura y sus colaboradores y hablaron de la posibilidad de que se lo nombre como Patrimonio Cultural de la Ciudad y eso podría llegar a tener algunas ventajas para pedir algún subsidio o apoyo de otras instituciones o de la misma Ciudad. Por otro lado tenemos que terminar de hacer unos trámites en la IGJ para presentar el pedido al Instituto Nacional de Teatro. No lo podemos hacer nosotros mismos porque debe realizarse por intermedio de un abogado, por lo que tenemos que contratar uno al que, obviamente, hay que pagarle honorarios.
¿Qué otras actividades realizan?
Se dictan talleres y cursos. En este momento se desarrolla el Taller de Kamishibai (teatrito de madera del tamaño de un maletín donde se deslizan láminas con dibujos sencillos y en su reverso lleva escrito un texto simple, que la persona que las pasa va leyendo) creado en 1930 por los japoneses, dictado por Amalia Sato (Profesora en Letras de la UBA – segunda generación de japoneses, nacida en nuestro país). También un Seminario-taller “Federico García Lorca y el arte de recitar”, coordinado por María Marta Guitart (actriz, docente, directora teatral) y a fines de junio comienza el taller “Títeres desde la creación al montaje” que va desde la realización hasta la puesta en escena de la obra, creando los alumnos sus propios muñecos.
¿Hay interés en los títeres?
Creo que sí. Costó mucho históricamente que se los considerara como parte de arte teatral; era algo menor, hasta que finalmente se logró. Si uno se remonta a su origen, no puede llegar a saber de dónde son. Se disputan su creación China e India, pero se han encontrado muñecos articulados y con hilos en tumbas egipcias y en los países asiáticos. Aparentemente, por los comerciantes que venían de Asia hacia Europa pasaron a Grecia, de ahí a Roma y al resto de Europa. Se dice que subieron primero a escena, antes que los actores de las comedias griegas.
¿Se asocia el títere con la calle por ser un arte más popular?
Podría serlo antes del siglo XIX, pero al inicio del siglo XX los títeres se empezaron a utilizar como medio educativo para comunicar o enseñar, ya que -básicamente- se los consideraba que eran para chicos. En sus comienzos se desarrollaron en las calles, ferias y plazas. A veces los titiriteros eran personas analfabetas que sabían el relato que iban a hacer con los muñecos. Sin embargo, estuvieron en todos los palacios de los reinos europeos para entretener a grandes y chicos. También se los utilizaba en ceremonias religiosas, manejados por predicadores que los utilizaban para transmitir enseñanzas.
Mane y Sarah fueron mujeres realmente intensas.
Fueron realmente notables. Todo lo hicieron con su trabajo. Desde los años treinta, épocas difíciles para que las mujeres solas crearan y desarrollaran sus proyectos, lo lograron y con éxito. Mane era artista plástica, profesora de Artes Visuales, escultora, actriz, directora y escritora de teatro, títeres y poesía. Fue creadora de una cátedra de Psicopedagogía en la Universidad del Salvador. En cuanto a Sarah era profesora de Letras, escritora, actriz, directora de teatro y artista plástica. Se conocieron a principio de la década del cuarenta, Sarah se unió a Mane, ya en su actividad titiritera y siguieron siempre juntas en sus trabajos artísticos en distintas disciplinas.
¿Cómo surgió en Mane su especial dedicación a los títeres?
Cuando en 1933 Federico García Lorca vino a Buenos Aires, presentó la obra de títeres “El Retablillo” en diferentes lugares, básicamente en el Hotel Castelar (Av. de Mayo 1152, CABA). Eran muy concurridas por una elite artística, entre la que estaba Mane quien se enamoró de los títeres. Pero el que la introdujo y la entusiasmó en el tema fue Ernesto Arancibia (director de cine, guionista y escenógrafo, 1904-1963), mano derecha de García Lorca.
¿Cuándo se relacionó con Sarah?
Fue en una exposición colectiva de pintura, a partir de allí comenzaron su relación profesional y humana. Luego Mane la invitó a unirse a su grupo de títeres y encararon la actividad. Hay que recordar que Mane fundó y dirigió el Teatro Nacional de Títeres, que funcionó -a principio de los años cuarenta- en el Cervantes. En 1946 hubo un incendio “casual”, quizás por cuestiones políticas porque ellas no estaban bien vistas. Perdieron casi todo lo que tenían, pero se salvó un muñeco que acompañó a Sarah hasta el día de su muerte y que encontraron tiempo después dentro de un bolso: Lucecita, el primer muñeco que ella creó.
Pero no pudieron con ellas…
No, porque fundaron su propio teatro. En principio fue el Teatro Libre Argentino de Títeres (1946) pero tuvieron que cambiarle el nombre porque la palabra “libre” estaba prohibida y terminó siendo Títeres Mane Bernardo-Sarah Bianchi.
No hay duda que eran dos grandes artistas.
Hay que hacer hincapié en que estamos hablando de dos mujeres en la sociedad de los años cuarenta, cuando la mayoría estaban recluidas en sus casas ellas estudiaron, trabajaron y gestionaron su propio proyecto. Además se atrevieron a vivir, humana y artísticamente, como lo sentían y eso las hizo diferentes.
Por otro lado, tienen muchos libros escritos sobre técnicas y obras de teatros para títeres. En el caso de Mane también escribió poesía y prosa. El último libro de Sarah se llama “Lucecita en el bicentenario” y está redactado como si lo hubiera escrito Lucecita. Lo presentó en 2010, un mes antes de morir. Nunca dejó de hacer.
Hay libros de los que quedan que no hemos podido reeditar todavía, pero en la medida de lo posible lo iremos haciendo. Para eso, seguramente, necesitaremos una editorial que nos apoye.
¿Qué técnicas usaban?
Utilizaban mucho el títere de guante, pero ellas fueron a su vez las creadoras de un espectáculo que se llamó Pantomanos que era la mano desnuda saliendo por encima del retablo con algún tipo de vestimenta. Por ejemplo, una pollerita o un sombrerito y hacían sus obras con la mano, sin el muñeco, la mano sola vestida. Dicen que Sarah lograba un espectáculo sensacional con su mano vestida y luego desvistiéndola como en un estriptise. Recuerdo haber visto movimientos con su mano increíbles, de una gran creatividad.
¿Todo lo hacían ellas?
Hacían los muñecos, escribían, representaban sus obras, organizaban las funciones y daban clases y conferencias para titiriteros y gente de teatro. Siempre se presentaban juntas o en grupos que lideraban. Trabajaron con grandes titiriteros como Javier Villafañe y actores de la talla de Osvaldo Pacheco o el actual director teatral Santiago Doria, entre muchos otros.
¿Hay un cuadro de Mane en la Casa del Teatro?
Sí, al fondo del pasillo de entrada, hay un retrato de Pacheco pintado por ella. La producción es increíble y enorme, tenemos alrededor de trescientas obras de su autoría con todo tipo de técnicas: grabados, óleos, tinta, esmaltes, dibujos con lápiz y todas las que pudo experimentar.
¿Sus obras han sido expuestas?
Sí, claro, expuso en Europa, EE. UU y casi toda Latinoamérica. En los últimos ocho años se hicieron tres exposiciones: En el Museo Sívori; en el Museo del Banco Provincia y en el Centro Cultural Plaza Castelli. Próximamente tenemos idea de organizar otra, acá mismo en la sala de espectáculos, con dibujos de pequeñas caras realizadas con bolígrafo.
¿Las dos han sido premiadas?
Mane fue condecorada con la Orden de Cavallieri por el gobierno italiano. Recibió dos veces el premio Konex. Recibió los premios Titiritis de Oro en Perú, en el Festival de Títeres del Uruguay y Ollantay en Venezuela. Por su parte Sarah recibió también dos veces el premio Konex, los premios: María Guerrero a la Trayectoria, Trinidad Guevara, Nacional de Teatro, Pablo Podestá e Internacional Gorgorito y nombrada Ciudadana Ilustre de Buenos Aires. Estuvieron en EE.UU con Jim Henson, creador de los famosos Muppets y trabajaron con ellos. También recorrieron toda Latinoamérica y esto en el libro “Cuatro manos y dos manitas” (se refiere a Lucecita) lo reflejan al contar que, en veintiocho días, cubrieron catorce países; además de Italia y Francia, donde trabajaban y estudiaban sobre el tema.
¿Qué esperan de los vecinos?
Que se acerquen, que conozcan el lugar, que vengan a ver lo que se hace y que lo divulguen a otras personas, al resto de los barrios, a la ciudad, al país; porque necesitamos mucho apoyo. Cuando colocamos el cartel en la puerta, pasó un señor que vive cerca y leyó “Sala de teatro”, entonces preguntó sorprendido: ¨¿Acá hay una sala de teatro?¨. No son muchos los que saben qué actividades se desarrollan.
Seguramente si el Museo del Títere, creado por estas dos enormes mujeres de la cultura argentina, estuviera en otro país sería una cita obligada para los estudiosos del arte escénico. Tendría subsidios para ayudar a sostenerlo económicamente y se lo protegería por lo que significa como cultura nacional, porque esos títeres y toda la historia teatral y de vida que representan, lo merecen. Por eso, tiene que ser preservado para las próximas generaciones y esta es una deuda de las autoridades que todavía está impaga.
Isabel Bláser – Foto: Claudio Russomanno