Una misión posible: la librería como motor cultural

Por Cecilia Maugeri

Hay algo en lo que todos los libreros de San Telmo están de acuerdo: el libro no es un gran negocio, y el que se anima a llevar adelante una librería lo hace porque hay algo más allá del comercio, hay una apuesta por la cultura y por la relación con el público. En palabras de Enrique Tempone, de El Rufián Melancólico: “yo lo tomo como un juego. Que te estés divirtiendo, que te guste lo que hacés y que la plata venga por añadidura”.

El Rufián Melancólico. Foto: Constanza Gnecco.

El Rufián Melancólico. Foto: Constanza Gnecco.

A su vez, desde Fedro, Daniel Bottari observa que “en San Telmo todos los que tenemos librerías somos libreros, y lo más importante es el ida y vuelta con el cliente”. A diferencia de las grandes cadenas comerciales, en las librerías de barrio el lector se encuentra con que el librero sabe de qué le están hablando cuando le piden un libro, puede recomendarlo y conseguirlo si no lo tiene a disposición. Esto implica que además de la relación con el cliente hay un vínculo profundo con el libro en sí, y eso permite también que se genere un espacio de intercambio entre el librero y el lector, que en muchos casos también es vecino.

Esta relación especial con el libro y con el cliente posibilita que las librerías se transformen en mucho más que un comercio y abran las puertas para establecerse como punto de encuentro con la cultura en el barrio. Es así como muchas librerías de San Telmo ofrecen el espacio para desarrollar actividades culturales, poniéndose a disposición del público. En Walrus Books, por ejemplo, está proyectado un taller de literatura en inglés; en El Rufián Melancólico se puede disfrutar de veladas con lecturas y música en vivo y en Asunto Impreso es posible visitar muestras de arte.

Fedro es una de las librerías con más actividades abiertas al público: talleres y ciclos, muestras de arte, charlas y presentaciones de libros. El intercambio entre el espacio y el público se dio de tal manera que la oferta de libros se fue armando con una combinación de los intereses particulares de los dueños (una selección muy original de música, material del área de las ciencias sociales y humanísticas, literatura infantil) y de los clientes que comenzaron a pedir material específico de algún tema, por ejemplo la poesía actual, que surgió del ciclo que organizan Florencia Walfisch y Ana Lafferranderie desde 2006. En palabras de Bottari: “Nos trajeron propuestas para inaugurar el ciclo y empezaron a circular poetas; nos vimos obligados a buscar material y tomar contacto con editoriales independientes del interior del país y de Latinoamérica”.

La experiencia con el ciclo de poesía es un ejemplo de las actividades que surgieron en Fedro, “de afuera hacia adentro”: ideas propuestas por los vecinos que llegaron a ser un punto de encuentro con la cultura. Bottari explica que este resultado no fue planeado en un principio, sino que surgió de una actitud abierta hacia el barrio, y al “simple hecho” de ofrecer el espacio para que el público lo tome, circule y lo sienta como propio. Si el lector pasa un sábado a la tarde, por ejemplo, se va a encontrar con habitués de la librería tomando un cafecito en el entrepiso o en el patio, charlando, leyendo o trabajando con la computadora.

Club Burton. Foto: Constanza Gnecco.

Club Burton. Foto: Constanza Gnecco.

Un poco más lejos del corazón de San Telmo, también podemos encontrar un espacio que nos recibe con un matecito y una charla. Se trata de La libre, cuyo nombre combina las dos pasiones de sus dueños: los libros y la libertad. “Estamos vinculados con un montón de nuevos escritores y artistas, gente joven que hace la FLIA (Feria del Libro Independiente y Autogestiva) y abrimos la librería para que sea un lugar más donde circule la movida cultural autogestiva”, dice Darío Semino.

La libre apuesta a generar nuevos lectores, llegar a conformar un “público genuino”, que los libros lleguen por ejemplo a chicos de barrio que no leían “ni por casualidad” y a partir del encuentro con la lectura se interesen y quieran meterse cada vez más, o que los lectores de grandes autores como García Márquez se lleven un libro de un autor novel, que les guste y que vuelvan por más. “La onda es la relación social que está en la literatura y el arte. Ése es el sentido que nos interesa a nosotros”, explica Celeste Plaza, quien además se encarga de la distribuidora La Gitana.

A través de la FLIA se producen encuentros con gente que no es prototípicamente del ámbito cultural. La idea de la feria trascendió las distancias y en la actualidad también se organiza en diferentes puntos del interior del país, y hasta hay una feria hermana en Bogotá y otra en Santiago de Chile. La libre se propone seguir en contacto con las distintas ferias, enterarse de lo nuevo que se está editando y hacerlo circular.  “Lo más importante –afirma Plaza– es generar redes”.

El Rufián Melancólico. Foto: Constanza Gnecco.

El Rufián Melancólico. Foto: Constanza Gnecco.

Al recorrer las librerías del barrio, me pregunté porqué, si no es un buen negocio, los libreros elegían el libro como producto y San Telmo como barrio para llevar a cabo esta actividad comercial. Creo que la respuesta salta a la vista: abrir un espacio comercial con el libro como protagonista implica inevitablemente que se abra también como espacio cultural. Y San Telmo responde a esta apertura de buena gana, tomando la propuesta cultural como propia y viviéndola como una oportunidad para seguir creciendo. Ése es el negocio.

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