Valorando detalles

Por María Ángela Varela

                                               “Quien conserva la facultad de ver la belleza, no envejece”. Franz Kafka (1883- 1924).

¿Cuántas cosas a nuestro alrededor producen desagrado? Y si, muchas.

Es justamente cuando la belleza “juega a la escondida” y nos espera -a cada uno de nosotros que queremos encontrarla- agazapada.

Tendemos a ver las cosas malas y ponerlas en primer plano, como si lo bello o lo positivo no existiera.

Es entonces que parece que no hay nada bello que apreciar, nada que valga la pena rescatar, o admirar.

¿Tendremos la capacidad de ver la belleza que hay a nuestro alrededor? ¿O habremos “envejecido” -como dice Kafka- y perdido nuestra disposición para disfrutar de una caminata al sol; de una charla casual en una esquina; de la brisa leve de la mañana; de los colores o  las flores?.

Habrá que abrirse a la sensibilidad. ¿O también la hemos perdido?.

Aunque parezca imposible y sin ser un especialista en temas estéticos, podemos lograr redescubrir la belleza que esconde nuestro entorno.

Seguramente esa manera de  mirar requiera algún esfuerzo.

Aunque no sean grandes obras de arte, monumentos o edificios lo que distingue a San Telmo de otros barrios de la ciudad. O sí ¿Quién sabe?. No es cuestión de evaluaciones, mejor o peor, más antiguo o más moderno. No pasa por ahí.

Muy sabia y profunda reflexión es la que se le debe al escritor y pensador español Ramón de Campoamor (1817-1901). “En este mundo traidor, nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira”.

Es poder encontrar belleza en un viejo balcón con enredaderas, una madera artísticamente tallada, un herraje, una cornisa o las baldosas de un zaguán.

Esas pequeñas cosas que logran mejorar tu día, por sombrío que se presente, pueden hacer la diferencia.

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